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divendres, 27 de juliol del 2018

No es lo mismo pensar que ser consciente. Aplicaciones prácticas.

Pensamiento compulsivo

Es sabido que la educación que hemos tenido las personas que hoy en día somos adultas ha sido preferentemente intelectual, racional, al menos desde que acabamos la educación infantil; teníamos que superar exámenes de asignaturas como matemáticas, historia, literatura, geografía, y otras que intentaban resumir todo el conocimiento de la humanidad parcelándola en temas separados, formando temarios a menudo bastante densos. La sociedad también funciona así, parcelada en profesiones, en especialidades, y además somete al ciudadano a presión continua parecida a los exámenes: hay que "ganarse la vida", hay que afrontar hipotecas, resolver problemas de todo tipo, familiares, personales, de la vivienda, de la comunidad de vecinos, del trabajo ... Todo este modo de vivir potencia al máximo el pensamiento racional, que está continuamente evaluando situaciones, analizando y buscando problemas y soluciones, hasta tal punto que llega un momento que ya no se sabe parar: incluso cuando no hay nada que hacer, cuando se puede descansar, la inercia del pensamiento sigue buscando problemas ... o recordando problemas pasados, nos hacemos adictos al pensar.

Consciencia y campo de conciencia

La conciencia no está bien definida como concepto, no se ha conseguido todavía, aunque todos tenemos una noción de lo que es.  Aquí nos referiremos a la capacidad de ser conscientes por un lado, y por otro a los contenidos de conciencia, o campo de conciencia. 

La capacidad de ser consciente equivale a la capacidad de darse cuenta, de percibir mentalmente; los sentidos, por ejemplo, proporcionan información sensorial, pero si no hay una capacidad de consciencia sensorial que se conecte con los sentidos, la información suministrada no sirve de nada, o de bien poco. Es importante notar el uso de la palabra ser en  la frase capacidad de ser consciente: lo somos o no lo somos.

El campo de conciencia está formado por todos los contenidos de la conciencia en un momento dado, incluidos los recuperados de la memoria cuando recordamos algo y lo traemos a la conciencia actual. ¿Cuáles son los contenidos habituales de nuestra conciencia? Para una persona con pensamiento compulsivo, la práctica totalidad de su campo de conciencia está condicionado por lo que piensa: si está solucionando un problema, su conciencia se llenará de los datos relativos a ese problema, si está preocupada, su campo de conciencia estará ocupado por su preocupación. Si alguna cosa de forma fortuita le llama la atención y entra en su campo de conciencia, no durará mucho ahí, pues su pensamiento compulsivo se encargará de volver a dirigir su atención de nuevo a sus cuitas, problemas y asuntos.

Es importante también señalar que para nosotros, en cada momento, sólo existe aquello de lo que somos conscientes, y todo lo demás no existe. Así, si nos están hablando pero nuestra conciencia está secuestrada por preocupaciones y otros pensamientos compulsivos, no le prestaremos suficiente atención, y lo que diga estará para nosotros como oculto por una niebla más o menos espesa, existirá, pero no con fuerza, claramente, sino débilmente, y como menos atención le prestemos, menos existirá, hasta el punto de poder llegar a no enterarnos de nada si estamos muy atrapados en nuestros pensamientos.

Ser consciente no es lo mismo que pensar

Nuestra conciencia y nuestro pensamiento son cosas distintas, aunque muy a menudo se puedan confundir. Se hace evidente cuando un día nos damos cuenta claramente de que estamos pensando, lo observamos, y nos hacemos conscientes de nuestro propio proceso de pensar.  También puede ocurrir lo contrario, que estemos pensando sin darnos cuenta de que lo hacemos, que es precisamente lo que ocurre cuando pensamos de forma compulsiva, automática. Así, el darse cuenta es hacer claramente consciente alguna cosa. Cuando nos damos cuenta de que pensamos, nuestro campo de  conciencia incluye al proceso de estar pensando, que deja de ser automático: el pensamiento compulsivo se detiene al ser observado atentamente, de forma consciente y despierta. Y al contrario: cuando nos dejamos llevar por el pensamiento automático, caemos en un estado de semi-inconsciencia: el pensamiento compulsivo es inconsciente.

Ser consciente con plena presencia

También nos puede suceder quedar absortos contemplando un paisaje, o una obra de arte, o escuchando música ... esos instantes en los ques estamos plenamente conscientes de aquello, pero no pensamos nada, sólo percibimos, observamos, escuchamos atentamente: estamos presentes. Habitualmente nuestro campo de conciencia está supeditado a nuestro pensamiento, pero la capacidad de ser consciente no está limitada a lo que pensamos. Por ello, es posible mover el foco de la conciencia fuera del pensamiento. Hay un punto importante pero sutil: la presencia implica un alguien consciente que está presente; fijémonos que ese alguien no puede ser el pensamiento, pues cuando observamos el pensamiento, ese alguien, que por supuesto somos nosotros, es el observador de los pensamientos; incluso puede suceder que al observarlo, se detengan, y así y todo el observador sigue estando presente, despierto y alerta, sin pensar: es el estado de silencio mental. Así pues, descubrimos que nosotros no somos nuestros pensamientos.

Aplicaciones prácticas

Resumamos los puntos importantes que hemos ido desplegando, y veamos de que nos pueden servir para la vida cotidiana, pues si no buscamos esta aplicación práctica, todo lo anterior por muy interesante que pueda ser se quedaría en el terreno teórico; nos quedan siete puntos:

  1. Las personas de las actuales sociedades avanzadas a menudo se han hecho adictas al pensar compulsivo.
  2. Una persona con pensamiento compulsivo, tiene sus contenidos de conciencia  condicionados por lo que piensa.  
  3. En cada momento, sólo existe aquello de lo que somos conscientes, y todo lo demás no existe para nosotros, o está difuminado, desdibujado. 
  4. Para la persona fuertemente condicionada por sus pensamientos, sólo existe algo en la medida que piensa en ese algo, y si no piensa en ello, no existe, o tiene para ella una existencia difusa, poco clara, y poco o nada importante. Todo lo que existe para esa persona es su pensamiento y nada más.
  5. Nuestra conciencia y nuestro pensamiento son cosas distintas: el pensamiento compulsivo se detiene al ser observado atentamente, y entonces queda el estado de presencia sin pensamiento, o de silencio mental.
  6. El darse cuenta es hacer claramente consciente alguna cosa, y no tiene porque ser pensando en ello, puede ser por contacto directo con la cosa, por ejemplo, por contacto sensorial, o por intuición.
  7. La presencia implica un alguien plenamente consciente que está presente, libre de pensamiento automático, compulsivo, pues éste lleva a la persona a un estado de semi-inconsciencia, y por tanto de falta de presencia.

¿Para qué nos puede servir todo esto? Veamos algunas situaciones muy habituales de nuestra sociedad a la luz de los puntos anteriores.

  • Problemas psicológicos de inseguridad, angustia: estas personas tienen en su interior todo un mundo de deseos y de temores que inevitablemente afecta a su capacidad de ver la realidad de forma objetiva, y les produce un estado de insatisfacción más o menos permanente. Para solucionar la insatisfacción, esas personas buscan la satisfacción en cosas exteriores, a las que les imponen unas exigencias que muy a menudo no se cumplen. No se dan cuenta de que la insatisfacción les viene de dentro, de que no se están viviendo a sí mismas con plena conciencia. Tienen unas ideas aceptadas de forma inconsciente que son negativas, de miedos, y hasta que no las miren directamente, con presencia, no se disolverán. En el momento que se reconozcan a sí mismas como aparte de sus miedos, de sus esquemas mentales que les producen insatisfacción, todas las angustias se disolverán, dejaran de existir al no prestarles atención, saldrán del campo de la conciencia de la persona.
  • Falta de autoestima, relaciones afectivas insatisfactorias: son debidas a no vivir con plena consciencia la propia afectividad; de nuevo, hay unas ideas establecidas y aceptadas en la mente que te dicen que el afecto te tiene que venir del exterior, y te tiene que venir de una cierta forma, con un "formato" y unas exigencias precisas, sino, ya no te valen, o no te llenan lo que crees que necesitas. Se trata de creencias sobre la afectividad, o sea, estamos en el punto 4: pensamos nuestra afectividad en el sentido de creer que ha de venir de cierta forma concreta, nos hacemos dependientes de esa forma de ver la afectividad. La afectividad hay que vivirla, no pensarla, no desearla y condicionarla, y esa vivencia directa sólo puede darse si estamos despiertos, si nuestra conciencia es capaz de dejar atrás nuestros pensamientos y enfocarse directamente en nuestra afectividad interior, sin condicionamientos mentales. Cuando la persona consigue eso, todos los problemas afectivos personales quedan solucionados de raíz, aunque pueden todavía seguir habiendo problemas de pareja si la otra persona está aún inconsciente y sigue pensando compulsivamente. 
  • Comportamientos violentos, antisociales: La violencia es una defensa de la persona que a menudo se toma como una afirmación de uno mismo contra un medio ambiente hostil que no se quiere aceptar. La persona cree que se está defendiendo de un ataque personal. También puede haber violencia como medio de obtener algo que se desea, y en este caso es más primitiva e irracional, aunque pueda no parecerlo así, pero de hecho en el comportamiento violento se involucran unas estructuras del sistema  nervioso central muy primitivas, las mismas que compartimos con el reino animal y que sirven básicamente para comer y evitar ser comido. En las personas, de nuevo los pensamientos no observados, aceptados de forma inconsciente, pueden originar violencia cuando son contradecidos, pues la persona se identifica con ellos, y al negarse sus ideas la persona se siente negada y por ello necesita defenderse. Esto se ve claramente en las discusiones acaloradas entre seguidores de clubs deportivos, o de política, y muy especialmente en los nacionalismos extremistas, que no aceptan nada que se salga del guión que tienen asumido. También la exclusión social puede producir ese sentimiento de negación personal que produce brotes de violencia. De nuevo, cuando la persona se hace más consciente de sus propias ideas, cuando las mira con plena presencia, deja de depender de ellas, todo el tinglado que tenia montado en la cabeza se cae, su identidad se fortalece y deja de tener la necesidad de defenderse: se vuelve menos vulnerable, y por tanto no necesita reaccionar violentamente.

Hemos visto los conceptos clave del trabajo personal en uno mismo, en la interioridad personal, y algunas aplicaciones prácticas importantes. El cómo hacerlo es un asunto de modos de entrenamiento de la conciencia y del auto-conocimiento, y hay muchos modos. Pero el entender el por qué esos entrenamientos funcionan y cómo aplicarlos a la vida práctica es básico para no ir a ciegas, practicando ejercicios de Yoga, de Mindfulness, de meditación ... si saber exactamente dónde estamos yendo y por qué.




dijous, 19 de juliol del 2018

El despertar de la conciencia


Hace unos cien millones de años antes de la aparición del ser humano en la Tierra, en la era Mesozoica, un pequeño mamífero se desplazaba por el denso y enorme bosque de coníferas, olisqueando con la cabeza baja a ras del suelo, en busca de alimento. En un cierto instante, salió del bosque llegando a una extensión despoblada, levantó la vista y el panorama inmenso se desplegó ante sus primitivos ojos, sólo capaces de ver en blanco y negro, y con cierta borrosidad: vegetación, a lo lejos una cadena de montañas, el cielo, todo en un escenario tórrido, húmedo; en ese instante, y sólo por un segundo, experimentó un destello de conciencia, de "saber" que estaba allí, de "alguien" que observaba todo aquello; sólo duró un segundo, y luego el animal volvió a su estado habitual de inconsciencia. Pero el extraordinario suceso quedó registrado en su cerebro, y a través de la mente inconsciente, a través de una desconocida forma de conexión, quedó también registrado en la mente inconsciente universal, como todo los que sucede.  

Año 2050 de nuestra era. Un joven estudiante coincide en su camino al instituto superior de estudios profesionales con una compañera de clase con la que nunca había hablado; conectan inmediatamente, se abren el uno al otro con suma facilidad, y después de sólo 15 minutos les parece que se conocen de hace tiempo, sienten misma noche el joven tiene un extraño sueño: se ve como un pequeño animal que repta por el bosque, y de repente se abre un extenso panorama ante él: ve en blanco y negro un escenario natural que es diferente de los actuales, y sólo lo ve por un instante antes de volver a la inconsciencia del sueño profundo. Al despertar sin embargo recuerda exactamente la imagen, que de hecho nunca olvidará, y la sensación que la acompañó: se sintió como si realmente fuera un animal que de repente tiene un destello de consciencia. Además, tenia la intuición de que el sueño de alguna manera estaba relacionado con aquella chica que había conocido, y eso era lo más extraño de todo: ¿qué relación podía haber?

Han pasado diez años, y hace cinco que la joven pareja viven juntos, están pensando de tener descendencia. La vida les sonríe, son jóvenes, inteligentes, con buenos trabajos que les satisfacen, y se quieren.  Llega entonces de forma inesperada, como suele ocurrir, la desgracia: la mujer muere en un accidente. En unos instantes todo cambia, la vida para el joven se vuelve vacía, sin sentido, incluso cruel; es capaz de atemperar sus emociones gracias a la formación en inteligencia emocional y en meditación que se le ha proporcionado en la escuela publica, pero no puede evitar que la gran pregunta se le instale en la mente: ¿por qué? A pesar de que está entrenado para aceptar las situaciones y vivir plenamente el presente, la necesidad de comprender le acucia, es una inquietud profunda: ¿por que tanto sufrimiento gratuito? Intentando encontrar respuestas empieza a buscar información sobre cualquier cosa que le pueda dar un sentido a lo ocurrido, a nuestra mortalidad, al aparente caos de la existencia: lee sobre reencarnación, viajes astrales, esoterismo, magia blanca, sueños lúcidos ... y al mismo tiempo intensifica su práctica diaria de meditación: ya no dedica esos diez minutos cada mañana que había estado siguiendo desde niño, lo amplia a veinte minutos tres veces diarias, incluso treinta minutos de meditación reflexiva, intentando entender lo que somos realmente.

Al cabo de unos tres meses los efectos de todo ese trabajo de estudio interior empiezan a llegar. El joven tiene a menudo sueños que vive de forma consciente. Se está dando cuenta, no a nivel intelectual, de comprensión, sino experiencial, vivencial, de que él no es en absoluto sus pensamientos ni sus emociones, sino algo más profundo. Las experiencias "fuera de lo común" empiezan a ser comunes para él. Un día en un sueño en el que conscientemente estaba volando de repente desaparece todo el escenario y se encuentra inmerso en un océano de luz brillante, viva, benéfica, que lo penetra y lo vivifica, y por unos instantes experimenta un éxtasis que nunca olvidará. Otro día, paseando por el campo, de repente se queda pasmado ante la belleza del paisaje, a pesar de que había pasado por allí en muchas ocasiones, pero no sólo del paisaje en global: allá donde dirigía la mirada, ya sea unas pequeñas flores en medio del camino, o un rayo de Sol que se filtraba entre las hojas de los árboles, o un campo de trigo bajo el Sol ... cualquier escena le parecía de una extraordinaria belleza, aquello sí era arte en todo su esplendor, pensó para sí. Empezó a vivir en sí mismo una paz interior imposible de describir para el que está inmerso, identificado, con sus pensamientos. Y en esa paz, si la miraba atentamente, había una presencia, había un alguien que no podía definirse ni describirse, pues no tenia más atributos que la mera presencia, pero al mismo tiempo se presentía como algo muy real, como un puro sujeto sin más atributos.

Y con los meses primero, y los años después, esa presencia se fue haciendo más y más evidente, de forma que lentamente, gradualmente, la conciencia de sí mismo del ya no tan joven buscador de la verdad fue como si dijéramos trasladándose de las antiguas ideas y conceptos de sí mismo hacia la pura presencia del sujeto, del "yo soy". Las antiguas preguntas, "¿por qué?", ya no eran necesarias, el Ser es en sí mismo la respuesta. Nuestro buscador supo, instintivamente, el significado de su antiguo sueño: aquel pequeño animal con el que soñó era él, más exactamente, el era el destello de conciencia que experimentó el animal; más tarde, cuando conoció a la que seria su amada compañera, empezó una nueva etapa de evolución de su consciencia, pues su muerte le había llevado a buscar, trabajar y conseguir una nueva conciencia, y esa era la conexión entre el sueño prehistórico y su compañera: el despertar de la conciencia en él. Y también supo, instintivamente, que su nuevo estado de conciencia no era el último, al contrario, era el principio de una evolución que le llevaría a estados de una paz y magnificencia que era incapaz ni de imaginar.
 

dimecres, 18 de juliol del 2018

Edad espiritual: entender la espiritualidad laica

La espiritualidad del siglo XXI ya no está limitada a la religiosidad, sino que es, o puede ser,  laica. ¿Qué entendemos actualmente por espiritualidad? En sentido amplio, sin seguir ninguna doctrina, es un desarrollo de la conciencia que nos proporciona una perspectiva de la vida más sabia, más inclusiva y extensa, con más perspectiva. Esta definición, como todas las definiciones tan generales, es correcta pero no profundiza lo suficiente para entender realmente de que estamos hablando. Quizá una forma de precisarlo es usando el concepto de edad espiritual, que es una forma de clasificar el desarrollo espiritual, pues en realidad es un desenvolvimiento progresivo, de manera muy similar a como nuestro cuerpo también se va desarrollando desde la infancia hasta la edad adulta, con la gran diferencia de que el cuerpo con el tiempo deja de desarrollarse para empezar a degenerarse y finalmente enfermar y morir, mientras que el desarrollo espiritual no tiene ni límite ni degeneración. Expliquemos pues lo que puede ser la espiritualidad para nosotros usando la analogía de la edad: la edad espiritual, teniendo en cuenta que es sólo una analogía y no debe tomarse al pie de la letra, es sólo una forma de explicar mejor que entendemos por vida espiritual laica.

La infancia espiritual

La gran mayoría de la humanidad está todavía en esta etapa, incluso muchos están en la infancia temprana. La conciencia es estrecha, como lo es la mente, y la persona sólo puede tener una visión superficial de la vida: cree que todo lo que ve es lo único que existe. Está tan inmersa en el mundo exterior, en sus inacabables tareas, problemas a resolver, eventos, información que procesar, que acabamos confundiendo el ser con el hacer, e incluso el ser con el tener.

Seguidores club futbol
Su comportamiento está dictado en gran medida por su mente inconsciente, sus decisiones son poco conscientes, y en cuanto a sus opiniones, simplemente se adhiere y sigue a ideologías que sean afines con su personalidad, en otras palabras, toma sus opiniones prestadas de los demás, pero si se le discuten esas opiniones las defiende a capa y espada como si fueran propias. No se plantea  que sentido tiene la vida ni ninguna otra de las grandes preguntas, simplemente no le interesan. En su tiempo libre procura "distraerse", que significa dejar que algún estímulo externo capture su atención para no aburrirse.

No actúas como creo que debes
Depende mucho de su entorno para estar bien: si las cosas no funcionan "como deberían", sufre.  Así, si se ama se depende mucho de la persona amada, si se corta la relación, se sufre intensamente; hay padres y madres que no se hablan con sus hijos o hijas porque no se comportan como ellos esperaban, hay personas con depresiones severas, o con trastornos de ansiedad causados por un entorno que ven como negativo u hostil, y sufrimos en nuestra moderna sociedad del bienestar una altísima tasa de suicidios, cercana a una de cada 10.000 personas al año (si al lector no acostumbrado a estadísticas le parece poco, que compare con la tasa de muertos en accidente de tráfico que es de unas seis personas de cada 10.000). La persona en la infancia espiritual a menudo hace sin saber porque lo hace, o con una idea vaga, difusa. Vemos a personas entrenando y sufriendo cada día para llegar a correr una maratón simplemente porque "les motiva" pero no tienen claro porque les motiva (los ejemplos de muerte súbita entre los participantes que se inscriben a estas pruebas están en aumento, en proporción a la popularidad que año tras año va ganando esta prueba: los peligros de las maratones). La persona se desconoce a sí misma, necesita el auxilio de un psicólogo para ello, y nunca pasa de la superficie, de la personalidad.

La pubertad espiritual

Activismo social
En esta etapa, en la que actualmente hay un número significativo y creciente de personas, el individuo ya se hace preguntas sobre el mundo y sobre sí mismo, se siente incómodo con "el sistema" y con la sociedad, ve los grandes problemas que tiene la humanidad y él mismo, y siente la incomodidad de no saber las respuestas. Hay una inquietud, aunque no se tiene claro exactamente el por qué, el origen de esa desazón. La persona busca ideologías "alternativas", o bien se hace activista de causas diversas, o practica yoga, u otras vías de escape de una realidad que no le convence; no acepta de buenas a primeras las tendencias sociales, al contrario, las cuestiona, puede ser muy crítico con ellas, y hacerse militante de movimientos progresistas, sobre todo en la juventud. Y se hace más consciente de su interioridad, de sus emociones, sentimientos y pensamientos. Se interesa por la inteligencia emocional, por la meditación, se interesa, pero no las trabaja a fondo, solo simpatiza y hace algunas cosas al respecto, como leer libros, sin comprometerse con la práctica.

Por ello, sigue en gran parte siendo dependiente del medio exterior en el sentido de desear y esperar que "las cosas le vayan bien". En el terreno sentimental, tampoco se depende totalmente del otro para expresar amor, ha contactado con sus propias emociones amorosas, con lo que siente en sí, y sabe que puede amar a mucha gente simplemente por el gozo de hacerlo, pero es un gozo emocional, es un gozar de amar como emoción y/o como actividad sexual, y en el fondo es un amar egoísta, pues ama para gozar ella, más que para dar, lo hace para recibir. 

La adolescencia espiritual

"La vida no tiene sentido,
todos acabamos muriendo."
Aquí según creo hay todavía un porcentaje bajo de la población. La inquietud y desazón de la pubertad aumentan hasta alcanzar una presión muy fuerte sobre la persona, que sufre por ello, y a veces empieza a tomarse seriamente el asunto del desarrollo de la conciencia y del control de la mente y las emociones. Es incapaz de eludir las grandes preguntas de la vida, ¿quien soy? ¿qué hago aquí? ¿que sentido tiene todo esto? ¿qué es el amor?... para las que no tiene respuesta precisa, todo son dudas acuciantes.

Hay un viejo chiste: dos mujeres mayores están en un hotel de alta montaña y una comenta, "¡Vaya, aquí la comida es realmente terrible!", y contesta la otra: "¡Y además las raciones son muy pequeñas!". Pues básicamente así es como me parece la vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa. Woody Allen: Annie Hall, 1977

Hay personas que llegan abruptamente a esta etapa después de sufrir un grave acontecimiento en sus vidas, como superar un cáncer, o la muerte de un ser querido. Esta inquietud, que es una inquietud espiritual pues busca trascender la realidad vivida hasta ese momento para acceder a una visión más amplia y sabia que proporcione las respuestas buscadas, puede ser el motor del cambio personal. Es una etapa de grandes dudas, y eso es bueno, porque si no hay dudas no se buscan las respuestas. Hay quien recurre a hacerse monje budista para encontrar el sentido, otras personas se hacen meditadores serios, practicando diariamente durante años, otras más intelectuales, como Woody Allen, se conforman con tomarse las cosas con humor y ciertas dosis de cinismo:
Primero se convierte en un asesino y ahora se hace cristiano. No sé qué es peor. ¿Qué he hecho yo para merecer un hijo así? Woody Allen: Café Society, 2016
La cuestión es: ¿he aprendido algo sobre la vida? Sólo esto: los seres humanos están divididos entre mente y cuerpo. La mente abarca todas las aspiraciones nobles, como la poesía y la filosofía, pero el cuerpo se lleva toda la diversión.Woody Allen: La última noche de Boris Grushenko, 1975

La edad adulta espiritual

En la madurez espiritual la inquietud llega a su fin y nos trae paz, una paz que se expande en nuestro interior, en nuestras emociones y nuestra mente. Empezamos a intuir las respuestas a las grandes preguntas. Aceptamos la vida tal como es, sin exigencias, sin quejas. Aprendemos que amar es simplemente una expresión gozosa de nuestro propio ser, no lo buscamos para gozar, simplemente ya es, nosotros lo somos, y lo expresamos siempre que las condiciones sean las adecuadas, no para nosotros, sino para los demás. Nos volvemos muy conscientes de nuestra interioridad, de cómo funcionamos y del porqué lo hacemos, y a partir de ahí nos volvemos más empáticos con los demás pues en el fondo son como nosotros, los entendemos por fin. 

Nos recogemos: buscamos voluntariamente un tiempo y un lugar para el silencio, para interiorizarnos, y nos damos cuenta de que en esos instantes simplemente somos, sin hacer nada. Por eso es importante aislarse en la soledad y el silencio de vez en cuando, para recuperar la visión real de nosotros mismos: somos, luego hacemos y tenemos. La acción necesita un sujeto que la realice, y la propiedad necesita un sujeto poseedor; ese sujeto es, siempre es, tanto si hace como si no hace, tanto si tiene como si no tiene. 

Eknath Easwaran
En esta fase puedes pasar a hacer una verdadera indagación sobre ti mismo: ¿cuando actúo, qué es lo que me motiva a hacerlo? ¿qué nos mueve a actuar? Antes de hacerte esa pregunta has tenido que recuperar la conciencia de simplemente ser, aunque sea parcialmente, pues si confundes tu ser con tu hacer, no tienes la perspectiva necesaria para preguntarte por tu hacer, pues lo crees parte de ti mismo. Cuando ves que son cosas distintas, entonces puedes mirar tu hacer desde tu ser, intentando comprenderlo. Vas descubriendo lo que la ciencia ya nos dice hace décadas: tu hacer es mayormente inconsciente, automático, reactivo; de hecho no sólo tu hacer en cuanto acción externa, también tu pensar, tus pensamientos, aparecen solos, sin desearlos, automáticamente.

Al ir descubriendo más y más tu ser, todo lo demás se va viendo como externo al ser, incluso los pensamientos, que antes de veían como algo muy interior, muy personal, se van viendo así también: el pensar desde el punto de vista del sólo ser, es también un hacer. Por eso podemos estar en silencio mental, porque paramos de hacer pensamientos. La persona llega a conocer y dirigir su propio mundo interior, contacte con su ser interno, y sabe que en última instancia es inteligencia, es bondad amorosa, y es energía; ese es el comienzo de la auténtica vida espiritual.






divendres, 13 de juliol del 2018

Aprender a bucear en el profundo lago de la mente

El misticismo clásico compara la mente con un lago situado en un lugar donde continuamente sopla el viento de los estímulos emocionales: la ira, el miedo, la codicia, la obstinación, ... siempre está actuando uno u otro, y la superficie del agua nunca está en calma, al contrario, siempre está agitada; como mucho, en algunos instantes sólo está rizada por vientos sutiles, pero en otros hay verdaderas tempestades.

La meditación, complementada con la decisión de llevar un cierto tipo de vida centrado, apacible, agradable, es capaz de detener esos vientos emocionales hasta dejar la superficie del lago totalmente plana, hasta que ni una onda la perturbe.  La mente se vuelve cristalina, y a través de ella se percibe el fondo: la base en la que se sustenta nuestra personalidad.  Y es una base sorprendentemente estable, agradable, benéfica, llena de energía positiva, de vida. El misticismo cristiano la llama el Cristo en nuestro interior, el hinduismo le llama Atman, o el Ser. Más allá del nombre dado, sólo es posible entender de qué estamos hablando por experiencia propia, viviéndolo en primera persona.

La imagen del lago no obstante es valiosa como metáfora de lo que nos vamos a encontrar. En la superficie nuestra conciencia es la habitual, fijada en los objetos externos, siempre sujetos a cambios; desde ahí lo vemos todo como separado: tenemos diferente aspecto, edad, patrones de comportamiento, diferentes ambiciones. La mayoría de nosotros no vemos más allá de este nivel superficial debido a la constante agitación de la superficie. En este estado es todo un reto estar conectado con otras personas, ya que toda nuestra atención está absorbida en las cosas que nos hacen parecer distantes, separados de ellos, y únicos.  

Si nos sumergimos en el lago de nuestra mente, justo por debajo de la superficie, los vientos exteriores nos afectan mucho menos y ganamos en claridad; es un nivel bastante desconocido en el cual empieza a disiparse la visión de separación. Como más profundizamos, más vemos las diferencias con los demás como algo superficial, y en cambio vemos las semejanzas, y nos damos cuenta de que todos somos iguales en un 99% de nuestro ser. A medida que aprendemos a bucear más profundo en la mente, captamos la sensación de unidad de la vida, de ser uno con el todo. Esta percepción es profundamente transformante, ya no tiene sentido sentirse solo, sentirse aislado, la vida cobra sentido, no es necesario marcarse metas ambiciosas para sentirse realizado, eres vida, ya estas realizado, completo.  Te vuelves sostenible: no necesitas nada para sentirte bien, completo; comprar muchas cosas, viajar  mucho, ganar mucho dinero, hacer muchas actividades, no parar en todo el día para sentirte ser, todo eso se ve como superficial e innecesario, ya estás bien siempre, ya eres completo.

Las personas a menudo nos proponemos dominar alguna habilidad, y le dedicamos muchas horas, en busca de la satisfacción personal de estar dedicado a algo en lo que quieres desenvolverte bien, y conseguirlo, y ello nos da una cierta sensación de realización personal.  Hay quien dedica horas cada día en el gimnasio, buscando tener un cuerpo escultural, o tener una gran  resistencia sobre la bicicleta, hay quien entrena para correr maratones, otros están horas jugando en Internet escalando ránquings, buscando estar lo más arriba en las listas. Esas actividades son muy exigentes: si las dejamos a un lado por unas semanas, perdemos rápidamente todo lo conseguido en meses y meses de esfuerzo. Y en todo caso con la edad también se pierden facultades y tu nivel descenderá irremediablemente. 

En cambio, con ese nivel de esfuerzo dedicado a aprender a calmar la mente y bucear en sus profundidades, cualquiera puede experimentar por sí mismo la unidad de la vida y de la existencia,  que es la auténtica realización de la persona, que hace superficial e innecesaria cualquier otra pseudo-realización. Es un logro perenne, nunca se pierde, incluso dejando de practicar por un tiempo, lo que has conseguido es tuyo, no se va, y se mantiene a cualquier edad.

La Psicología ha estudiado la mente desde una perspectiva científica, pero ¿hasta que punto podemos entender la mente con métodos científicos? Mientras nos identifiquemos a nosotros mismos con la mente no podemos ser objetivos con ella; creemos que debemos obedecer a su continuo movimiento, y lo único que podemos hacer es tener un buen bote (que vendría a ser la personalidad) para remar en esa superficie, y no naufragar cuando llega la tormenta emocional. 

Pero la meditación nos da otro punto de vista: vemos claramente que nosotros no somos la mente. La mente es un mundo interior, un mundo en el que podemos aprender a movernos. Nuestra mente individual es como un pequeño remanso en ese gran lago, y podemos cuidar de que esté calmo, transparente. Y podemos sumergirnos en el lago y ver sus profundidades, por debajo de las adversidades superficiales. Esta es una habilidad potencial de todos nosotros, está al alcance de todos. 
Bucea profundamente en el Océano de la Belleza de Dios, si desciendes lo bastante profundo, allí encontrarás las gemas del Amor ... Sri Ramakrishna


dijous, 12 de juliol del 2018

Conocimiento del bien y del mal


Génesis y pérdida del paraíso

El autor de los pasajes del Génesis del Antiguo Testamento sin duda tenía un concepto de Dios que lo mostraba como muy duro, como temible: cuando se le desobedecía, te maldecía, y no de palabra sino de hecho, usando su poder para castigar terriblemente al desobediente. Es un texto que como mínimo fue escrito hace 2500 años o más, y podemos imaginar en que contexto fue escrito, no se pueden tomar sus palabras al pie de la letra. Ahora bien, puede ser casualidad o no, pero hay detalles en esos textos que tienen una profundidad de visión muy destacable: entre afirmaciones absurdas como la maldición a la serpiente encontramos afirmaciones que pueden evocarnos verdades. Concretamente, comentaremos el significado del árbol del conocimiento (del bien y del mal).

Antes de comer el fruto del árbol, el ser humano se encontraba en un estado paradisiaco: no conocía la diferencia entre el bien y el mal, no tenia conocimiento en ese sentido. Cualquier animal está en ese estado, es incapaz de hacer el mal, si mata es para sobrevivir, por instinto, no por decisión de dañar. Si no tenemos el conocimiento necesario para distinguir el bien del mal, ¿existirá el mal? La respuesta es clara: no; nuestras acciones no podrán ser consideradas malas si no hay una mala intención que las provoque, y la mala intención necesita un conocimiento detrás. Así pues, antes de comer el fruto prohibido, el ser humano estaba en un estado animal en el que no existía el mal. 

Al comer del fruto, obtuvo el conocimiento de diferenciar lo bueno de lo malo, y automáticamente lo aplicó a absolutamente todo: cualquier cosa, persona, evento, es etiquetado como bueno o malo, como correcto o incorrecto, como placentero o desagradable. Esa es una función automática de la mente, no necesitamos decidir hacerlo, sucede, como el respirar. Ese conocimiento es presentado en la Biblia como problemática, pues el ser humano ya no vive en paz, pero además el Dios bíblico le castiga con la mortalidad, con dolor y con sufrimiento ... podríamos decir que todo eso ya existe en el mundo animal, pero ahora además está el tener conciencia de ello: es muy distinto ser mortal y no saberlo que saberlo, como también sufrir dolor sin saber que estás sufriendo, o sabiendo que ese dolor lo soportas tu; el conocimiento de que vas a morir, y de que puedes sufrir mucho, genera miedo y aleja de nosotros la paz natural  en la que vive un animal.

Parece entonces el asunto del árbol del conocimiento como una metáfora del despertar de la humanidad a la auto-conciencia, a la dualidad yo-mundo, al verse separados del mundo, y empezar a juzgar todo lo que contiene como bueno o malo.

Trascendiendo la dualidad bien-mal

 También hace unos 2500 años, en otra parte del mundo, alguien al que llamaban el iluminado, o el Buda, meditaba sobre el sufrimiento y obtenía un profundo y práctico conocimiento sobre él, dicho de otra forma, se liberaba de la maldición bíblica del sufrimiento. Analizamos sus descubrimientos siguiendo al autor E. Easwaran, antiguo profesor de meditación y prolífico escritor de libros de espiritualidad. 

Un aspecto de clasificarlo todo como bueno o malo es el que se relaciona con etiquetar cosas como agradables y deseables (me gusta) o todo lo contrario (no me gusta). Ocurre que el principio básico del placer, "busca y haz lo que te gusta, evita lo que no te gusta" es la base del pensamiento condicionado, involuntario, automático. Llevado al extremo, nos lleva a un comportamiento dictado por nuestros me gusta/no me gusta. Pero la capacidad de decidir hacer algo que no nos gusta por un motivo de peso es muy importante: cualquier deportista lo sabe, hay que entrenar muchas horas, esforzarse, incluso sufrir, para obtener unos resultados en el futuro. Como dice el viejo dicho:
"La persona inmadura hace siempre lo que le gusta, a la persona madura siempre le gusta lo que hace."
Es necesario cultivar un punto de vista superior, que trascienda el automatismo del bueno/malo; cuando el sentimiento "me gusta/me disgusta" se hace fuerte, lleva a fuertes apasionamientos, que son una vía rápida hacia las opiniones rígidas, y hacia la ira/odio hacia quien las contradiga, y esto por desgracia es bastante común actualmente ... 2500 años después de que el Buda lo entendiera. El etiquetaje automático bien/mal, cuando nos los tomamos muy en serio, puede dominar nuestro pensar y hacer, volviéndolo condicionado a aceptar/rechazar automáticamente. En realidad, cualquier idea de "me gusta" puede potencialmente llegar a degenerar en una obsesión. Es una pérdida de libertad de pensamiento y decisión. Y en parte es la razón de que muchas ideologías tengan la fuerza que tienen para captar (podríamos incluso decir capturar personas). 

Entrenar la atención

¿Cómo se cultiva esa trascendencia de la tendencia compulsiva al etiquetaje "bien/mal"? Entrenando la atención. Con una atención entrenada, lo que significa que podemos dirigirla o apartarla a voluntad hacia/de cualquier objeto o pensamiento, cuando nos viene una idea de negación de algo (pues un "no me gusta" en realidad es un negar que ese algo haya de existir, preferiríamos que no existiese) simplemente apartamos nuestra atención de esa idea, no le prestamos nuestra atención. Aquello a lo que atendemos cobra vida para nosotros, y aquello a lo que desatendemos se difumina, y eventualmente desparece. Con una atención entrenada recuperamos nuestra libertad de acción y pensamiento, no nos dejamos llevar por el automatismo heredado del fruto del árbol del bien y de la mal, y somos capaces de decidir inteligentemente, más allá de preferencias superficiales, que hacer y que decidir. 

Incluso no necesitamos sufrir cada vez que la vida nos lastima, simplemente apartamos nuestra atención del sentimiento de sufrir; en el otro extremo, si sufrimos por cada cosa que sucede que no nos gusta, acabamos desarrollando una tendencia compulsiva al desagrado, al estar protestando por prácticamente todo. En vez de entrenar nuestra mente hacia la libertad de pensamiento, la entrenamos para ser altamente efectiva para rechazar, para hacernos sentir incómodos, cualquier suceso, cualquier palabra negativa que nos digan,  tiene la capacidad de hacernos sentir mal: quedamos a la merced de cualquiera. Por eso Buda sentenció que nuestro sufrimiento lo generamos nosotros mismos. 

Soltar y soltar ...

Al igual que es muy importante saber relajar el cuerpo, o mejor dicho, recordar como se relaja, pues era un conocimiento natural que todo niño/a tiene, necesitamos también saber relajar nuestro pensamiento. Mientras éste corra desbocado, por su cuenta, no observado, y le prestemos toda nuestra atención a cada pensamiento que aparezca, tanto si es positivo como si es negativo, constructivo o destructivo, amoroso o odioso, o cualquier otra dualidad derivada del fruto del bien/mal, sufriremos las consecuencias. Relajar esa atención, no fijarla a todos los pensamientos y emociones que aparecen, sino sólo a los que decidamos que merecen nuestra atención, soltando los demás, nos hace libres, y recuperamos la paz perdida. Deshacemos la maldición del Dios bíblico, al menos en parte: seguiremos siendo mortales. 

Lo bueno y lo menos bueno

Hablando más en general, ya no sólo de lo que nos gusta o no, sino del concepto del bien y del mal, podemos ver fácilmente que son conceptos relativos, moralmente hablando, pues la moral es variable, no siendo la misma en todas la épocas ni regiones y culturas del mundo.  Mirando atentamente nuestro concepto del bien y del mal, veremos que en el fondo sentimos que dañar a los demás está mal, especialmente si lo hacemos en nuestro propio beneficio, por egoísmo; la Naturaleza obra así: el fuerte domina al débil, el carnívoro mata por su beneficio. Pero nosotros tenemos conocimiento, sabemos lo que hacemos, o deberíamos saberlo, pues la realidad es que seguimos a menudo obrando de forma automática sin saber de verdad lo que estamos haciendo. Por ello, el obrar correcto, bondadoso, ha de ir guiado por el conocimiento correcto, por la conciencia despierta. Es el mismo camino que nos libera del sufrimiento, también nos hace discernir cuando hacemos daño a los demás y por que motivo, para que podamos decidir si es correcto o no. A medida que vamos tomando conciencia, veremos que en el fondo, siempre buscamos lo bueno, sólo que a veces nuestra inconsciencia nos hace tomar caminos complicados, menos buenos.







dissabte, 7 de juliol del 2018

El amor como energía, ser conscientes de ello

Antes de nada, decir que en este artículo, entendemos por "energía" la capacidad potencial de generar una acción, de movilizar, de crear. Sin energía nada se mueve, nada puede hacerse, y nada puede existir. Hablaremos del amor desde un punto de vista "técnico", como una energía que nos mueve a relacionarnos con el mundo, analizando cómo lo expresamos las personas. Para ello, definimos tres niveles de expresión, dependiendo del nivel de auto-conciencia de la persona. Este tratamiento analítico es muy importante, pues las personas somos seres mentales, y necesitamos entender qué nos pasa y porqué, más aún en un tema tan importante como el amor. Reflexionar en lo que se expone a continuación, puede elevar nuestra visión de los que  somos, y hacernos más felices a nosotros y a nuestro entorno.

Nivel 1. Afectividad y sexualidad habituales

Habitualmente cuando hablamos del amor, nos referimos a su aspecto afectivo. que es cuando sentimos atracción por algo o alguien que vemos como deseable, como bueno o hermoso, o que simplemente despierta en nosotros el deseo de cuidarlo, de tenerlo cerca, de estar por él, despierta de alguna nuestra bondad activa, queremos hacer cosas buenas por él. Este seria el aspecto "dar" del afecto, también está el aspecto "recibir", por el cual esperamos recibir afecto de "quien debería tenernos afecto", por ejemplo nuestros padres, familia, pareja, amigos. A menudo se mezcla el identificar el amor no sólo con este aspecto afecto, sino también, en mayor o menor grado, con el aspecto sexual, biológico. Tenemos aquí toda la variedad de casos típica de la humanidad: desde personas cerradas a su afectividad que prácticamente sólo viven el amor a través del sexo y nada más, pasando por otras que lo balancean en más o menos, hasta personas cerradas al sexo que quieren vivir el amor principalmente en su faceta afectiva, bondadosa. Entre estos extremos se mueve actualmente la mayor parte de la humanidad (escrito a principios de siglo XXI, para conocimiento del que lo lea mucho tiempo después, si es que estos textos sobreviven).

Nivel básico: el amor se expresa como afecto-sexo hacia otras personas


Incluso una persona determinada no siempre está fija en una posición concreta de esta escala afectividad-sexualidad, sino que se mueve entre esos dos extremos dependiendo de la otra persona con la que se relacione y de las circunstancias. 

Vemos que el amor en esta manifestación habitual es siempre dual: nosotros y el objeto amado, damos y recibimos afecto y/o sexo. Es siempre relativo a un objeto, nos relacionamos con algo externo a través del amor. Si no tenemos ese objeto al que amar, no podemos amar a nada; el objeto puede ser cualquiera, incluso un trabajo o un club de fútbol. Por ello, podemos verlo como una energía que nos hace relacionarnos con el mundo, pero no es una relación intelectual, fría, sino emocional, transformadora, enérgica. 

Nivel 2. Vivir directamente nuestra afectividad personal

Algunas personas desarrollan la consciencia de su propia afectividad, se dan cuenta claramente de que su afectividad hacia cualquier objeto externo es su afectividad, surge de ellas mismas. Al darse cuenta de ello claramente, hasta cierto punto se independizan de los objetos externos de afectividad. Este es un cambio de perspectiva importante: la persona vive de modo directo su afectividad, independientemente de si se dirige a tal objeto o a tal otro. Cuando no se es auto-consciente de la propia afectividad, la persona es dependiente del exterior: si la persona amada no nos corresponde, sufrimos, o si no podemos dar afecto a quien queremos, también sufrimos. Incluso siendo correspondidos, si no lo somos en la medida deseada, o en la forma deseada, también sufrimos.

Se dice que el amor es la energía primordial del Universo (“Dios es amor” -1 Juan 4:8-); cuando esa energía queda parcialmente atrapada en nosotros, no puede circular y vivificarnos, sufrimos. Siempre es nuestra mente la que actúa abriendo o cerrando el flujo del amor, decidiendo si en tal situación, con tal persona, deberíamos ser amados o deberíamos dar amor, y en que forma y medida. Pero nuestra mente tiene la capacidad de percibir claramente el origen de nuestra afectividad, y es de nosotros mismos, de nuestra interioridad; es entonces cuando nos volvemos capaces de relajar ese control de la mente, de soltar ... y nos volvemos capaces de vivir nuestra afectividad directamente, con cierta independencia del exterior.

Afectividad y ego
Hay personas que llegan a este conocimiento buscando protección de las decepciones que han tenido con el amor, del dolor que han soportado, o de la incertidumbre inherente a depender de objetos externos que pueden fallarnos; esas personas son lo suficientemente conscientes e inteligentes para analizar la situación de relación que ha salido mal, y son capaces de irse hacia su propia afectividad interior, para vivirla directamente, sin depender de nadie, soltando ataduras externas. Por ello, tienen más facilidad para "querer y dejar de querer, o dejar ir" a los demás; en el aspecto sexual, pueden ser más promiscuas sin sentirse superficiales por ello, al contrario, están viviendo su propia sexualidad más intensamente. Ya no sufren si el objeto exterior desparece o deja de ser "adecuado", y esto es claramente una ventaja... para ellas, porque para los demás, si todavía están en el nivel anterior de dependencia, pueden ir sembrando dolor a su paso, al romper relaciones con suma facilidad. Además, al tener más conciencia y conocimiento, ven a la otra persona que sufre de desamor como alguien perdido en la ignorancia, como alguien que vive erróneamente el amor, y no se compadecen en absoluto, piensan "ya se le pasará, y quizás aprenda algo de esto".

Vemos que no todo son ventajas en esta forma más interior de vivir el amor: puede ser que estas personas utilicen a los demás como instrumentos para vivir intensamente su afectividad y sexualidad, o sea, que los utilizan para su gozo personal. También suele suceder que estas personas no se entreguen a sí mismas en la relación amorosa: pueden dar mucho afecto, pero interiormente guardan una "distancia de seguridad"; en realidad, hay un miedo actuando, el miedo a entregarse totalmente y a ser dañado en consecuencia, y de ahí el querer conservar una independencia: te doy mi afecto, si, pero no a mí mismo. Esto es típico del ego, que siempre está a la defensiva, a veces de formas muy sutiles.

Aquí de nuevo tenemos toda la gama de posibilidades humanas: personas muy afectivas con todo el mundo pero más cerradas en su aspecto sexual debido a sus ideologías (recordemos que la mente actúa como un "grifo" del amor, abriendo o cerrando su flujo), o bien usando a los demás como meros objetos sexuales si es que su ideología le indica que eso es lo correcto. Se puede caer en esta visión egoísta del otro como mero instrumento para vivir la propia sexualidad. También algunos "seguidores informales" del Budismo creen que al obrar así están siguiendo la doctrina del "no apego", una de las vías del Budismo para liberarse del sufrimiento, aunque lo tienen mal entendido, no es eso, es un concepto más profundo, en este blog hay varios artículos sobre el amor y el apego, por ejemplo: sobre el amor y el apego.

Esta utilización de los demás para vivir la propia afectividad sucede debido a que la persona vive el amor de forma egocentrada. Tanto en el nivel 1 como en el nivel 2 la relación amorosa está supeditada a la conveniencia personal; esto puede ser sutil, siendo necesario estar muy auto-consciente para detectarlo: puede ser que una persona esté siendo afectuosa con otras no como expresión natural de su ser, sino como medio de sentir esa afectividad en su interior, de disfrutar ella del dar afecto, y del recibir afecto a cambio.

Interiorización: el afecto se vive en sí mismo, con cierta independencia de los objetos externos

Nivel 3. Vivir la esencia de la afectividad

La persona puede profundizar más su auto-conciencia en el aspecto afectivo, buscando conectar con la esencia de su afectividad. Así como en el nivel anterior se vivían los estados de afectividad personal, más o menos independientemente de los objetos externos, en este nivel se vive la afectividad en sí, impersonal, trascendiendo totalmente la dualidad sujeto-objeto.  En el nivel básico se depende del exterior, en el nivel siguiente, se depende de los estados afectivos interiores, se disfruta del hecho de amar, y por ello la persona no se entrega, es un gozo personal, una especie de sensualidad amorosa, de estar enamorado de la emoción del amor. Cuando vivimos la esencia misma de la afectividad, soltamos todo, incluso esos estados afectivos personales, que se trascienden, al igual que se suelta el ego, aquel que desea vivir la afectividad pero tiene miedo a ser dañado si se abre demasiado y se entrega.

Afectividad unificada, no hay dependencia alguna
Al vivir la afectividad directamente, podemos expresarla en cualquier situación, en cualquier momento; tenemos la libertad absoluta de vivirla siempre, de experimentar estados afectivos positivos de forma continuada, de hecho, son parte integrante de nosotros mismos, no necesitamos desearlos ni provocarlos, los somos. Se vive directamente un estado de felicidad como algo muy real. Y se establecen relaciones afectivas que se viven desde esa profundidad, como una expresión gozosa de nuestro ser. Puede entregarse totalmente, sabiendo que nunca va a salir dañado, pues al haber soltado toda expectativa de ser correspondido, de dar y también de recibir a cambio, no tiene nada que perder. Sólo se puede amar así cuando se vive más o menos centrado en el Ser, cuando el ego personal está muy debilitado, y todas las protecciones del ego se han soltado por innecesarias. Es en este nivel que podemos escribir la palabra Amor con mayúsculas, pues es cuando realmente lo somos y lo expresamos, sin filtros ni barreras. Este es el amor incondicional, o sea, el que se expresa sin condiciones, y también es el amor sin apego del Budismo, pues das sin atarte, que no es lo mismo que dar sin entregarte: ahora puedes entregarte totalmente sin atarte.

La persona puede llegar a experimentar este estado cuando se da cuenta de que en el nivel anterior, el de disfrutar directamente de los estados afectivos, hay egoísmo, hay una utilización de los demás para provocar esos estados, y por tanto es un amor imperfecto, tanto si lo ha visto en sí mismo, como si lo ha visto en otros.

Amor-energía-consciencia

El amor es una energía de relación, y para manifestarse necesita medios, nosotros somos el medio. La forma de manifestación concreta depende de nuestra mente y de nuestro nivel de conciencia; si estamos muy condicionados por la mente, por sus ideas fijas de "cómo deberían ser las cosas", nuestra expresión del amor estará igualmente condicionada. Sólo cuando relajamos nuestros controles, ideologías, miedos, y conectamos nuestra mente con nuestro ser interior, el amor-energía puede expresarse entonces a través nuestro de forma limpia, directa, tal como es en esencia. Es ese amor que es capaz de cumplir fácilmente e incluso superar la definición de San Pablo, que de otra forma nos parece inalcanzable, sólo reservada a personas santas:
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. San Pablo. Primera Carta a los Corintios.



diumenge, 1 de juliol del 2018

Desmitificando la iluminación y la auto-realización

Muy en general se ve al concepto "alcanzar la iluminación" como algo poco deseable, reservado a adeptos y anacoretas que se aíslan del mundo, y viven extasiados y desconectados de la realidad cercana, la que vivimos el resto de las personas.  En realidad, la analogía con la luz, con iluminar, nos indica que estamos hablando de ver claramente, de esclarecer bajo la luz del entendimiento, o de la percepción simple y directa. Se suele distinguir entre la iluminación intelectual, que es aquella en la que la mente llega a ver un asunto o problema en profundidad y extensión, con claridad, de la iluminación espiritual, en la cual vemos claramente la realidad del espíritu, no creemos en él con fe ciega, sino que lo vemos. 



Toda iluminación, tanto la intelectual como la espiritual, tienen grados: se puede ver de forma tenue, con más claridad, o con mucha claridad. Para iluminar mentalmente un asunto suele se necesario primero dedicar mucho tiempo a reflexionar, estudiar el tema, a "mirarlo" mentalmente, intentando poner luz sobre él. A menudo la iluminación llega de golpe, como si se encendiera la luz: el entendimiento se consigue de repente, y ya es nuestro para siempre, veremos el asunto con más y mejor entendimiento. 

La separación que hacemos entre conocimiento material, "real", y conocimiento espiritual es de hecho artificial, pues la realidad es una, única, y comprende todo el espectro de conocimiento. Hace milenios intentar entender la naturaleza última de la materia era metafísica, hoy en día para nosotros es simple Física, aunque la materia sigue siendo igual ahora que entonces. De igual modo, la práctica de la meditación era reservada a unos pocos monjes aislados en monasterios, mientras que actualmente es una práctica cada vez más extendida entre la población en general. Etiquetamos como "real" o "espiritual" al conocimiento desde nuestro conocimiento actual; cuando profundizamos, vemos que todo es simplemente conocimiento. 

Como decíamos, la iluminación tiene grados: no es un todo o nada, hay toda una gradación de la luz disponible. La vieja imagen del iluminado desconectado de la vida sólo sucede cuando uno busca aislarse del mundo para encontrar otra realidad, entonces encuentras exactamente lo que buscas: desconexión. Si permanecemos aquí, y buscamos conocimiento tanto externo como interno, seguiremos estando aquí, no nos desconectaremos, sólo veremos las cosas desde un punto de vista distinto, con mejor conocimiento y más perspectiva. Se puede estar iluminado y conservar un alto pragmatismo y sentido práctico de la vida. 

La iluminación gradual, "aterrizada" (una vez más uso este calificativo inspirado en el profesor de mindfulness Fernando Tobías) o sea sin desconectarse del mundo, se consigue realizando un trabajo constante, personal, sobre uno mismo a través de la meditación. Sus efectos son diversos y comprobables:

  • percepción del automatismo del pensamiento y de las emociones
  • percepción del "observador" de esos pensamientos y emociones
  • incremento de la paz, de la serenidad y ecuanimidad mental 
  • estabilidad emocional
  • aumento de la empatía
  • capacidad incrementada de ver el fondo de las cuestiones
  • disminución de las "necesidades" ilusorias y del deseo en general
  • mayor satisfacción vital, mejora de la calidad de vida
  • mejora de las relaciones interpersonales
  • ( . . .)
Gozo incondicional (aunque
en la imagen se debe a enamoramiento)

Todos estos efectos no son el objetivo, aunque habrá quien desee conseguirlos y por ello se disponga a meditar, sino efectos colaterales de la iluminación gradual. El verdadero objetivo es simplemente ver con claridad, más allá de ideas previas o ideologías cerradas. Es saber, conocer, realizar. Si sólo buscamos algunos de esos efectos, sin duda los conseguiremos en cierto grado, pero sólo los conseguiremos todos en alto grado si nuestro objetivo es simplemente saber, ver bien, entender.

Y hay más efectos, los que hemos descrito sólo son los que encuentras en los grados más elementales de iluminación, y son alcanzable por todos nosotros si tenemos suficiente constancia en la práctica. La visión que se consigue del mundo y de todo lo que contiene, y de nosotros mismos en los grados superiores es realmente difícil, o imposible, de describir a quien no haya alcanzado cierto grado de iluminación. Se puede intentar describirlo con palabras, pero su entendimiento ha de esperar el momento:

  • sentimiento profundo de unidad con todo lo existente
  • pero al mismo tiempo, sensación de ser alguien más allá de todo lo existente
  • conciencia de Ser: sólo Ser, sin hacer, sin pensar, sin materialidad, simplemente "yo soy"
  • percepción de una interioridad tan profunda que parece no tener fondo, parece ser infinita
  • sensación de gozo incondicional (me gusta especialmente una definición de un libro de Paul Brunton: la meditación para la iluminación es un arte que nos enseña a ser felices incondicionalmente)
  • bondad extrema, interna, incondicional
  • sensación interna de energía sin límites
  • silencio mental, la mente parece una catedral vacía, inmensa, en la que estas sentado en un banco central, contemplando
  • (. . . )

Estos serian los efectos observables por uno mismo de un segundo nivel de iluminación. Es destacable que "desde fuera" no son directamente observables: la persona iluminada parece "normal", sólo a veces ciertos comportamientos denotan que ahí hay algo más. En cambio la persona que está en proceso de iluminación nota que su vida ha cambiado totalmente por dentro, nada es como era, todo se ve distinto. Hay más, mucho más, pero ya no tendría sentido intentar describirlo, sólo tiene sentido vivirlo, experimentarlo por uno mismo.