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dilluns, 24 de desembre del 2018

Volviendo a la inocencia con sabiduría

La mente de cualquier adulto generalmente está llena de pensamientos, yendo y viniendo y volviendo ... en un carrusel sin fin.

¿Recuerdas cuál era tu estado mental en tu infancia? ¿Qué pensamientos llenaban tu mente?

 

Probablemente bien pocos, era impulsos simples, deseos inmediatos, percepciones directas ... más que un pensar era un simplemente estar allí, viviendo el momento en el momento.

A medida que más retrocedes en tu infancia, menos pensamientos encuentras; Tal estado mental se llama inocencia. Y es un estado agradable, feliz, en paz, pero muy despierto, muy vivo.

Hoy en día, la meditación es un tema de tendencia en Occidente, y uno de sus objetivos es reducir el número de pensamientos involuntarios.


Meditar es como regresar a aquel estado mental tan pacífico, el de nuestra infancia: simplemente esté aquí y ahora, despierto, observando, percibiendo.

Pero no es el mismo estado infantil: un niño reacciona a las percepciones, actúa impulsado por los deseos, es movido por sus emociones como un barco a la deriva es movido por el viento y las olas; en cambio, un meditador adulto experimentado no reacciona automáticamente, y no es impulsado por deseos ni emociones, su mente es estable, tiene un temperamento ecuánime, y en el centro profundo de esa mente hay un observador que contempla toda la escena, contempla delante suyo el mundo corriendo y girando.



Desde ese centro profundo de la mente, el observador no se ve afectado por nada. Cuando debe actuar lo hace, pero actúa, nunca reacciona. Tal estado mental se denomina sabiduría, es un estado de visión amplia, libre de prejuicios, pero que posee el conocimiento, la experiencia de una vida, que puede usar y usa cuando es necesario.

Entonces a través de la meditación podemos volver a la agradable inocencia, pero esta vez con conocimiento, con sabiduría. Tener conocimiento no significa estar pensando continuamente, por el contrario, los pensamientos se reducen al mínimo, los pensamientos involuntarios ya no están allí.


 Nos convertimos progresivamente en un inocente sabio.