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diumenge, 27 de gener del 2019

Julen

Un 13 de enero Julen, un niño de corta edad, caía en un angosto pozo abandonado, cavado a ras de tierra, una auténtica trampa mortal, simplemente por la mala suerte de pasar por allí. Durante casi dos semanas los equipos de rescate trabajaron día y noche para recuperar al pequeño, manteniendo viva la esperanza de encontrarlo con vida, sin éxito, pues cuando por fin lograron llegar a él lo encontraron sin vida.

Cada persona reacciona ante este tipo de tragedias de forma distinta, hay quien se encoge de hombros y simplemente dice "mala suerte, se hizo lo que se pudo", otros en seguida piensan en consecuencias legales y castigos, hay quien se queda en un mar de preguntas aparentemente sin respuesta del tipo "¿por qué han de suceder desgracias así a un niño que justo empezaba su vida?", aún otros, cerrando sus corazones al drama, lo ignoran, justificándose con pensamientos tales como "hay muchos niños muriendo en el mundo de forma injusta como para prestar tanta atención a uno en concreto", como si la existencia de muchos casos quitara la importancia que tiene cada uno de ellos, cada drama humano.

Realmente para quien busca un sentido a la existencia estos casos complican mucho la búsqueda  de comprensión, pues parecen completamente fuera de todo sentido, incluso parecen crueles. Seguramente por esta dificultad, que de hecho nos encontramos casi cada día cuando vemos las noticias, muchos han renunciado a entender, algunos son escépticos a todo los trascendente, incluso se muestran agresivos, destructivos, contra quien defiende un sentido trascendente de la vida, otros que también renuncian a entender lo hacen en sentido contrario, creyendo que un Dios que todo lo dispone tendrá sus razones que son incomprensibles para la razón humana. ¿Realmente está fuera de nuestro alcance la comprensión del sentido de la vida, con sus desgracias incluidas? Fácil está claro que no, ¿pero imposible? Seguramente la palabra clave sea: conciencia.

No hay comprensión posible sin conciencia; una conciencia despierta, amplia y a ala vez profunda, que contemple con ánimo de entender, sin perderse en razonamientos intelectuales, en pensamientos, nada de lógica, simplemente ser y mirar atentamente con interés de profundizar, de entender. Todos tenemos la capacidad de ser conscientes, sólo que no la tenemos desarrollada por igual. El sistema educativo tradicional se preocupa sobre todo por desarrollar el intelecto, y la sociedad "avanzada" tecnológicamente más bien lo que promueve es la estrechez de conciencia, proporcionando mucho trabajo a todo el mundo, todos estamos muy ocupados y "no tenemos tiempo" y todo tipo de "distracciones" para descansar del trabajo. Con este entrenamiento y este estilo de vida, nuestra conciencia es estrecha, superficial, y no alcanza demasiado lejos, y por supuesto, no da para iluminar el sentido de la vida y el sentido de las desgracias. Así que si de verdad queremos entender algo más, si queremos trascender la visión estrecha y superficial de la vida, necesitamos ejercitar nuestra conciencia en profundidad y en amplitud.

Daría para un libro entero, o para unos cuantos, desarrollar convenientemente el párrafo anterior; en este corto artículo nos contentaremos con mostrar sólo un aspecto de los diversos resultados obtenidos al trabajar la conciencia: la percepción del sentido profundo de ser.  En el trabajo de profundización, que es sólo una parte del trabajo, todo meditador acaba encontrándose cara a cara con ese ser interior,  ese observador que está más allá, por detrás como si dijéramos, de todo lo que acontece. Es tan profunda su conciencia que todo, absolutamente todo, parece exterior, incluso los propios pensamientos, las emociones y el cuerpo, se ven desde esa conciencia central como externos a ella. Y no obstante la sensación de conexión es absoluta, eres más allá de todo lo externo, pero estás conectado con todo, eres plenamente consciente de todo, incluso de tu ser más profundo. Al principio la percepción de ese ser interior viene como un flash corto e intermitente, con la práctica paciente se va estabilizando; al cabo de un tiempo tienes la extraña sensación como de "ver doble", a veces tu conciencia es la superflua habitual, a veces espontáneamente se profundiza y te centras, te sitúas en el centro de todo tu campo de conciencia. 

Entonces, ¿cuál es la relación entre la profundización de la conciencia y el sentido de la desgracias? Cuando aprendes a centrarte en esa sensación profunda de ser te das cuenta que potencialmente todos la tenemos, incluso aunque no se sepa simplemente por que no se le presta atención. Desde esa conciencia profunda todo se ve mucho más relativo: la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza, la juventud y la vejez, la vida y la muerte, son estados, no son el ser, el ser es inmune a ellos, para el ser son cosas que suceden, pero que no le afectan directamente. De hecho nada puede dañar a ese ser central. Julen también lo tiene, también lo es, y hablamos en presente, no en pasado, así que de hecho sigue siendo ese es, ese ser central indestructible, sólo que probablemente no se había dado cuenta todavía. Para el Julen central, para su ser, lo que le ha sucedido es simplemente algo que ha sucedido, el sigue siendo, el Es. Esta conciencia central pues lo relativiza absolutamente todo, marca una distancia desde la cual se puede observar lo que acontece.

Después de meses de viajar por el inmenso subcontinente indio por fin el buscador encontró el hogar del sabio que buscaba. Llamó a la puerta y una suave voz le invitó a entrar. El sabio se encontraba en ese momento almorzando frugalmente, y le invitó a acompañarle. El buscador estaba impaciente por saber, por empezar a obtener respuestas, así que recién terminado el refrigerio sin más tardar preguntó.

- Oh sabio entre los sabios, no debes conocer el dolor y el sufrimiento que nos afligen al resto de los mortales, ¿verdad que es así?

- No es así, al contrario, conozco muy bien el dolor y el sufrimiento, como todo ser humano

- ¡Caramba! No lo entiendo, creía que las personas realizadas espiritualmente habían trascendido el sufrimiento, ¿no es así maestro?

- Trascender no equivale a ignorar amigo mio, pues ¿que sabio merecería realmente ese calificativo si no conociera de primerísima mano todos los sufrimientos que padecemos los seres humanos? No, en verdad, para conocer realmente algo has de haberlo vivido con intensidad, si no es así, sólo lo conoces en teoría, pero no en la práctica.

- Entiendo, pero entonces maestro, ¿tu también sufres? ¿Si sufres, para qué sirve estar iluminado, si sigues sujeto al sufrimiento?

- Como todo ser humano podemos experimentar dolor, pero la diferencia es que no me importa en absoluto, el dolor sucede, está ahí, y yo lo contemplo desde mi morada interior con total aceptación y comprensión, sé que forma parte de la existencia humana, y también se que no afecta a mi Ser. No me identifico con ese dolor, sino con el Ser que trasciende al sufrimiento, al dolor e incluso al pensamiento. Conozco el dolor, lo siento, pero no me afecta en absoluto. Eso es la trascendencia del sufrimiento hermano mio.