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dilluns, 17 de juliol del 2017

Trascender la mente a través del amor incondicional



En toda tradición espiritual podemos decir que hay dos grandes caminos de realización de la persona, de trascendencia, con infinidad de variantes: la del control mental y la del desarrollo del amor incondicional. Si se trabajan ambas a la vez el progreso será más rápido, de hecho no es posible trabajar un camino exclusivamente, siempre avanzaremos por los dos, con predominancia de uno de ellos. Por ejemplo practicar mindfulness debe ir acompañado de la práctica de la compasión, de otro modo podemos caer en la banalización, recordemos que, por ejemplo, un francotirador tiene una alta capacidad de concentración mental y no podemos decir de él que sea un ejemplo de trascendencia. Por otro lado un místico que experimente arrebatos de amor-felicidad sin entender lo que le está pasando no podrá integrar sus experiencias en su vivir, y estará sujeto a ciclos de sufrimiento (incluso más intensos) y de felicidad. 
Eknath Easwaran, fue un profesor de meditación
que trabajó simultáneamente el control
de la mente y el amor incondicional,
se veía claramente en su mirada.


En lo que sigue describimos un camino de realización desarrollando amor incondicional de forma inteligente, lo veremos a través de un relato novelado, que vamos comentando: nuestro personaje vive diversos desengaños amorosos que utiliza para “despertar”, lo que consigue finalmente. Hay un desarrollo progresivo de la capacidad de amar, pero que al mismo tiempo se logra abriendo la mente a realidades cada vez más sutiles. Tal como decíamos, ha de ser así, la mente siempre ha de hacer su trabajo de descubrimiento, sólo que en esta forma de realización no es necesario entrenarla explícitamente, sólo hay que estar muy atento a lo que se vive, a las vivencias, y tener una voluntard de entender por que pasa el que pasa.



1.Viendo claramente que mi deseo por ti te alejaba de mi,

pues quien no quiere dar lo que le pides, suele huir de ti,

y por tanto el deseo consigue lo contrario del que buscaba,

porque que el deseo ajeno cierra la mente del que no quiere dar,

y esa mente cerrada es impermeable a todo tipo de amor,

viendo eso claramente, que el deseo puede matar el amor,

dejé de desear, todo deseo personal se extinguió en mí,

y tuve que aprender a vivir sin deseo.

Somos lo que pensamos, no sólo a nivel superficial, sino sobre todo a nivel profundo, de creencias, incluyendo el inconsciente: así pensamos, así nos comportamos, así vemos y vivimos la realidad. Es difícil cambiar lo que somos, o sea lo que pensamos, pues la Naturaleza busca una estabilidad, necesaria para mantener la vida, para la supervivencia. Pero al mismo tiempo la propia Naturaleza dispone de otra fuerza formidable, la evolución y la adaptación al entorno. Por eso, cuando nos damos cuenta de algo nuevo, cuando lo vivimos profundamente, nuestra visión de la realidad cambia, y cambiamos también nosotros: evolucionamos, nos adaptamos. Aunque creamos lo contrario, no hay límites para estos cambios, podemos cambiar totalmente, siempre que nuestra mente se mantenga abierta, intentando captar la realidad.

Creemos, en general, que el deseo es necesario para la vida, que no se puede vivir sin deseo; y hasta cierto punto es cierto: la vida no puede ser igual sin deseo, la persona debe soltar un modo de ser, y aprender a vivir “en directo”, en cada momento, sin desear nada que no tenga ya. Aprender a disfrutar de los placeres de la vida sin desearlos, sin quedar atado por ellos, esperando que se vuelvan a repetir una y otra vez. Es vivir con más libertad. Y sigues esforzándote, buscando cumplir unos objetivos, pero no porque los desees, sino porque ves esos objetivos como buenos, como correctos, beneficiosos, pero no sientes la emoción del deseo, en su lugar sientes un impulso a actuar en una dirección que ves como correcta, se vive muy distinto.

2. Noté entonces que, incluso sin deseo, todavía podía sentir atracción por algo,

eso me sorprendió, al principio, ¿como podía ser? ya no tengo deseos ...

entonces aprendí, vi, que la atracción precede al deseo, son emociones distintas,

la atracción sólo te informa de que ahí hay algo que puede ser valioso, interesante,

el deseo por lo que te atrae ata tu mente a ello, la atracción no.


La atracción es una emoción informativa, lleva la atención sobre algo que percibes como útil, interesante, importante. Si funcionamos, como persona, de forma reactiva, instintiva, inconsciente, de forma natural la atracción generará un deseo de poseer lo que nos atrae, excepto si a la vez percibimos que lo que nos atrae puede ser contraproducente, produciendo en nosotros un conflicto de intereses, que se resolverá más o menos inconscientemente, por ejemplo reprimiendo el deseo, o todo lo contrario, seguirlo y correr el riesgo de salir dañados.

Cuando estás libre de deseo, la atracción sólo es información, la percibes, la consideras, y decides que hacer. Es muy distinto decidir qué hacer que dejarse llevar por la atracción o reprimirla: tienes una libertad de decidir qué hacer, estas plenamente consciente de tu decisión; en cambio cuando el deseo se genera automáticamente a partir de una atracción, tú no has decidido nada, los mecanismos cerebrales automáticos lo hacen por ti: “eso que te atrae es interesante, por tanto, ves a por ello, es deseable”. Al estar más consciente, casi toda la atracción que aparece la dejas pasar sin hacer nada con ella, pues realmente ves que no vale la pena movilizar tus recursos. Agradeces la información, pero no te obliga a nada.

3. Más tarde conocí a alguien por quien sentí una atracción,

sin sentir deseo alguno, viendo la atracción, decidí que era una persona interesante,

busqué su compañía, y con el tiempo desarrollé por ella un gran afecto,

y ese gran afecto me llevó a esperar, a anhelar cada nuevo encuentro,

volví a quedar en un estado de duda, de no entender lo que pasaba,

¿quizá el deseo había vuelto a mí, por la puerta trasera del afecto?

ese anhelo del feliz encuentro, ¿era deseo? ¿o era amor? ¿son lo mismo?

Una de las facetas del amor es la unión, una fuerza de atracción que lleva a estar, a fundirse, con lo amado. Aunque frecuentemente se confunde esta atracción con el deseo, no son lo mismo. Cuando una madre despide a un hijo que se va a un largo viaje, en cuanto llega a casa ya lo echa de menos. Este “echar de menos“ es amor, es la atracción del amor, el querer estar con la persona amada, y es de un orden distinto que el deseo en general. Aunque en el fondo, muy en el fondo, sí tienen un origen común: buscar y encontrar la felicidad. El deseo es más instintivo, más al nivel de supervivencia, deseamos más o menos inconscientemente lo que percibimos o creemos que será bueno para nosotros, buscando un bienestar, una felicidad. El echar de menos a la persona amada está más directamente relacionado con la unión-amor-felicidad, es una faceta del amor, no hay necesidad de conseguir nada, simplemente la presencia de la persona amada te hace feliz. No es un deseo automático nacido de una atracción también automática, al contrario, amas muy conscientemente, y ese amor genera un fuerza de atracción hacia lo amado. Pero esto no suele verse fácilmente.

4. Notaste mi anhelo por estar contigo, lo malinterpretaste como deseo,

y temiendo quedar atada por él, queriendo cuidar de tu preciada libertad,

te alejaste, cerraste tu mente a tu propio afecto por mi, lo negaste,

y viendo entonces que mi amor se quedaba huérfano, sin objeto al que aferrarse,

me di cuenta de que era mi amor, era mío, estaba en mí,

y siendo mío, no podías quitármelo, negármelo, de hecho nadie podía,

así que decidí quedármelo, mi afecto no se extinguió, sino que quedó libre,

está conmigo sin necesidad de objeto concreto, yo soy mi afecto, y mi afecto soy yo,

y soy libre de vivirlo con alguien o sin alguien, sin condiciones.

Lo que sucede es que la persona que no ha trabajado su interioridad, que todavía mantiene muchos mecanismos psicológicos inconscientes, es un auténtico lío, una mezcla enrevesada de creencias, atracciones y deseos inconscientes o semi-conscientes, y al mismo tiempo vivencias más elevadas de amor-felicidad, todo ello a la vez. Esto genera mucha confusión. Una de ellas, típica, es confundir el sentir amor por alguien con “atarse” a ese alguien, y para evitar ataduras, por miedo, alejarse de la persona, cerrando la mente al amor; como hemos visto las ataduras las genera el deseo, no el amor. Es el deseo el que ata. El amor genera, como hemos visto, anhelo de estar con lo amado, aunque en muchas personas ese anhelo puede mezclarse con deseo, debido al lío que tiene le persona que no se conoce a sí misma. Pero puedes amar intensamente sin deseo, y anhelar intensamente estar con la persona amada, sin sentir deseo alguno, algo que quizá no se verá a primera vista, por las creencias en sentido contrario, pero es un hecho rigurosamente cierto y documentado.

Además, la vivencia del amor puede evolucionar hasta ser vivida en sí misma, sin objeto concreto; la persona descubre su capacidad de amar, de afecto, más allá de cualquier objeto externo. Cuando se descubre esa capacidad propia, más tarde o más temprano se da el siguiente paso: si esa capacidad existe permanentemente en mi, sin necesitar nada externo que la alimente, que la estimule, entonces es que es parte intrínseca de mi mismo, yo soy esa capacidad de amar. Se llega en ese momento al amor y la felicidad incondicional, pues no se necesita tener cumplimentadas ningunas “condiciones especiales” para amar, se es amor, intrínsecamente, y nada ni nadie puede cambiar esa realidad que se es,

5. Viendo tu progresivo distanciamiento,

viendo como convertías tu antiguo afecto por mi primero en desafecto,

más tarde en desdén, viendo la frialdad en tu mirada, tan cálida antes,

viendo como el afecto queda ahogado, tapado, por la mente,

empeñada en eliminar lo que cree que es dañino para ella,

oh! matar a conciencia un afecto, por fuerza de voluntad,

oh! ver una mirada fría donde antes hubo calidez,

a quien ama incondicionalmente casi un crimen le parece,

yo no quiero caer nunca en tal cruel acción, ahogar mi amor,

así que nunca dejaré que mi mente mande sobre mi corazón,

al contrario, la mente ha de estar al servicio del corazón,

ya lo dicen las antiguas escrituras,

la mente es un poderoso servidor, pero un cruel amo,

por ello, trabaja sin descanso para dominar tu mente, no te dejes dominar por ella”.


Cuando te has identificado con el amor que eres, no puedes seguir identificándote, simultáneamente, con tu mente. Pues la mente no es amor, la mente es una energía neutra, organizadora de la realidad, capaz de percibir, de crear, es un instrumento formidable, pero si te identificas con tu instrumento, estás perdido, literalmente. La mente, al ser en sí neutra, puede igualmente generar pensamientos de amor o de odio, exaltados o miserables. Una creencia, que siempre contiene una verdad pero parcial, o muy parcial, cuando te identificas con ella te puede llevar a cometer barbaridades, como vemos cada día en las noticias. El entrenamiento mental, como la meditación, o la práctica de mindfulness, tan de moda, son útiles para controlar la mente y no ser controlados por ella. Otro camino es el que hemos mostrado aquí: la vía del amor incondicional, que nos lleva a identificarnos con el amor, y a liberarnos de la confusión de creer que somos lo que pensamos. Entonces podemos poner la mente al servicio del amor, y amar incondicionalmente y al mismo tiempo inteligentemente. Eso resuelve todos, absolutamente todos, los problemas de la persona, y la convierte en un instrumento para el bien de los demás. 

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