Idiomes | Idiomas | Languages

dijous, 12 de juliol del 2018

Conocimiento del bien y del mal


Génesis y pérdida del paraíso

El autor de los pasajes del Génesis del Antiguo Testamento sin duda tenía un concepto de Dios que lo mostraba como muy duro, como temible: cuando se le desobedecía, te maldecía, y no de palabra sino de hecho, usando su poder para castigar terriblemente al desobediente. Es un texto que como mínimo fue escrito hace 2500 años o más, y podemos imaginar en que contexto fue escrito, no se pueden tomar sus palabras al pie de la letra. Ahora bien, puede ser casualidad o no, pero hay detalles en esos textos que tienen una profundidad de visión muy destacable: entre afirmaciones absurdas como la maldición a la serpiente encontramos afirmaciones que pueden evocarnos verdades. Concretamente, comentaremos el significado del árbol del conocimiento (del bien y del mal).

Antes de comer el fruto del árbol, el ser humano se encontraba en un estado paradisiaco: no conocía la diferencia entre el bien y el mal, no tenia conocimiento en ese sentido. Cualquier animal está en ese estado, es incapaz de hacer el mal, si mata es para sobrevivir, por instinto, no por decisión de dañar. Si no tenemos el conocimiento necesario para distinguir el bien del mal, ¿existirá el mal? La respuesta es clara: no; nuestras acciones no podrán ser consideradas malas si no hay una mala intención que las provoque, y la mala intención necesita un conocimiento detrás. Así pues, antes de comer el fruto prohibido, el ser humano estaba en un estado animal en el que no existía el mal. 

Al comer del fruto, obtuvo el conocimiento de diferenciar lo bueno de lo malo, y automáticamente lo aplicó a absolutamente todo: cualquier cosa, persona, evento, es etiquetado como bueno o malo, como correcto o incorrecto, como placentero o desagradable. Esa es una función automática de la mente, no necesitamos decidir hacerlo, sucede, como el respirar. Ese conocimiento es presentado en la Biblia como problemática, pues el ser humano ya no vive en paz, pero además el Dios bíblico le castiga con la mortalidad, con dolor y con sufrimiento ... podríamos decir que todo eso ya existe en el mundo animal, pero ahora además está el tener conciencia de ello: es muy distinto ser mortal y no saberlo que saberlo, como también sufrir dolor sin saber que estás sufriendo, o sabiendo que ese dolor lo soportas tu; el conocimiento de que vas a morir, y de que puedes sufrir mucho, genera miedo y aleja de nosotros la paz natural  en la que vive un animal.

Parece entonces el asunto del árbol del conocimiento como una metáfora del despertar de la humanidad a la auto-conciencia, a la dualidad yo-mundo, al verse separados del mundo, y empezar a juzgar todo lo que contiene como bueno o malo.

Trascendiendo la dualidad bien-mal

 También hace unos 2500 años, en otra parte del mundo, alguien al que llamaban el iluminado, o el Buda, meditaba sobre el sufrimiento y obtenía un profundo y práctico conocimiento sobre él, dicho de otra forma, se liberaba de la maldición bíblica del sufrimiento. Analizamos sus descubrimientos siguiendo al autor E. Easwaran, antiguo profesor de meditación y prolífico escritor de libros de espiritualidad. 

Un aspecto de clasificarlo todo como bueno o malo es el que se relaciona con etiquetar cosas como agradables y deseables (me gusta) o todo lo contrario (no me gusta). Ocurre que el principio básico del placer, "busca y haz lo que te gusta, evita lo que no te gusta" es la base del pensamiento condicionado, involuntario, automático. Llevado al extremo, nos lleva a un comportamiento dictado por nuestros me gusta/no me gusta. Pero la capacidad de decidir hacer algo que no nos gusta por un motivo de peso es muy importante: cualquier deportista lo sabe, hay que entrenar muchas horas, esforzarse, incluso sufrir, para obtener unos resultados en el futuro. Como dice el viejo dicho:
"La persona inmadura hace siempre lo que le gusta, a la persona madura siempre le gusta lo que hace."
Es necesario cultivar un punto de vista superior, que trascienda el automatismo del bueno/malo; cuando el sentimiento "me gusta/me disgusta" se hace fuerte, lleva a fuertes apasionamientos, que son una vía rápida hacia las opiniones rígidas, y hacia la ira/odio hacia quien las contradiga, y esto por desgracia es bastante común actualmente ... 2500 años después de que el Buda lo entendiera. El etiquetaje automático bien/mal, cuando nos los tomamos muy en serio, puede dominar nuestro pensar y hacer, volviéndolo condicionado a aceptar/rechazar automáticamente. En realidad, cualquier idea de "me gusta" puede potencialmente llegar a degenerar en una obsesión. Es una pérdida de libertad de pensamiento y decisión. Y en parte es la razón de que muchas ideologías tengan la fuerza que tienen para captar (podríamos incluso decir capturar personas). 

Entrenar la atención

¿Cómo se cultiva esa trascendencia de la tendencia compulsiva al etiquetaje "bien/mal"? Entrenando la atención. Con una atención entrenada, lo que significa que podemos dirigirla o apartarla a voluntad hacia/de cualquier objeto o pensamiento, cuando nos viene una idea de negación de algo (pues un "no me gusta" en realidad es un negar que ese algo haya de existir, preferiríamos que no existiese) simplemente apartamos nuestra atención de esa idea, no le prestamos nuestra atención. Aquello a lo que atendemos cobra vida para nosotros, y aquello a lo que desatendemos se difumina, y eventualmente desparece. Con una atención entrenada recuperamos nuestra libertad de acción y pensamiento, no nos dejamos llevar por el automatismo heredado del fruto del árbol del bien y de la mal, y somos capaces de decidir inteligentemente, más allá de preferencias superficiales, que hacer y que decidir. 

Incluso no necesitamos sufrir cada vez que la vida nos lastima, simplemente apartamos nuestra atención del sentimiento de sufrir; en el otro extremo, si sufrimos por cada cosa que sucede que no nos gusta, acabamos desarrollando una tendencia compulsiva al desagrado, al estar protestando por prácticamente todo. En vez de entrenar nuestra mente hacia la libertad de pensamiento, la entrenamos para ser altamente efectiva para rechazar, para hacernos sentir incómodos, cualquier suceso, cualquier palabra negativa que nos digan,  tiene la capacidad de hacernos sentir mal: quedamos a la merced de cualquiera. Por eso Buda sentenció que nuestro sufrimiento lo generamos nosotros mismos. 

Soltar y soltar ...

Al igual que es muy importante saber relajar el cuerpo, o mejor dicho, recordar como se relaja, pues era un conocimiento natural que todo niño/a tiene, necesitamos también saber relajar nuestro pensamiento. Mientras éste corra desbocado, por su cuenta, no observado, y le prestemos toda nuestra atención a cada pensamiento que aparezca, tanto si es positivo como si es negativo, constructivo o destructivo, amoroso o odioso, o cualquier otra dualidad derivada del fruto del bien/mal, sufriremos las consecuencias. Relajar esa atención, no fijarla a todos los pensamientos y emociones que aparecen, sino sólo a los que decidamos que merecen nuestra atención, soltando los demás, nos hace libres, y recuperamos la paz perdida. Deshacemos la maldición del Dios bíblico, al menos en parte: seguiremos siendo mortales. 

Lo bueno y lo menos bueno

Hablando más en general, ya no sólo de lo que nos gusta o no, sino del concepto del bien y del mal, podemos ver fácilmente que son conceptos relativos, moralmente hablando, pues la moral es variable, no siendo la misma en todas la épocas ni regiones y culturas del mundo.  Mirando atentamente nuestro concepto del bien y del mal, veremos que en el fondo sentimos que dañar a los demás está mal, especialmente si lo hacemos en nuestro propio beneficio, por egoísmo; la Naturaleza obra así: el fuerte domina al débil, el carnívoro mata por su beneficio. Pero nosotros tenemos conocimiento, sabemos lo que hacemos, o deberíamos saberlo, pues la realidad es que seguimos a menudo obrando de forma automática sin saber de verdad lo que estamos haciendo. Por ello, el obrar correcto, bondadoso, ha de ir guiado por el conocimiento correcto, por la conciencia despierta. Es el mismo camino que nos libera del sufrimiento, también nos hace discernir cuando hacemos daño a los demás y por que motivo, para que podamos decidir si es correcto o no. A medida que vamos tomando conciencia, veremos que en el fondo, siempre buscamos lo bueno, sólo que a veces nuestra inconsciencia nos hace tomar caminos complicados, menos buenos.







Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada