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dimarts, 29 d’agost del 2017

Mindfulness e integración neuronal: diferenciación de diferentes corrientes de conciencia y el cultivo del bienestar

Resumen y traducción del original:

Mindfulness training and neural integration: differentiation of distinct streams of awareness and the cultivation of well-being


(Entrenamiento en Mindfulness e integración neuronal: diferenciación de diferentes corrientes de conciencia y el cultivo del bienestar). Disponible en línea: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2566758/
 

Introducción

Los autores del artículo "Atender al presente: la meditación de atención plena revela distintos modos neuronales de auto-referencia" han proporcionado una visión intrigante que ilumina la naturaleza de la plena conciencia y de nuestra experiencia del sí mismo. En su estudio, los investigadores comparan los hallazgos de imágenes cerebrales de dos grupos, uno entrenado en la meditación consciente y los otros que esperan tal entrenamiento: los novatos.

Los sujetos con formación MBSR y los que esperan a entrenarla se compararon en una tarea diseñada para elucidar el impacto de este tipo de formación en la práctica de atención focal momentánea. La tarea administrada intentó separar los correlatos neuronales de un aspecto fundamental de la atención: cómo diferenciamos entre dos corrientes distintas de conciencia. Examinemos primero por qué la capacidad de distinguir componentes del funcionamiento mental puede ser una habilidad tan útil y luego exploramos los hallazgos fascinantes del investigador.

Existen diferentes corrientes de conciencia en el cerebro

Una teoría actual de la neurociencia sugiere que cuando la energía y la información fluyen en los diversos circuitos del cerebro, generamos los correlatos neuronales de la experiencia mental. Podemos proponer que una posibilidad para un mecanismo por el cual la conciencia plena puede conducir a un bienestar mejorado está en la forma en que este estado de enfoque atencional altera nuestra relación -nuestra postura interna- hacia nuestros propios procesos mentales. 

El cambio en el foco de atención -el modo en que usamos la mente para canalizar el flujo de energía e información a través de los diversos circuitos del cerebro- cambia el patrón de actividad en el cerebro. Con la repetición, tal práctica consciente puede crear estados intencionales de activación del cerebro que en última instancia pueden convertirse en rasgos permanentes del individuo. En términos de neuroplasticidad, así es como los nuevos patrones de activación repetida del circuito neural fortalecen las conexiones sinápticas asociadas con aquellos estados que luego conducen al fortalecimiento sináptico y al crecimiento sináptico. 

El efecto de la práctica de la auto-observación

Pero, ¿cómo ayuda realmente el ver la mente con más claridad, el sentir los aspectos previamente acoplados del flujo mental como elementos realmente separables? El aprendizaje de la 'habilidad mental' de ver la mente funcionando en uno mismo y en otros permite al individuo discernir diferentes corrientes de conciencia. Con esa capacidad -la capacidad de alterar intencionalmente la dirección del flujo de información-, podemos usar el enfoque especializado de la atención para cambiar la mente, y nos permite amplificar la actividad de ciertos caminos cerebrales e inhibir a otros. Sin esta refinada visión interna de la mente misma, tal discriminación entre los patrones específicos de la conexión neural no es posible. Con la adquisición de un foco estabilizado y refinado en la mente en sí misma, los caminos previamente no distinguidos llegan a ser detectables y entonces se hacen accesibles a la modificación. Es de esta manera que podemos utilizar el foco de la mente para cambiar la función y, en última instancia, la estructura del cerebro. 

Cuando alcanzamos nuevas habilidades de auto-observación a través de la práctica consciente, se hace posible "desenganchar" caminos neuronales acoplados automáticamente. Con esta nueva habilidad, la mente puede liberarse de la esclavitud del aprendizaje previo, del pre-condicionamiento. Antes del entrenamiento de la atención plena, un individuo puede no ser consciente de que hay distintos caminos de energía e información dentro de la conciencia. Al contrario, la mente es experimentada como una amalgama de pensamientos y sentimientos en marcha, y una reactividad automática con las respuestas habituales.  
Las nociones de que uno puede "cambiar la mente" o incluso de no identificarse con estas actividades mentales como si fueran la totalidad de lo que uno es son ideas que a menudo ni siquiera entran en la cosmovisión de uno antes de la inmersión en la formación de plena conciencia. 
Con tal entrenamiento, la capacidad de distinguir diversas corrientes del flujo de la información llega a ser posible. Observar las diferencias entre el sentir y el pensar, entre la entrada de información "dependiente de la experiencia del momento actual" (‘bottom-up’ input) y la cadena secundaria de pensamientos provenientes del aprendizaje previo (‘top-down’ chatter) se convierte en una herramienta fundamental del enfoque de atención plena. 
Discernir como funciona la mente, ver la mente con un ojo interior más refinado, permite que el individuo no se pierda en estos procesos mentales de arriba hacia abajo  (intelectuales pre-condicionados) que a menudo esclavizan la conciencia en preocupaciones derivadas del pasado y preocupadas por el futuro. Así es como se nos impide "vivir en el presente".  
El primer paso en el entrenamiento de atención plena es aprender a tomar conciencia de la diferencia entre la experiencia sensorial de abajo hacia arriba (cuerpo ->mente) y la charla de arriba hacia abajo de nuestras mentes narrativas (mente->cuerpo). 

Descripción de la investigación: método

Farb y sus colegas piden a los dos grupos de sujetos que participen en dos enfoques mentales a los estímulos presentados: se les mostró una lista de palabras. En la primera condición mental, la tarea es centrarse en el significado de la palabra presentada para el sujeto, no sólo la definición lexicográfica, también teniendo en cuenta lo que evoca a la persona. La segunda condición mental es la misma tarea, pero con conciencia plena de la experiencia del momento presente: ser consciente de lo que surge cuando surge - percepciones, pensamientos y sentimientos.  

Resultados

En la primera condición mental los cerebros de ambos grupos mostraron una actividad similar, no fue así en la segunda condición. Sin el entrenamiento en conciencia plena, se mostró que somos a menudo incapaces de quitarnos de la charla narrativa de nuestras mentes ocupadas y de distinguir la narración mental en curso de nuestra historia de la experiencia inmediata del momento presente; mostrando incapacidad de "vivir sólo en el presente", en su lugar la lectura de las palabras venia acompañada de reflexiones y juicios auto-referenciales.

En cambio los individuos entrenados para la meditación de la atención plena revelaron una capacidad de liberación de la experiencia (‘bottom-up’ input) del automatismo de la narrativa personal, haciendo posible  una mente "más tranquila"

Conclusiones

Con la práctica de la atención plena, la creación intencional de un estado de consciencia plena permite que el individuo diferencie flujos de información previamente inseparables en la mente. Los autores señalan que tal habilidad puede ayudar a "objetivar" la mente, un proceso en el cual los individuos son capaces de des-identificarse de las actividades mentales como la totalidad de lo que ellos son. El estudio proporciona una visión intrigante de la naturaleza de nuestro flujo multidimensional de la conciencia. Podemos sugerir que la mente puede tener algo más que estas dos corrientes delineadas del discurso actual y del discurso narrativo. La auto-observación puede ser otro flujo de conciencia que puede implicar incrustar un mapa de un "yo" experimentando la sensación presente: sentimos la auto-percepción del momento presente. Este aspecto de un "ser testigo", pero no narrativo, amplía el enfoque de la conciencia para incluir un sentido del yo que se experimenta simultáneamente con otro yo que es el historiador de la experiencia vivida: hay dos "yoes".

La conciencia plena implica algo más que la percepción de la experiencia presente, ya que genera una conciencia de la conciencia y una atención a la intención: la práctica mindfulness no es sólo acerca de estar consciente de la experiencia sensorial en el momento, sino también implica funciones ejecutivas y metacognitivas. La capacidad de traer de vuelta una atención errante una y otra vez, como observan los autores en los comentarios de William James, es la educación "por excelencia". Tal mente educada implica a las funciones ejecutivas de una corteza prefrontal integradora que monitorea al yo como vivido, tiene un mapa de la mente misma y altera el flujo atencional según sea necesario.

Todavía otra corriente de conciencia puede existir más allá de la  de detección del momento, de la observación de nosotros mismos y del yo narrativa-explicativa. Esta corriente es descrita por los practicantes de la atención plena como una conciencia no conceptual, una especie de "saber" intuitivo antes y más allá de las construcciones, las observaciones e incluso las sensaciones. Puede ser que la diferenciación de estas cuatro, y tal vez incluso más, corrientes de la conciencia de las demás puede permitir a un individuo vincularlos juntos en nuevas formas, como un mecanismo para liberarse de pre-condicionamientos arriba-abajo, de aprendizaje previo y de hábito. 

El proceso general de vinculación de los elementos ahora diferenciados es la definición formal del término integración. El estudio ilumina un paso importante en cómo la mente puede ser entrenada para discernir las corrientes mentales de la conciencia en componentes diferenciados de la experiencia. Cuando enlazamos partes diferenciadas creamos un estado integrado. La integración puede ser vista como un proceso esencial en el movimiento hacia el bienestar mental. 


El estudio ilustra claramente como el entrenamiento de la atención plena puede mejorar la diferenciación neural desacoplando dos corrientes previamente entrelazadas de la conciencia. La conciencia plena también puede verse como una forma de alterar nuestra relación con el yo, con nuestra propia mente, para que podamos crear nuevos estados de flujo de información en el transcurso de la vida cotidiana.

dilluns, 21 d’agost del 2017

Conciencia plena continuada, natural, espontánea

Ya hay mucha información, muchas explicaciones, sobre la conciencia plena - mindfulness: qué es, como se ejercita, beneficios. Cuando hablamos de conciencia, creo que se hace obligado mencionar que se manifiesta en niveles de conciencia, que no son estables, al contrario, nuestra conciencia va cambiando de nivel continuamente, las 24 horas de cada día. Hablar sobre conciencia plena desde el punto de vista de los niveles de conciencia no es tan común, así que intentaré aportar algo al respecto. 

Niveles de conciencia

Los niveles de conciencia no están claramente separados entre sí, al contrario, forman un continuo, viene a ser como cuando disolvemos un terrón de azúcar en agua, la disolución es gradual y se produce de forma continuada, no se detiene incluso cuando ya no vemos el azúcar, sigue mezclándose con el agua a nivel molecular, microscópico. Pero para entender un proceso continuo, es útil "inventar" unos niveles de realización del proceso, para fijar ideas. En el caso de la conciencia una posibilidad es fijar los siguientes niveles, con ejemplos de un estado de la persona cuando está en ese nivel:

  1. Inconsciencia total, ausencia total de pensamientos (dormir profundamente)
  2. Inconsciencia casi total, pensamientos del subconsciente (dormir soñando)
  3. Inconsciencia elevada, consciencia leve (dormitar, estar medio dormido)
  4. Inconsciencia media,  consciencia media (estado de vigilia bastante habitual) 
  5. Inconsciencia baja, consciencia con atención concentrada, pensando (concentración en una tarea, resolución intelectual de un problema)
  6. Inconsciencia muy baja o casi nula, consciencia con atención amplia, no necesita un objeto concreto, sin o casi sin pensamientos (atención plena - mindfulness)
En el 4º estado de vigilia habitual, aunque nos parezca que estamos muy conscientes, realmente el subconsciente sigue estando muy activo, generando emociones, pensamientos automáticos involuntarios, reacciones emocionales, influyendo en gran manera sobre nuestro comportamiento. Todos nosotros pasamos por todos los niveles, cada día; incluso si estamos practicando meditación de conciencia plena, tendremos momentos en los que experimentamos el 6º nivel más o menos plenamente, para luego volver a oscilar, durante la vigilia, entre los niveles 4º al 6º. 

Empezando a vivir en consciencia plena

Puede suceder que, a medida que se insiste en la práctica de la meditación, se experimente un cambio, sutil al principio, luego más y más evidente: se vive una especie de superposición del estado de conciencia plena con los otros estados; es como si nos desdobláramos, estamos, por ejemplo, conversando con alguien desde nuestro nivel 4º, y al mismo tiempo sentimos que estamos observando la escena completa, incluyendo nuestra propia persona conversando, a un nivel más profundo, más sereno, en el que no se piensa, o sea, desde el nivel 6º. Se viven simultáneamente los dos niveles, al principio el más elevado de forma casi imperceptible, pero está ahí. Esta coexistencia de dos niveles distintos también se da en los denominados sueños lúcidos, un estado en el que la persona está soñando (nivel 2) pero al mismo tiempo está consciente de que está soñando, una percepción relacionada con los niveles 3 y 4.

Cuando ya llevas un tiempo experimentando esa simultaneidad de estados, empieza a suceder algo más: estando solo, por ejemplo leyendo, o caminando hacia el trabajo, el estado de conciencia plena "viene sólo", no necesitas realizar un acto de voluntad para acceder, los pensamientos se paran solos, sin esfuerzo, y quedas en un estado de paz con atención plena a todo, te experimentas como muy vivo, todo lo que te rodea parece más luminoso. Es una elevación y expansión de conciencia espontánea. No "estas meditando", estas en ese estado de forma natural, que se está estableciendo en ti de forma permanente. Es común la advertencia que se da a los practicantes noveles de meditación "no intentes parar tu mente, es imposible, y además contraproducente", y es cierto, pues intentar parar la mente desde la propia mente viene a ser como guiar a un ciego siendo ciego. No es algo que se deba forzar, ni siquiera intentar, vendrá solo, de forma natural, cuando llegue el momento.

Hay, desde mi experiencia personal, una siguiente fase de desarrollo, que es cuando te das cuenta de que se puede vivir sin estar pensando, y de hecho se vive más, con más plenitud. En ese momento dejas de pensar compulsivamente, y sólo lo haces cuando tienes la necesidad. Vives la experiencia del silencio mental de forma natural, y es muy sana, muy curativa. Es una fase en la que te planteas preguntas, tu propia mente no entiende lo que está pasando, de hecho no puede hacerlo, te surgen dudas: sí, sí, es un estado muy placentero, pero para actuar, para decidir cosas, necesito pensar, si no pienso, ¿cómo voy a comportarme? La actitud mindfulness es la de simplemente ignorar la pregunta, pues no tiene respuesta al nivel en el que es planteada. No hay que preocuparse, eso sería volver al 5º nivel. Sigues viviendo ese estado sin pensamientos, y entonces ves, experimentas, que cuando se presenta una situación que requiere activar el pensamiento, simplemente sucede, piensas porque la situación lo requiere, pero sigue estando ahí, como un vigilante atento, el nivel mindfulness, que ya  nunca se disipa del todo. 

 Conciencia plena continuada

El estado de conciencia plena continuada, interrumpida sólo cuando no hay más remedio que pensar, es una maravilla, te sientes tan bien que de hecho no necesitas nada más, no buscas más satisfacción en nada, ya tienes plena satisfacción en el momento presente, y sientes un impulso de compartir esa paz, ese bienestar, que sabes que mucha gente no conoce, ni siquiera imagina que sea posible. Pero está ahí, es muy real, y esta a nuestro alcance. 

Intuyo que nuestras posibilidades de desarrollo no se detienen ahí, que todavía podemos ir más lejos. Creo que cuando estamos en actividades sociales es cuando más se diluye la conciencia plena, intuyo que ahí juega un papel importante el ego psicológico, que se activa automáticamente en frente de otros egos, o también se puede ver desde el punto de vista neurológico, en la interacción social se activan áreas cerebrales distintas, con comportamientos aprendidos, condicionados, muy establecidos. Podemos establecer relaciones interpersonales con conciencia plena continuada, sin forzarlo, en las cuales el pensamiento, nuestro hablar, nuestra actitud, no está condicionada por nada, está totalmente libre, sin reacciones automáticas de defensa.  Quizás también el nivel de conciencia plena puede manifestarse mientras dormimos. Y también es posible que existan otros niveles superiores de conciencia, ya que mindfulness tiene su origen en la tradición oriental, la cual afirma que hay, efectivamente, niveles superiores de conciencia imposibles de describir, pero posibles de vivir.



dissabte, 19 d’agost del 2017

Opinar sabiamente: conocimiento, conciencia plena y discernimiento

Opinar con buena intención, con corrección, incluso con razón, puede ser una mala idea

Hace pocos días, inmediatamente después del atentado terrorista en Barcelona del agosto-2017, leí uno de esos típicos textos motivadores que se utilizan como parche universal para aliviar el dolor, ya puede ser un atentado como un terremoto o un accidente de tráfico con muchas victimas; los típicos "hay que mirar adelante, hay que seguir, no nos atemoricemos, hay que vivir, etc etc", que están muy bien para ayudar a cerrar las heridas recientes, no cabe duda, pero que, tampoco cabe duda, no solucionan el problema de fondo. Cuando habían decenas de muertes en carretera cada fin de semana, estos parches emocionales también cumplían su función, pero además se cambiaron las leyes, se hicieron campañas publicitarias masivas para concienciar a los conductores, en definitiva se intentó ir a la raíz del problema, y se hizo con éxito, el número de accidentes descendió.

Teniendo este argumento en mente, relativo en este caso a las acciones terroristas, o sea que las frases estereotipadas, como calmantes para el dolor, están muy bien, pero que quizás hay que hacer algo más, y no sólo hablo de acción policial, que es necesaria, pero no va a la raíz del problema, lo comenté, muy brevemente y con tacto, al autor del parche emocional. Bien, como reacción, el autor primero se puso a la defensiva, y cuando insistí para explicar mi opinión, pasó a ponerse un punto agresivo, concretamente, dijo que "sus nervios estaban a flor de piel y que si me contestaba seguramente sería con malas palabras". Al principio me sorprendió esta reacción, viniendo de un tipo que predicaba paz, amor, no caer en el odio, seguir viviendo .. . en respuesta a una acción terrorista, en cambio se ponía violento cuando expresaba mi opinión respecto a hacer algo más. Reflexionando sobre ello, vi que me había equivocado en mi acción, en opinar, no siempre es adecuado opinar, aunque creamos que lo que vamos a decir es absolutamente positivo, aunque creamos que no vamos a ofender, las opiniones a menudo ofenden.

Ideas, opiniones, prejuicios, y egos, fuente de violencia

El autor del escrito evidentemente estaba disfrutando de los muchos comentarios positivos y de comparticiones cuando apareció mi comentario, ya que me contestó al minuto, indicando que estaba muy pendiente de las retroacciones de sus lectores (sólo contestó la mía, las positivas no tenían ningún comentario). Sus reacciones indican claramente su estado: primero, ponerse a la defensiva muestra que se sintió atacado, y eso a su vez indica que estaba totalmente identificado, personalmente identificado, con lo que había escrito, con su idea de cómo superar el atentado; segundo, ponerse agresivo, indica lo mismo, y seguramente también indica que, automáticamente, me etiquetó mentalmente como alguien de derechas, conservador, de los que dicen que hay que actuar contra los inmigrantes, mi "hacer algo más" seguramente lo interpretó así, sin informarse primero ni preguntar. Eso reforzó su reacción negativa: no sólo se estaba cuestionando su escrito, sino que además, creyó que era cuestionado por una de esas personas pertenecientes a una categoría que él ve como detestables; se mezclaron ahí sus ideas cuestionadas, su ego atacado en vez de ensalzado, y sus prejuicios, todo junto, una auténtica bomba emocional, no es extraño que reaccionara mal. Paradójicamente, no se daba cuenta, pero ese mecanismo automático que se puso en marcha en él, ese odio de baja intensidad al desconocido que no comulgaba con sus ideas, es el mismo mecanismo que impulsa al terrorista a atentar, a matar. Sólo cambia la intensidad, se comparte el querer destruir al que no está "en tu bando".

Cuando opinar lleva a discutir: diálogo de sordos, o de egos

Por mi parte pequé de falta de discernimiento al emitir mi opinión; por muy fundada que estuviera, por muy buena intención que tuviera, sabiendo como somos los seres humanos, fue arriesgado, y se consiguió lo contrario de lo esperado: en vez de reflexión, emociones negativas irreflexivas, en vez de diálogo, amenaza de "contestarte mal", en vez de exposición de ideas nuevas, cerrazón sobre ideas estereotipadas y prejuicios, que quedaron reforzados. 

A nuestra mente le encanta juzgar, etiquetar, crear ideas y atenerse a ellas, es muy buena en eso, es una de sus funciones principales. Mi mente también juzgó el escrito, y lo etiquetó como superficial, y por extensión, también al escritor; y el problema no es si me equivoqué en el juicio o no, pues de hecho el escritor resultó ser incluso más superficial, más inmaduro y emocional de lo que yo había supuesto, vista su reacción casi casi infantil. No es eso. El problema es que, junto con el juzgar, la mente está deseosa de expresar su juicio, y al hacerlo, se completa la acción de auto-afirmación: "Yo lo veo así, Yo lo expreso al mundo, Yo en frente al mundo lo he juzgado y he actuado conforme mi juicio", en última instancia, es de nuevo el ego que está actuando. El muy breve intercambio de frases que tuve con el escritor de textos motivadores de hecho fue un diálogo de egos.

La importancia de la conciencia plena y el discernimiento

Podemos preguntarnos, ¿cuándo convendrá realmente enjuiciar algo o alguien y expresar ese juicio? Para empezar, un requisito es que nuestro juicio vaya a ser de utilidad para los demás, no para nosotros, no para "quedarnos tranquilos soltándolo", ha de tener una utilidad para otras personas. Pero esto no es suficiente: normalmente, un juicio que no se ha pedido expresamente, una opinión que no ha sido solicitada, se vive como un ataque, de más o menos intensidad, a lo que creemos. Opinar sobre  algo personal, relativo o que afecte a otra persona, sin que nos lo pidan, es de una eficacia muy cuestionable, pues generalmente nuestra opinión no será escuchada con la mente abierta, dispuesta a ver nuevos enfoques, sino todo lo contrario, será recibida con una mente cerrada, a la defensiva de la posición personal; en esas condiciones, es casi imposible que nuestra opinión tenga otro efecto que iniciar una discusión, de la que no resultará nada positivo. 

Para no caer en el automatismo del juicio mental ni de su expresión, tenemos la herramienta  o habilidad personal de la conciencia plena (mindfulness), que nos permite estar alertas, constantemente, de nosotros mismos, de nuestra interioridad, momento a momento. En ese estado de alerta auto-observadora, nos damos plena cuenta de cuando la mente empieza a enjuiciar algo o alguien. En ese momento, podemos inhibir el proceso, o bien considerar si, en ese caso concreto, puede ser útil y efectivo dejar seguir el proceso y acabar exponiéndolo, evidentemente con toda nuestra empatía, compasión e inteligencia actuando para conseguir una expresión adecuada, útil, clara, efectiva. La herramienta o habilidad que nos ayuda a decidir si debemos opinar o no es el discernimiento o discriminación (viveka).  

Sabiduría = conocimiento + conciencia plena + discernimiento

La persona que disfruta de tener conocimiento (indispensable para enjuiciar cualquier cosa sin caer en error de base), estar plenamente consciente de sí mismo, y de tener discernimiento para decidir la línea concreta de actuación en cada caso concreto, es realmente una persona sabia. Si sólo tenemos conocimiento, pero nos falta la auto-conciencia plena y/o el discernimiento, meteremos la pata muy a menudo, y si hemos cultivado estas dos últimas habilidades pero nos falta conocimiento de la situación, nuestros juicios y opiniones serán incompletos, parciales, poco útiles. Los tres elementos han de estar presentes, si no los tenemos, mejor abstenerse de expresar juicios y opiniones, siempre que lo que queramos es que sean útiles; en cambio si lo queremos es discutir sin convencer a nadie, discutir por discutir, por reafirrmar nuestro ego, entonces adelante, eso es fácil, sólo hace falta saber hablar y escribir.


dimarts, 15 d’agost del 2017

Jugando a jugar

Ayer vi la película El Capital que trata sobre el mundo de las altas finanzas, del poder y del dinero; prácticamente al final el protagonista, presidente de un banco potente a escala mundial, totalmente "enganchado" a ese mundo, por el que sacrifica todo, su tiempo, su vida personal, incluso su matrimonio, dice que en el fondo todo ello es un juego, el juego de ejercer el poder del dinero. 
Jugando con el dinero de los demás

Jugar ... un juego siempre tiene unas reglas y unos objetivos; cuando jugamos aceptamos las reglas y nuestra mente diseña estrategias para conseguir los objetivos respetando las reglas. Al jugar, la mente se adapta al juego, el cerebro establece nuevas conexiones y se hace más eficaz, mejoramos como jugadores. La gran mayoría de personas nos identificamos, en mayor o menor grado, con lo que hacemos, así que cuando las cosas nos salen bien, nos sentimos reafirmados, y cundo nos salen mal, nos sentimos negados, disminuidos. Por ello, jugar y jugar bien, ser un buen jugador, nos hace sentir bien, pues nos reafirma, nuestro hacer es efectivo. Si el juego es competitivo, esto es, si el objetivo a alcanzar es compartido por otros jugadores rivales, que se disputan entre sí su consecución, se añade al placer de jugar bien el de vencer, el de sentirse ser más, mejor, superior, que los demás. 

Incluso podemos jugar un rol de seguidor, sin realmente participar en el juego activamente, y aún así, a través del mecanismo psicológico de la identificación, sentir esa re-afirmación o esa negación del ser; esto se ve claramente en el juego del fútbol y sus seguidores, en su entusiasmo con los éxitos de "su" equipo, y su sentimiento personal de fracaso, más o menos intenso dependiendo de la persona, que acompaña a los partidos que se pierden.Y con este sentimiento de pertenencia, con este jugar a ser seguidor, se monta un negocio multimillonario. También el mundo financiero es un juego, un juego con el propio dinero y el poder que representa. 

Jugar activamente, dedicarse a jugar y jugar bien, podríamos decir, jugar a jugar, es una muy buena forma de ejercitar la mente, la obligas a estructurarse, a adaptarse a las reglas del juego y a buscar las mejores estrategias, es como un ejercicio para la mente. Cuando la persona amplia su perspectiva sobre ello, se da cuenta de que el juego en sí, el juego particular al que te dedicas, no es lo importante, lo que realmente importa es tu capacidad de jugar a cualquier cosa, lo que importa es la capacidad de ser jugador, de lo que sea. Al dedicarte a jugar a un juego, luego a otro, y otro, te das cuenta de que siempre eres tu jugando, la identificación con tus logros o derrotas en un juego en particular se debilita, no eres ningún juego en particular, eres la capacidad de jugar, de jugar a lo que sea. Esto, que parece obvio, en la práctica no lo realizamos, y frecuentemente caemos en la identificación con los resultados que obtenemos en el juego. 

Recuerdo que de adolescente me gustaba el ajedrez, aunque no era un buen jugador, más bien tirando a malo, seguramente por ser demasiado emocional; alguna vez mi padre quiso jugar conmigo, y siempre me ganaba. Recuerdo que en esas ocasiones me sentía, de forma inconsciente, disminuido, como si yo fuera menos inteligente que él, era una sensación no agradable. A los veinticinco retomé mi afición con más seriedad: compré una máquina de jugar a ajedrez y algunos libros sobre táctica y estrategia, los estudié, jugaba una partida cada día, y en cosa de unos meses mejoré considerablemente, conseguí ganar a la máquina en los niveles bajos. Entonces me dí cuenta de que jugar bien, en este caso al ajedrez, no era una cuestión de inteligencia y nada más, sino de voluntad, de invertir tiempo, de estudio y de práctica. Con el tiempo abandoné la práctica, mi cerebro desactivó las conexiones que había creado para el juego, y mi nivel como jugador volvió a descender, casi hasta el punto inicial, volví a ser un jugador pésimo, a perder habitualmente, pero ya no hay ninguna identificación con ello, se que hay un potencial de jugar mejor, que puede ser estimulado a manifestarse, o dejarse desactivado. No es nada personal. 

Tomarse un juego como algo personal indica que hay actuando esa identificación de la persona, en algún nivel y con más o menos intensidad, con el juego y los resultados obtenidos. Se juega mucho mejor cuando esa identificación es débil o no existe en absoluto, pues la mente está libre de presiones, de compulsiones, de miedos a sentirse mal si se pierde, simplemente se juega, y se puede jugar con todas la facultades puestas ahí, jugar en serio, pero sin tomarlo como algo personal, se siente libertad de actuación. 

La vida en general puede verse, hasta cierto punto, como un juego (ver, por ejemplo: La vida es como un juego), sólo que bastante complejo; no hay unas reglas claras, prefijadas, las reglas del vivir son, en buena medida, auto-impuestas: la persona elije sus reglas. Claro que están las leyes vigentes de la sociedad en la que se vive, también las costumbres del entorno, pero hay un gran margen de libertad para escoger tus propias reglas del juego. Y aquí es donde entran las ideologías  las ideas aceptadas: cuando una idea la tomamos como cierta, como real, en términos absolutos, se convierte en una regla de nuestra vida, pues tenderemos a actuar y a pensar de acuerdo con esa idea. De nuevo, la persona puede identificarse con sus reglas de juego, creerse que ella es sus reglas, y los "resultados" que obtiene en la vida aplicando sus reglas: puede sentirse una "triunfadora", sentir que "va tirando", sentirse fracasada ... todo en relación a lo que obtiene de la vida aplicando sus reglas. O bien puede ampliar su perspectiva y darse cuenta de que la persona es un jugador, que potencialmente puede jugar ajustándose a una infinidad de reglas distintas, que ninguna regla es una verdad absoluta, y que ella no es los resultados obtenidos. Si llega a ese punto, a esa claridad de visión, podrá jugar a jugar la vida plenamente, y se sentirá al mismo tiempo libre, no condicionada por las reglas o los resultados. Los resultados dependen de muchos factores, lo que realmente importa es el hecho de jugar, o sea, de vivir, y de hacerlo con plenitud, con plena conciencia de ser alguien que está en el juego de la vida. 


diumenge, 13 d’agost del 2017

Meditar ... ¿qué es? ¿por qué es importante?

Podemos decir que la meditación está de moda, aunque esto conlleva el riesgo de su mercantilización, del intrusismo, banalización y en definitiva deformación. En este artículo vamos a definir que es realmente meditar, pero no lo haremos dando definiciones teóricas, definiremos lo que es meditar a través de sus efectos esperados; si lo que estamos haciendo es para conseguir eso, y además vemos que lo estamos consiguiendo, entonces realmente estamos meditando, y lo estamos haciendo bien, en caso contrario, lo que estamos haciendo es otra cosa, quizá placentera, beneficiosa, pero no será meditar.

La meditación no es religión ni creencia

Este es todavía un concepto que muchos mantienen, un prejuicio por el que se cierran a cualquier intento de mostrarles los que realmente es meditar. Es cierto que existe una meditación de tipo espiritual y religioso, pero se trata de una aplicación de la meditación a una faceta del ser humano, no de la meditación en sí. La meditación tiene muchas aplicaciones prácticas, por ejemplo en psicología, en la que se aplica para lograr transformaciones del modo de ser y del carácter de la persona, para adquirir cualidades deseables o para debilitar defectos. También tiene importantes aplicaciones en el ámbito de la salud, no sólo de la salud mental, también de la salud física, siendo útil en el tratamiento del estrés, de la ansiedad crónica, de la depresión, de las contracturas musculares y otras enfermedades psicosomáticas, y en general como medio de aumentar las defensas del cuerpo y el bienestar en general.

La meditación, un valioso instrumento para educar la mente

Muy en general podemos decir que meditar es un entrenamiento sistemático, organizado, de la mente para que se transforme en un instrumento más estable, más eficaz. Conseguir transformar la mente tiene unos efectos extraordinarios en la persona, ya que todo lo que hacemos y todo lo que somos es producto de la mente. Tengamos en cuenta de que, cuando decimos mente, nos referimos a toda la mente, a todos sus sectores, no sólo al consciente, también al inconsciente, a sus sectores más profundos. La mente tiene una dimensión inconsciente, vegetativa, que se cuida de coordinar las funciones corporales, y tiene otra dimensión semi-inconsciente que se ocupa de la afectividad, las emociones, las ideas que surgen solas constantemente, la memoria, etc.

El funcionamiento habitual de nuestra mente es fragmentado, vivimos con plena consciencia sólo una pequeña fracción de nuestra mente, y eso sólo por cortos intervalos de tiempo. Estamos pues sometidos al funcionamiento automático de nuestra mente profunda, inconsciente. Pero fisiológicamente, el cerebro y el resto del sistema nervioso es uno, no hay partes separadas, al contrario, todo está conectado con todo, así como el sistema nervioso, a través de una intrincada red de nervios, está conectado con todo nuestro cuerpo. No hay fragmentación a nivel físico, la fragmentación existe a nivel funcional. Pero la conexión es potencialmente posible; de ahí el poder de las enfermedades psicosomáticas: una idea negativa, un miedo constante, mantenido a nivel consciente, se va introduciendo en la mente insconciente, se refuerza y se instala, se hace más y más profundo, hasta que llega al nivel vegetativo, y ahí puede producir esttragos, como úlceras de estómago, ahogos (apneas), hipertensión funcional (las pruebas médicas no detectan la causa), problemas de la piel etc etc.

A nivel psíquico, nuestra personalidad, nuestro modo de pensar y de hacer, siempre es mental, tiene un origen mental, unas ideas, creencias o reacciones automáticas de nuestra mente. La naturaleza busca estabilidad, pues la vida es delicada, y a nivel mental la consigna es la misma: hay que construir una personalidad, unas ideas, que nos sirvan para afrontar los retos que se nos presentan con seguridad; si se nos presenta una situación nueva, con la que no podemos reaccionar de forma conocida, sentimos una desorientación, una incertidumbre que no obliga a pensar conscientemente qué hacer, una vez tenemos la idea, la probamos y aprendemos de los resultados. Todo el proceso es mental.

Si vamos más lejos, ya no nuestros modos de hacer, también nuestra forma de vivir los acontecimientos como positivos o negativos, de vivirnos a nosotros mismos, nuestras actitudes, todo eso son ideas que están en nuestra mente, que es la que lo interpreta todo, la que ve las cosas a nuestro modo, la que nos permite aceptar o no las ideas de otros, la que nos abre o cierra a experimentar emociones y sentimientos. Toda idea mantenida en la mente tiende a dirigirnos según lo que expresa esa idea.

Nuestra mente pues tiene un poder enorme sobre nuestras vidas; la posibilidad de modificarla, de transformarla con el fin de vivir mejor, con más satisfacción, con menos preocupaciones, con más plenitud y felicidad, existe, es posible, y una de las formas de hacerlo más efectivas es meditar. Para eso sirve meditar.

Toda meditación presupone un cambio profundo de nuestra mente

Hay numerosas técnicas y métodos para producir cambios en nuestra personalidad, debilitando la ideas negativas y reforzando las positivas, a ello se dedica, por ejemplo, la Psicología Positiva. Cuando estamos haciendo alguna cosa que nos gusta, y disfrutamos plenamente de ella, nos sentimos bien, temporalmente nos olvidamos de todo lo demás, de nuestros problemas y obligaciones, nuestra mente no atiende a lo negativo, está atendiendo a lo positivo, a lo que estamos haciendo. Estas son formas superficiales de transformar la mente, y el trabajo a nivel superficial no resuelve la raíz del problema. ¿Cuál es esta raíz del problema? Tal como hemos apuntado antes, la fragmentación a nivel funcional de la mente, nuestra desconexión con la mayor parte de nosotros mismos, nuestra ignorancia  de nuestra propia dimensión total, de nuestra naturaleza real.

Hace muchos años leí una novela en la que los protagonistas encontraban a un maestro de Yoga Vidya al cual siguieron; a medida que pasaba el tiempo, la práctica diaria, constante, les cambiaba profundamente, toda idea de negatividad se desvanecía como una sombra ante la luz, les invadía una sensación de dicha constante, incondicional, sin motivo, brotaba de ellos como el agua de una fuente entre las rocas, de amor incondicional a la vida y a todo lo que contenía. Sentí mucha curiosidad, y busqué por un tiempo información sobre ese Yoga, sin éxito. Mucho más tarde, encontré la palabra sánscrita avidya, "defecto en el conocimiento, ignorancia", y entonces supe que vidya significa lo contrario, "conocimiento sin defecto, sabiduría". De eso estamos hablando: vivir a través de sólo un pequeño sector de la mente, desconectado de todo lo demás, es avidya, también relacionado con maya, la ilusión nacida de la ignorancia. Trabajando en profundidad la mente, conectando sus sectores de forma consciente, ver claramente de donde salen nuestras ideas, prejuicios, emociones, visión de la realidad, y dejar de actuar sometido inconscientemente a ellas, como un autómata, ese es el objetivo de toda meditación.

Meditación a nivel superficial psicológico

Claro que no es necesario llegar a una transformación completa, profunda, de nosotros mismos, tampoco es recomendable para todo el mundo: hay que querer hacerlo. De igual modo que no a todo aficionado a correr le convendrá participar en ultramaratones por el desierto, buscando el límite de resistencia del cuerpo, no todo el practicante de meditación le interesará transformar su personalidad de forma radical, a muchos, a la mayoría, les será suficiente con conseguir algunos efectos beneficiosos para la salud y el bienestar. La meditación es también útil para estos fines. Su método es distinto a otros métodos: no busca eliminar defectos, sino aumentar el auto-conocimiento; no busca alcanzar algún ideal de personalidad, satisfacer pensamientos como "me gustaría ser de este modo", pues eso es sólo una idea más de la mente, un modo de ver, sino que busca ampliar nuestra visión, abrir nuestra mente a otras formas de ver, y desde ahí, lo que antes nos parecía importante, con la nueva perspectiva, pasa a ser de poca importancia, ya no nos preocupa, nos preocupamos menos, y sólo por esto ya vale la pena el esfuerzo de meditar. Tenemos otra forma de ver la vida, más amplia, más inclusiva e integrada, y esto de por sí sólo ya resuelve muchos problemas.

La actitud y su educación a través de la meditación

Todos hemos ido adquiriendo unas actitudes, unos hábitos de vida, que se han instalado en nosotros de forma bastante inconsciente, a menudo son actitudes de verlo todo como problemas que tenemos que resolver, como retos que se nos presentan uno detrás de otro. La actitud es un modo que ser ha hecho habitual en nosotros de afrontar una situación, y como es habitual, es un condicionamiento, una limitación, nos condiciona. Pero puede cultivarse, educarse, aunque quizá nadie nos lo haya dicho antes, y puede hacerse a voluntad. Habitualmente cambiamos de actitud cuando algún factor externo nos induce a ello: encontrar a una persona que nos hace ver las cosas de otro modo, o leer un libro y ver alguna idea que tomamos como correcta, o sucede algo inesperado que nos hace replantearnos nuestra visión; dependemos de ese algo externo.

La meditación puede cambiar nuestra actitud, haciéndola más positiva, independientemente de cualquier factor externo, y puede hacerlo porque trabaja directamente sobre la mente, transformándola. Aprovecha el hecho que la actitud, unas ideas fijas sobre una situación concreta, puede cambiar por la voluntad sin ayuda de ningún factor externo. Y esta afirmación, que puede creerse o no, se descubre como cierta por uno mismo a través de la práctica de la meditación, se ve que es así, claramente, y a partir de ese conocimiento, la mente puede empezar a regular su propia actitud, se hace consciente lo inconsciente, voluntario lo involuntario, dirigido lo que antes era automático. Es importante señalar que no se trata de ninguna sugestión, ni reprogramación de la mente, al contrario, es un descubrimiento del funcionamiento de uno mismo, y una desprogramación de hábitos automáticos. Ese es el camino que sigue el meditador.


dijous, 10 d’agost del 2017

La semilla del Ser

Los seres vivos se desarrollan de forma programada

Una semilla es, puede ser, potencialmente, un árbol; tiene esa posibilidad de desarrollo, siempre que se rodee de un medio ambiente adecuado, que le provea de lo necesario. Si se da el caso, el proceso es automático, no es necesario que nadie lo vigile, las instrucciones de desarrollo del árbol están inscritas en los genes de la semilla, unas instrucciones extremadamente precisas y complejas, ya que un árbol, como todo ser vivo, es un sistema realmente complicado. La semilla contiene mucha información precisa y compleja, podemos decir que ahí hay una inteligencia actuando, la de la Naturaleza.

El desarrollo de un ser humano es muy parecido al del árbol, en vez de semillla tenemos un embrión, que se desarrolla de una forma también programada. Además del cuerpo físico, se desarrolla también de forma automática, empezando desde el nacimiento, una personalidad; el cerebro interactúa con el mundo, especialmente con la sociedad en la que la persona vive, y se va ajustando a él. A través de esa personalidad la persona interactúa con su entorno. Es importante notar que la adquisición de la personalidad es también un proceso programado: no decidimos tener una, se nos da de forma prefijada. Claro que sí es cierto que hemos desarrollado técnicas de mejora y ajuste de la personalidad, pero su existencia viene predefinida.

La personalidad también se genera automáticamente

Este automatismo de la Naturaleza nos conduce prácticamente al 100% toda nuestra vida; incluso aunque creamos que tomamos decisiones constantemente de forma autónoma, independiente, tanto las tradiciones espirituales como la ciencia nos dicen que eso es una ilusión, en realidad, lo que pensamos y lo que decidimos está condicionado a procesos cerebrales automáticos casi totalmente. Si pensamos que somos lo que hacemos, debemos saber que en un grado muy elevado somos como autómatas, con reacciones programadas que residen en el inconsciente. No nos extenderemos más sobre este punto, si el lector tiene interés, hay mucha información en la red, también libros divulgativos sobre neurociencia, que lo explican en detalle.

Entonces, ¿somos autómatas biológicos? Bien, hay un factor distintivo, misterioso, que sigue siendo un desafío para la ciencia en este siglo XXI: la conciencia. Como función cerebral no se la entiende bien todavía. Hay además diversos niveles de conciencia, y hasta cierto punto esos niveles son independientes de la actividad cerebral, hecho que confunde a los investigadores científicos que pretenden explicarlo todo a través de las funciones cerebrales. Exploremos brevemente estos estados o niveles de conciencia.

Conciencia de ser alguien

La conciencia parece ser un aspecto de la mente que nos da acceso a un conocimiento directo, a una vivencia intensa, de aquello que somos conscientes cobra una realidad vívida para nosotros. Hay también mucha información sobre la conciencia, en este mismo blog se encontraran artículos, pero no es nuestra intención aquí insistir en la naturaleza de la conciencia, lo que nos interesa es el aspecto evolutivo, su papel en la evolución. En los animales superiores ya hay una conciencia a nivel sensorial, también de auto-percepción corporal. En las personas además hay una auto-conciencia de ser alguien, un individuo, separado del resto. La aparición de esta auto-conciencia es también programada, no escogemos en un momento dado ser alguien, se despierta en nosotros esa conciencia de forma automática. Está totalmente conectada con la personalidad. En la mayoría de nosotros, sentimos, creemos que somos nuestra personalidad. De hecho nuestra conciencia de ser alguien está fragmentada: en parte nos creemos nuestro cuerpo, en parte nuestras emociones y reacciones, en parte nuestras ideas, creencias y memorias de hechos pasados. La proporción de cada fragmento es variable según la persona, y varia con la edad.

Evolución de la conciencia de ser

Hay numerosos testimonios, de épocas y lugares distantes, que atestiguan haber experimentado estados de conciencia de ser independientes de todo lo anterior, estados de una gran lucidez, muy vívidos, que se experimentan como muy reales, en los que la persona no está identificada con nada en particular, ni siquiera con su personalidad o pensamientos; de hecho son estados de pura conciencia, de pura lucidez, sin pensamientos. En esos estados se experimenta, por fin, libertad, en el sentido de no estar condicionado por reacciones cerebrales automáticas, se deja de ser un autómata biológico, se es libre de actuar o no, de pensar o no. A partir de aquí, comento mi propia experiencia en estos estados, lo que voy a decir no es literatura, no es un extracto de cosas leídas o oídas, sino experiencia personal.

La conciencia pura de ser aparece al principio como en ráfagas, tienes momentos de gran lucidez sin pensamiento, de simple y pura presencia; suelen durar unos segundos, y la mente vuelve a ponerse en marcha, volviendo al estado de conciencia habitual, semi-automático. Estos flashes le ocurren, creo, a todo el mundo, al menos algunas veces, pero siendo tan breves la tendencia es a no prestarles la atención que sin duda merecen. Recuerdo haber tenido algunos cuando era niño, momentos de una gran presencia, que no he olvidado jamás, siendo tan intensos. Cuando decides entrenarte para vivirlos más y mejor, vas consiguiendo, con el tiempo, que aparezcan cada día durante el período de tiempo que dedicas a meditar; es necesario entonces estar muy atento y darles a esos momentos toda la importancia que tienen. Con ello, se van haciendo más largos, pasas de sólo unos segundos a quince, veinte segundos de conciencia pura, y sólo eso ya es transformante, ya empiezas a notar un sutil cambio en ti mismo que se expande a todo el resto del día. Con los años, empiezas a vivir ese estado sin estar meditando, sin buscarlo, te viene durante el día, experimentando una paz extraordinaria, y empiezas a darte cuenta que, sin pensar en nada en concreto, sin opinar ni juzgar constantemente, sin identificarte con nada, te sientes ser alguien, de hecho, la sensación de ser alguien es más nítida que nunca, es independiente de todo,  nada exterior le afecta. Y al mismo tiempo, no eres nada en concreto. Es un proceso de desarrollo, progresivo. Es lo que se conoce por auto-realización, iluminación, realización del ser, etc, aunque los nombres no son importantes, la experiencia sí lo es.

Meditando en ello, en esa conciencia profunda de ser que se va reforzando, que se va despertando, he tenido la intuición de que es un paso más en la evolución del ser humano, es la siguiente fase a la que todos estamos avanzando, cada uno a su paso, a su propio ritmo.

De forma parecida a como la semilla se desarrolla automáticamente cuando está en contacto, rodeada, del medio ambiente propicio, que la nutre, la conciencia pura de ser está en forma latente en nosotros, y brota, se desarrolla automáticamente cuando  le procuramos sustento, cuando le prestamos atención, eso es lo que necesita para crecer, nuestra atención.

Siendo un poco poéticos, la semilla se desarrolla en el campo, sumergida en la tierra, rodeada por ella, siempre que esa tierra sea fértil, y se den las condiciones adecuadas, humedad, luz solar, temperatura, etc; la conciencia de ser se desarrolla en la mente, sumergida en el fondo de la mente, siempre que esa mente sea fértil, y se den las condiciones adecuadas. Una mente fértil para el cultivo de la conciencia de ser es calmada, centrada, atenta, que junto con el Sol de nuestra atención y voluntad de auto-conocimiento y auto-desarrollo, hacen brotar una conciencia transformante, de libertad, de ser, y no hay en ello nada de mágico, de sobrenatural, es natural, tan natural como el árbol que brota de la semilla.

divendres, 4 d’agost del 2017

Primero ser, después, pensar, actuar, amar

Ser a través del hacer, del pensar, del amar


Nuestro estado habitual es de pensar mucho, actuar mucho, quizá amar un poco, y sentirse ser a través de todo lo anterior; por eso, cuando queremos explicar quienes somos, frecuentemente empezamos diciendo nuestra profesión, como si nuestro trabajo nos definiera: hola, me llamo (nombre y soy profesor). Sentimos que nuestro hacer, profesional en este caso, nos define bastante, aunque realmente sabemos que es sólo una actividad que estamos realizando, y que bien podría ser otra muy distinta, es la que es debido a las circunstancias de la vida. 

Más sutil, pero no menos importante, más bien al contrario, es el ser a través del pensar: nuestras ideas, opiniones, creencias y memoria de hechos pasados nos definen, son nosotros, hay una identificación automática, natural, con nuestros pensamientos. Cuando generamos alguno de los miles de pensamientos de cada día, entrelazado a muchos, o a todos ellos, está nuestra idea de nosotros mismos: yo pienso que ... yo opino que .... yo recuerdo que ... etc. Este entrelazamiento entre nuestra identidad y nuestros pensamientos es el que genera el ego psicológico, el sentido del yo psicológico. Y es un entrelazamiento tan sutil e intrincado que se hace difícil detectarlo, siendo como es de generación automática en el ser humano. De hecho, no es un error de funcionamiento nuestro, al contrario, es necesario, lo necesitamos para construir nuestra identidad, un proceso que se inicia en la infancia y se termina completamente hacia los 21 años de edad: necesitamos ser alguien, y, ¿quién seríamos si nos quitaran nuestras ideas, opiniones, y recuerdos?

Problemas de esta forma de existir

En cuanto al amar, amamos desde nuestra identidad fabricada, no puede ser de otro modo; cuando amamos, ¿quien está amando? nuestro yo psicológico, apoyado por las emociones de nuestro cuerpo. Cuando nos aman ¿a quien están amando? a nuestro ego. Entonces sucede que toda relación es vista desde nuestra posición mental, desde nuestra visión de nosotros mismos y del mundo. Incluso cuando somos empáticos, comprensivos, lo somos desde eso ego central que lo impregna todo, que se entrelaza con todo lo que pensamos: yo soy, me siento empático, comprensivo.  De hecho, lo pensamos todo, lo que hacemos, lo que sentimos, lo que vivimos, y todo lo que pensamos se entrelaza con nuestro sentido de identidad, reforzándolo. 

Este funcionamiento, que como decíamos es natural y necesario para crear nuestro sentido de ser alguien, tiene también numerosos mal funcionamientos y problemas. Cuando nuestro hacer no obtiene los resultados esperados, nos sentimos fracasados, ya que somos nuestro hacer; si nos despiden del trabajo, nos sentimos fatal, no sólo por el problema económico que se nos plantea, sino por el sentimiento que nos queda de haber sido rechazados, apartados. Nos lo cogemos como algo personal. 

Cuando nos discuten nuestras ideas y opiniones, no nos comportamos como alguien que sabe que toda idea es una representación parcial de la realidad, al contrario, defendemos nuestra posición como si fuera la verdad absoluta, porque hasta cierto punto nuestras ideas somos nosotros; hay  familias que  no pueden ver juntas un partido de fútbol en el que se enfrentan equipos de los cuáles unos son seguidores de uno, otros son seguidores del otro, pues la discusión, incluso fuerte discusión, está asegurada. Hay una identificación con el equipo, que es otra versión de identificarse con una idea, en este caso la idea de un club como el mejor, como el tuyo.  Y una crítica a tu equipo también se toma como algo personal. Cuando queremos a alguien y este nos abandona, o nos rechaza, nos sentimos rotos, disminuidos, rebajados. Hay innumerables problemas psicológicos derivados de la identificación de nuestro ser con nuestro hacer y nuestro pensar. Algunos derivan en auténticas crisis existenciales, en depresiones, en angustia, en definitiva, en sufrimiento humano.

Es típico del ego la reacción automática, refleja, instantánea: algo nos ofende, reaccionamos al instante airadamente. Alguien nos cuestiona, de inmediato reaccionamos a la defensiva. Es un mecanismo natural de defensa de la identidad psicológica, tal como un animal cuando se siente amenazado físicamente ataca para defenderse, o huye.

Primero ser, y desde ahí, pensar, actuar, amar

Pero el ser humano tiene la posibilidad de evolucionar hacia otro estado del ser; cuando meditamos, tomamos distancia con nuestros pensamientos, que se van aquietando, ya no nos pasamos el día pensando, sino viviendo, sintiendo la vida. Como consecuencia, nuestra identificación con los pensamientos se debilita, y en cambio se refuerza un sentido de ser más allá de nuestro pensar, de nuestro actuar, y también, en fases más avanzadas, de nuestro amar. Nos sentimos ser, independientemente de todo lo demás. Incluso sin hacer nada, sin pensar nada, en silencio verbal y mental, sentimos que somos alguien; de hecho, nos sentimos ser de forma mucho más nítida, más firme y sólida, que en el estado anterior. ¿Cómo es eso? Los pensamientos vienen y van, son las ideas y opiniones cambian, nuestro hacer también, todo ese mundo interior en el que basábamos nuestra identidad es bastante frágil, inestable, variable. En cambio la identidad que se descubre más allá de todo eso, al no depender de nada, se siente como de una solidez absoluta, aunque al mismo tiempo se percibe difusa, no se está ahí con claridad. Es un proceso de descubrimiento de un yo no psicológico, le podemos llamar un yo superior. En última instancia, si la persona llega a identificarse totalmente con el yo superior, el ego queda totalmente diluido, desaparece, y entonces se dice que la persona se ha realizado, o se ha auto-realizado, se ha vuelto pura presencia, ha realizado el Yo (self-realization), iluminado, etc.  

Asentados como estamos en nuestro yo psicológico, se nos hace difícil ver las consecuencias de la realización del yo superior, incluso si estamos muy identificados con el ego podemos sentir un rechazo  a la idea de la realización; de nuevo esto es natural, pues como decíamos el mecanismo del ego lo ha puesto ahí la naturaleza para que podamos ser alguien, y sólo cuando la persona está preparada para crecer, para madurar  y pasar a la fase siguiente de la evolución humana, es cuando ha de empezar a interesarse por ello, hacerlo antes es contraproducente, y también inútil: no se conseguirá nada. Hay muy poca gente realizada; algunos de los que dicen que lo están lo creen así, pero hablan desde su ego, el que está realizado difícilmente lo pregonará, pues si tienes la idea de que eres un ser realizado, sigues con tus ideas sobre ti mismo, con ser alguien a través de tus ideas, y por tanto no estás realizado. El que está realizado simplemente ES, más allá de todo concepto. 

Efectos de la realización


Pongamos por caso una persona que está en el proceso, que ha debilitado bastante su ego, aunque no del todo, y que siente como muy real su yo superior, aunque sigue sujeto, a veces, a los automatismos del ego, a las reacciones automáticas que éste provoca. Su actuar no le definirá como persona, actuará con libertad, en cada momento pondrá su atención en lo que está haciendo, como un actor de teatro interpreta un personaje, con esmero, con profesionalidad, pero sin identificarse con él. Si se equivoca, no se lo tomará como algo personal, su actuar ha sido erróneo, pero él  mismo no es en absoluto erróneo; esa distancia entre el hacer y el ser le permite corregir los errores más eficientemente, sin culpas. Experimentará una calma mental difícil de imaginar por la persona que está muy liada con sus pensamientos. Y de esa calma mental surge de forma natural la ecuanimidad.

Sus ideas y opiniones no le definirán (quizá los demás lo vean así, pues ellos sí están identificados con sus egos, pero el mismo no lo verá así), sabrá que son meros puntos de vista, parciales por lo tanto, y siempre susceptibles de mejora, de refinamiento. No discutirá queriendo tener la razón, queriendo imponer sus ideas, al contrario, escuchará atentamente, pues verá una posible oportunidad de aprender algo nuevo, otra forma de ver las cosas. Por supuesto que escuchar no significa dejarse convencer, sólo si ve claramente que una opinión contraria la suya le aporta conocimiento la aceptará, si no lo ve, entonces simplemente la dejará pasar, no le es útil.

Su amor por los demás intuirá que es suyo, que es él que está amando, independientemente de lo que piense él de los demás, o los demás de él. No se ama al otro por que lo merece, se ama al otro por que expresas tu amor intrínseco, tuyo, que sale de ti, y las  circunstancias lo favorecen. No hay juicio en ello, tampoco esperas ninguna compensación (o la esperas poco), esperar compensaciones es tener ideas sobre la relación, y ahí está el ego actuando, entremezclado con tus ideas acerca de cómo debería ser la relación. El ser realizado no piensa acerca de nada ... simplemente actúa, simplemente ama. Seguramente el lector objetará: no pensar acerca de nada no es una evolución sino un retroceso a un estado infantil; a menudo los extremos se confunden, en el estado infantil se piensa poco porque todavía no se es capaz de hacerlo, en el estado realizado se piensa poco por que se ha trascendido el pensamiento: se piensa lo justo y necesario, por ejemplo para planificar una acción, para diseñar un cosa antes de construirla, pero es un pensar puramente práctico, en el que no entra para nada el sentido del yo, no hay identificación. 

"Singing in the rain" - Gene Kelly