Vivir es experimentar acontecimientos, constantemente, y los experimentamos con todo nuestro ser: cuerpo, emociones, mente. Pueden ser acontecimientos rutinarios, como despertarse para ir a trabajar, comer, ducharse, etc o pueden ser inesperados, como encontrar una persona en la calle que hace tiempo que no veias, que te llame tu jefe en el trabajo y te diga que no te renuevan el contrato, que la persona con la que sales te proponga vivir juntos ... También pueden ser acontecimientos positivos o negativos; en la mayoría de las personas el vivir acontecimientos negativos les supone un problema, que si es recurrente, y se vive como algo importante "que está funcionando mal", puede provocar en la persona la sensación de que su vida no va bien, provocando un estado de ánimo negativo, ansiedad, tristeza o incluso depresión.
Cuando la negatividad se ha instalado en una persona, incluso los eventos positivos se viven con poca intensidad, como si fueran un poco irreales, y en cambio los negativos se viven intensamente, como más reales, creando una retroalimentación de la negatividad de la que puede ser difícil salir. En el extremo opuesto, si una persona se instala en la positividad, en la actitud positiva constante, pasa exactamente lo contrario:los eventos negativos se viven con poca intensidad, no se le presta demasiada atención, en todo caso la justa y necesaria para corregir la situación, si es el caso, mientras que los eventos positivos, con los que se está sintonizado permanentemente, se viven con intensidad, con sensación de realidad profunda, ya que se corresponden con lo que se está identificando la persona. En este estado de ánimo, incluso los reveses fuertes que la vida nos lanza a veces son vividos con el mínimo sufrimiento compatible con la situación. ¿Cómo podemos conseguir esta disposición de ánimo? De diversas formas, citaremos la Psicologia Positiva, la relajación y la meditación.
Antes que nada, ¿qué es un acontecimiento negativo? ¿y uno positivo? En general, los acontecimientos negativos son los que afectan negativamente o hacen peligrar nuestra integridad, ya sea física, emocional o mental; una incomodidad física, como tener sed, sentir dolor, etc se vive como experiencia negativa, pues el cuerpo nos está informando de que está siendo dañado, que algo no va bien y necesita ser atendido. En una cena familiar nos damos cuenta de que alguien nos está mirando mal, y surge una incomodidad emocional que se vive como negativa. O bien, en una conversación, alguien nos está discutiendo una idea nuestra con la que estamos muy identificados, creándonos un pequeño conflicto mental-emocional. Puede suceder que esa idea nuestra sea la de cómo debería ser nuestra propia vida, o la vida en pareja, o la vida laboral, y quien nos lo está discutiendo no sea nadie en concreto, sino la propia vida, la realidad, que nos sitúa en unas circunstancias adversas ... para nuestras ideas de cómo "deberían" ser las cosas, para nuestras expectativas. Los sucesos positivos, pues todo lo contrario, reafirman, refuerzan, protegen nuestra integridad. Un placer sensual, una mirada de cariño, que nos suban el sueldo, ... son sucesos que se viven como positivos.
Pero claro, tanto la negatividad como la positividad de un evento es subjetiva, no es igual para todo el mundo, si lo fuera, este artículo no tendría mucho sentido, pero precisamente porque es subjetivo, puede vivirse de formas distintas, y existe pues la posibilidad de vivirlo todo, absolutamente todo, de forma positiva. ¿Cómo lograrlo? Fijemonos en la definición que hemos dado de evento negativo: el que es o puede ser dañino para la persona; un evento físicamente dañino es objetivo, y lo seguirá siendo lo tomemos como lo tomemos, aunque el nivel de sufrimiento si podemos disminuirlo si lo afrontamos con actitud positiva. Ahora bien, los eventos negativos emocionales y mentales son mucho más maleables, pues son totalmene subjetivos: ¿el familiar que nos mira mal, o la persona que nos rebate nuestras ideas más firmes, qué daño está, realmente, haciendo? Reflexionando sobre ello, veremos que el supuesto daño se hace a nuestras ideas, conceptos e inágenes que nos hacemos de la realidad y de nuestra identidad, en realidad, la causa más profunda es que peligra nuestra identidad mental pues la persona común se identifica más o menos con sus ideas, creencias, conceptos, y al atacar estos, se ataca a la persona, se siente un peligro de destrucción, de negación.
Practicar relajación profunda consciente o meditación debilita esta identificación de la persona con sus producciones mentales, y refuerza una identidad sentida, vivida directamente, y no a través de conceptos. Entonces los ataques a las ideas de uno ya no se viven con el dramatismo de antes, no te lo tomas como algo personal, al contrario, es más bien algo impersonal. Y se fomenta la actitud positiva incondicional, pues lo potencialmente negativo no se vive como antes, y en cambio todo lo qur sea positivo, que afirme, que refuerze el bienestar de la persona, se vive con intensidad, incluso más que antes. Se descubre que ese sentido de identidad profunda, más allá de ideas y concepto, es en sí mismo positividad pura, pues como más en contacto estás con ella, cuando más la vives, más sólido te sientes, más imperturtable ante las adversidades. Y llega el momento que te conviertes en esa positividad, la eres, y pasas a ver la negatividad como un fantasma irreal, que se desdibuja y se disuelve en la nada.
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