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dilluns, 7 d’octubre del 2019

La duda razonable nos ayuda a aprender, el negacionismo nos lo impide

Fragmento del artículo
El otro día en un grupo de WhatsApp que agrupa personas con interés en la meditación alguien simplemente compartió, sin comentario alguno, un interesante artículo, la vida duele y no es cuestión de anestesiarla, que hablaba sobre la unidad entre espíritu y materia; escrito por una licenciada en medicina que se ha dedicado a la medicina naturista, habla de la posibilidad de "recetar un pensamiento", de la constitución energética del ser humano, de cómo nos condicionan las creencias, de cómo la física cuántica nos dice que todo está inmerso en un mar de energía, del "segundo cerebro situado en el corazón", de la posibilidad de establecer una comunicación coherente entre el primer y el segundo cerebro, y de la nueva rama de conocimiento denominada psiconeuroinmunologia. Realmente es mucha información, e impactante, en poco espacio, pues se lee en cinco minutos. 

En ese grupo, formado por sólo 25 personas, encontramos un poco de todo, como fiel reflejo de la sociedad, y entre esas personas se encuentran algunas de escépticas para con todo lo que se aleje de lo estrictamente aceptado oficialmente. El escepticismo consiste en dudar de lo que no está firmemente argumentado, probado y contrastado, y es una gran herramienta para evitar caer en el error y ser engañado, y es una actitud intelectualmente recomendable, es un escepticismo abierto a descubrir, sano y útil. Pero una cosa es dudar, y otra es negar sistemáticamente, no es lo mismo; el negar lo desconocido, lo no probado más allá de toda duda, restringe seriamente nuestra capacidad de descubrir y aprender cosas nuevas, y además nos convierte en censores de las opiniones de los demás, pues quien está tan convencido de la falsedad de algo para ser capaz de directamente negarla, suele también acusar de farsantes o ilusos a quienes les llevan la contraria, poniéndose a sí mismos en una posición superior. Ellos saben, los demás están engañados, es un escepticismo cerrado, negacionista de lo desconocido. El artículo anterior fue puesta en duda por tales escépticos con frases típicas tales como "cuando hablan de 'segundo cerebro' y al mismo tiempo mencionan la física cuántica, en fin ....". En un grupo que se dedica a la meditación y sus aplicaciones prácticas, simplemente compartir textos como éste, u otros que hablan de la conciencia, un tema central en la práctica de la meditación, provoca la reacción de desautorización por parte de los escépticos, y siendo representantes de la ciencia oficial, silencian a otras voces.

Es conveniente pues distinguir claramente entre estas dos actitudes; no se trata de ser un crédulo, pero tampoco de negar sistemáticamente todo conocimiento no oficial. Son dos extremos, lo mejor es el camino medio. Este medio es el que se asombra ante lo desconocido, no lo cree ni lo niega, y se queda en una duda razonable. Y esta duda lleva a querer saber más sobre ello, no menos, a querer despejar esa duda investigando más, y si no es posible por falta de medios y/o conocimientos, a quedarse en esa duda abierta que dice "quizá sea cierto, no lo se con seguridad". Pues el conocimiento tiene grados, rara vez o nunca es absoluto.

Volviendo al artículo, ¿qué hay de cierto, comprobable, en sus afirmaciones? en nuestra era de Internet tenemos enormes facilidades para informarnos sin movernos del sofá, no tenemos excusa. Unas cuantas búsquedas y encontramos cosas interesantes.

El "segundo cerebro situado en el corazón. Existe una red neuronal en la zona del corazón, encargada de controlar los latidos; además la red del sistema nervioso vegetativo (simpático y parasimpático) también participan en ese control: son dos redes que interactúan. Esto es un hecho. Aunque las características de esa red son muy distintas de las de la red neuronal del cerebro, y es bastante inexacto llamar a tal red "segundo cerebro", hay no obstante investigaciones que muestran la posibilidad de sincronizar ambas redes neuronales; por ejemplo, el artículo de la prestigiosa revista científica Nature titulado Effects of gratitude meditation on neural network functional connectivity and brain-heart coupling (efectos de la meditación de la gratitud en la conectividad funcional y el acoplamiento cerebro-corazón) muestra los efectos de la gratitud (y del resentimiento) en el sistema nervioso central y periférico y su repercusión en los ritmos del corazón. En otro estudio, publicado en Frontiers of Human Neuroscience, Dynamic correlations between heart and brain rhythm during Autogenic meditation (correlaciones dinámicas entre el corazón y el ritmo cerebral durante la meditación autógena) explora la asociación del cerebro con las actividades del corazón en la línea de explicar mejor las conexiones mente-cuerpo. Hay pues investigación científica y resultados probados respecto a las conexiones mente-cerebro-corazón suficientes para no ser demasiado escépticos con el tema. Aunque los escépticos extremistas seguirán negando la posibilidad, aduciendo que "hay investigaciones equivocadas", sin reparar en que también hay escépticos equivocados.

La constitución energética del ser humano. Es una antigua teoría muy arraigada en la cultura oriental y base de la medicina china, así como en diversas tradiciones espirituales y artes marciales, como el Yoga, el Tai-Chi, el Qi-Gong, o la acupuntura. Nos dice que en el cuerpo circulan unas "energías" por unos canales concretos que son sutiles, casi o totalmente inmateriales, pero conectados con la parte física del cuerpo. La investigación científica en este tema es casi inexistente; por ello el escéptico razonable no creerá ciegamente en la teoría, pero al mismo tiempo al ver que es una tradición milenaria, y que está arraigada en zonas muy distantes y con culturas radicalmente diferentes, como China o India, no la negará. 


La física cuántica y el mar de energía que lo envuelve todo. Esta es una afirmación rigurosamente cierta, aunque parezca fantástica. Incuso el vacío del espacio interestelar es también parte de ese océano de energía universal, el premio Nobel Paul Dirac enunció su teoría del Mar de Dirac. ¡La ciencia del siglo XXI a menudo es tan o más fantástica que las tradiciones espirituales! Basándose en este hecho científico, algunos pensadores avanzan la idea de que si todo absolutamente todo está inmerso en ese océano de energía, nuestro cuerpo también, incluso a nivel celular, incluso a nivel de los núcleos celulares, del ADN, y entonces quizá existe alguna conexión entre esa energía universal y la constitución energética del ser humano. Esta hipótesis, sin ser descabellada, no tiene todavía rigor científico, y por ello es rechazada de plano por el escepticismo radical, y puesta en duda razonable por el escepticismo neutral.

Esperamos que esta lectura haya contribuido a aclarar la diferencia entre la actitud de no querer ser engañado y dudar, que es correcta, y la actitud de negar todo aquello que no esté al 100% científicamente demostrado, que es cerrada y negativa. Y también a mostrar aspectos fantásticos de nuestra existencia aún por descubrir.