Ser a través del hacer, del pensar, del amar
Nuestro estado habitual es de pensar mucho, actuar mucho, quizá amar un poco, y sentirse ser a través de todo lo anterior; por eso, cuando queremos explicar quienes somos, frecuentemente empezamos diciendo nuestra profesión, como si nuestro trabajo nos definiera: hola, me llamo (nombre y soy profesor). Sentimos que nuestro hacer, profesional en este caso, nos define bastante, aunque realmente sabemos que es sólo una actividad que estamos realizando, y que bien podría ser otra muy distinta, es la que es debido a las circunstancias de la vida.
Más sutil, pero no menos importante, más bien al contrario, es el ser a través del pensar: nuestras ideas, opiniones, creencias y memoria de hechos pasados nos definen, son nosotros, hay una identificación automática, natural, con nuestros pensamientos. Cuando generamos alguno de los miles de pensamientos de cada día, entrelazado a muchos, o a todos ellos, está nuestra idea de nosotros mismos: yo pienso que ... yo opino que .... yo recuerdo que ... etc. Este entrelazamiento entre nuestra identidad y nuestros pensamientos es el que genera el ego psicológico, el sentido del yo psicológico. Y es un entrelazamiento tan sutil e intrincado que se hace difícil detectarlo, siendo como es de generación automática en el ser humano. De hecho, no es un error de funcionamiento nuestro, al contrario, es necesario, lo necesitamos para construir nuestra identidad, un proceso que se inicia en la infancia y se termina completamente hacia los 21 años de edad: necesitamos ser alguien, y, ¿quién seríamos si nos quitaran nuestras ideas, opiniones, y recuerdos?
Problemas de esta forma de existir
En cuanto al amar, amamos desde nuestra identidad fabricada, no puede ser de otro modo; cuando amamos, ¿quien está amando? nuestro yo psicológico, apoyado por las emociones de nuestro cuerpo. Cuando nos aman ¿a quien están amando? a nuestro ego. Entonces sucede que toda relación es vista desde nuestra posición mental, desde nuestra visión de nosotros mismos y del mundo. Incluso cuando somos empáticos, comprensivos, lo somos desde eso ego central que lo impregna todo, que se entrelaza con todo lo que pensamos: yo soy, me siento empático, comprensivo. De hecho, lo pensamos todo, lo que hacemos, lo que sentimos, lo que vivimos, y todo lo que pensamos se entrelaza con nuestro sentido de identidad, reforzándolo.
Este funcionamiento, que como decíamos es natural y necesario para crear nuestro sentido de ser alguien, tiene también numerosos mal funcionamientos y problemas. Cuando nuestro hacer no obtiene los resultados esperados, nos sentimos fracasados, ya que somos nuestro hacer; si nos despiden del trabajo, nos sentimos fatal, no sólo por el problema económico que se nos plantea, sino por el sentimiento que nos queda de haber sido rechazados, apartados. Nos lo cogemos como algo personal.
Cuando nos discuten nuestras ideas y opiniones, no nos comportamos como alguien que sabe que toda idea es una representación parcial de la realidad, al contrario, defendemos nuestra posición como si fuera la verdad absoluta, porque hasta cierto punto nuestras ideas somos nosotros; hay familias que no pueden ver juntas un partido de fútbol en el que se enfrentan equipos de los cuáles unos son seguidores de uno, otros son seguidores del otro, pues la discusión, incluso fuerte discusión, está asegurada. Hay una identificación con el equipo, que es otra versión de identificarse con una idea, en este caso la idea de un club como el mejor, como el tuyo. Y una crítica a tu equipo también se toma como algo personal. Cuando queremos a alguien y este nos abandona, o nos rechaza, nos sentimos rotos, disminuidos, rebajados. Hay innumerables problemas psicológicos derivados de la identificación de nuestro ser con nuestro hacer y nuestro pensar. Algunos derivan en auténticas crisis existenciales, en depresiones, en angustia, en definitiva, en sufrimiento humano.
Es típico del ego la reacción automática, refleja, instantánea: algo nos ofende, reaccionamos al instante airadamente. Alguien nos cuestiona, de inmediato reaccionamos a la defensiva. Es un mecanismo natural de defensa de la identidad psicológica, tal como un animal cuando se siente amenazado físicamente ataca para defenderse, o huye.
Primero ser, y desde ahí, pensar, actuar, amar
Pero el ser humano tiene la posibilidad de evolucionar hacia otro estado del ser; cuando meditamos, tomamos distancia con nuestros pensamientos, que se van aquietando, ya no nos pasamos el día pensando, sino viviendo, sintiendo la vida. Como consecuencia, nuestra identificación con los pensamientos se debilita, y en cambio se refuerza un sentido de ser más allá de nuestro pensar, de nuestro actuar, y también, en fases más avanzadas, de nuestro amar. Nos sentimos ser, independientemente de todo lo demás. Incluso sin hacer nada, sin pensar nada, en silencio verbal y mental, sentimos que somos alguien; de hecho, nos sentimos ser de forma mucho más nítida, más firme y sólida, que en el estado anterior. ¿Cómo es eso? Los pensamientos vienen y van, son las ideas y opiniones cambian, nuestro hacer también, todo ese mundo interior en el que basábamos nuestra identidad es bastante frágil, inestable, variable. En cambio la identidad que se descubre más allá de todo eso, al no depender de nada, se siente como de una solidez absoluta, aunque al mismo tiempo se percibe difusa, no se está ahí con claridad. Es un proceso de descubrimiento de un yo no psicológico, le podemos llamar un yo superior. En última instancia, si la persona llega a identificarse totalmente con el yo superior, el ego queda totalmente diluido, desaparece, y entonces se dice que la persona se ha realizado, o se ha auto-realizado, se ha vuelto pura presencia, ha realizado el Yo (self-realization), iluminado, etc.
Asentados como estamos en nuestro yo psicológico, se nos hace difícil ver las consecuencias de la realización del yo superior, incluso si estamos muy identificados con el ego podemos sentir un rechazo a la idea de la realización; de nuevo esto es natural, pues como decíamos el mecanismo del ego lo ha puesto ahí la naturaleza para que podamos ser alguien, y sólo cuando la persona está preparada para crecer, para madurar y pasar a la fase siguiente de la evolución humana, es cuando ha de empezar a interesarse por ello, hacerlo antes es contraproducente, y también inútil: no se conseguirá nada. Hay muy poca gente realizada; algunos de los que dicen que lo están lo creen así, pero hablan desde su ego, el que está realizado difícilmente lo pregonará, pues si tienes la idea de que eres un ser realizado, sigues con tus ideas sobre ti mismo, con ser alguien a través de tus ideas, y por tanto no estás realizado. El que está realizado simplemente ES, más allá de todo concepto.
Efectos de la realización
Pongamos por caso una persona que está en el proceso, que ha debilitado bastante su ego, aunque no del todo, y que siente como muy real su yo superior, aunque sigue sujeto, a veces, a los automatismos del ego, a las reacciones automáticas que éste provoca. Su actuar no le definirá como persona, actuará con libertad, en cada momento pondrá su atención en lo que está haciendo, como un actor de teatro interpreta un personaje, con esmero, con profesionalidad, pero sin identificarse con él. Si se equivoca, no se lo tomará como algo personal, su actuar ha sido erróneo, pero él mismo no es en absoluto erróneo; esa distancia entre el hacer y el ser le permite corregir los errores más eficientemente, sin culpas. Experimentará una calma mental difícil de imaginar por la persona que está muy liada con sus pensamientos. Y de esa calma mental surge de forma natural la ecuanimidad.
Sus ideas y opiniones no le definirán (quizá los demás lo vean así, pues ellos sí están identificados con sus egos, pero el mismo no lo verá así), sabrá que son meros puntos de vista, parciales por lo tanto, y siempre susceptibles de mejora, de refinamiento. No discutirá queriendo tener la razón, queriendo imponer sus ideas, al contrario, escuchará atentamente, pues verá una posible oportunidad de aprender algo nuevo, otra forma de ver las cosas. Por supuesto que escuchar no significa dejarse convencer, sólo si ve claramente que una opinión contraria la suya le aporta conocimiento la aceptará, si no lo ve, entonces simplemente la dejará pasar, no le es útil.
Su amor por los demás intuirá que es suyo, que es él que está amando, independientemente de lo que piense él de los demás, o los demás de él. No se ama al otro por que lo merece, se ama al otro por que expresas tu amor intrínseco, tuyo, que sale de ti, y las circunstancias lo favorecen. No hay juicio en ello, tampoco esperas ninguna compensación (o la esperas poco), esperar compensaciones es tener ideas sobre la relación, y ahí está el ego actuando, entremezclado con tus ideas acerca de cómo debería ser la relación. El ser realizado no piensa acerca de nada ... simplemente actúa, simplemente ama. Seguramente el lector objetará: no pensar acerca de nada no es una evolución sino un retroceso a un estado infantil; a menudo los extremos se confunden, en el estado infantil se piensa poco porque todavía no se es capaz de hacerlo, en el estado realizado se piensa poco por que se ha trascendido el pensamiento: se piensa lo justo y necesario, por ejemplo para planificar una acción, para diseñar un cosa antes de construirla, pero es un pensar puramente práctico, en el que no entra para nada el sentido del yo, no hay identificación.
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"Singing in the rain" - Gene Kelly |
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