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dimarts, 11 de juny del 2019

Consciencia emergente


¿Qué es la consciencia?

La consciencia puede verse como la facultad de un ser para estar inteligentemente conectado con su entorno. Sin entrar en detalles filosóficos de qué significa exactamente la palabra "ser", a eso se dedica una rama de la Filosofía: la Ontología, aquí simplemente nos referimos a algo que existe (no es producto de la imaginación, realmente existe); existir viene del latín existere que significa ‘salir’, ‘nacer’, ‘aparecer’, y a su vez deriva de sistere ‘colocar’, ‘estar'.

La consciencia está en todas partes 

Claro, si ser es existir entonces una piedra es un ser, incluso un grano de arena lo es; ¿está una piedra conectada a su entorno? Pues sí, en realidad todo lo que existe está conectado a todo lo demás. Esa piedra está influenciada por su entorno, y modifica su estado en respuesta a ese entorno. Afectan a la piedra los cambios de temperatura y humedad (su estructura interna, sus moléculas, modifican sus vibraciones), de luz ambiente (la luz del Sol es absorbida en parte por la piedra, y en parte reflejada), está sujeta a la gravedad, y por supuesto es afectada por cualquier ser vivo que la golpee o la recoja, incluso se puede convertir en un adorno de un jardín, o en objeto de estudio de un geólogo. Desde este punto de vista, todo lo que existe, o sea todo ser, está conectado con todos los demás seres, tiene pues consciencia.

Consciencia y evolución

Atendiendo a la complejidad de la conexión es cuando aparecen los grados de conciencia. En un ser vivo, además de la conexión con el entorno que encontramos en un mineral, aparecen nuevas posibilidades, más sutiles, que hacen que el ser pueda reaccionar al entorno para adaptarse y mejorar su bienestar. La reacción al estímulo del entorno es básica para la supervivencia, pues el ser vivo es mucho más delicado que el ser mineral, necesita protegerse. Así, la consciencia se hace más y más sensible, compleja, a medida que la evolución crea organismos más avanzados.


¡Qué mirada! Despierta, atenta, amable, expectante ... ¡consciente!
En la especie humana la consciencia alcanza su máximo desarrollo, pues además de conectarla de forma muy sensible a su entorno a través de la conciencia sensorial, el ser humano es capaz incluso de percibirse a sí mismo, de relacionarse consigo mismo, ya no es sólo una relación del ser con su entorno exterior, es además una relación consigo mismo. Por eso empieza a preguntarse ¿quién soy yo en realidad?, esa pregunta nace de la auto-consciencia de sí mismo. 

Consciencia plena, no reactividad

En todo caso la consciencia no es un atributo especial del ser humano, es una propiedad emergente de la materia, está en todo, en grados distintos de evolución. Y sigue evolucionando, probablemente la denominada conciencia plena (mindfulness) que tanta difusión está teniendo en estos principios del siglo XXI sea la siguiente fase de esa evolución: es una emergencia de una consciencia que nos conecta con todo de forma no dual, pues tiene una visión del todo que incluso nos incluye a nosotros mismo en ese todo. 

Además ya no hay una reactividad actuando detrás como sucede en la consciencia menos evolucionada, pues esa reactividad era para proteger al ser vivo, protección que en una sociedad amable, evolucionada, humana, no debería ser necesaria en absoluto. La reactividad en realidad no forma parte de la consciencia, pues ésta como ya hemos dicho es una conexión inteligente, mientras que la acción en respuesta a la información que le llega, de la que es consciente, pertenece a otro ámbito del ser vivo. Es por eso que en los programas de mindfulness se trabaja la no reactividad, pues es fácil confundir la reacción con la consciencia, y se hace necesario un trabajo personal para distinguir una de la otra. El ser humano está capacitado para tener ese grado de consciencia capaz de discernir la diferencia entre reaccionar de forma automática y actuar de forma reflexionada, o incluso de no actuar si es lo mñas conveniente.