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dimecres, 18 de juliol del 2018

Edad espiritual: entender la espiritualidad laica

La espiritualidad del siglo XXI ya no está limitada a la religiosidad, sino que es, o puede ser,  laica. ¿Qué entendemos actualmente por espiritualidad? En sentido amplio, sin seguir ninguna doctrina, es un desarrollo de la conciencia que nos proporciona una perspectiva de la vida más sabia, más inclusiva y extensa, con más perspectiva. Esta definición, como todas las definiciones tan generales, es correcta pero no profundiza lo suficiente para entender realmente de que estamos hablando. Quizá una forma de precisarlo es usando el concepto de edad espiritual, que es una forma de clasificar el desarrollo espiritual, pues en realidad es un desenvolvimiento progresivo, de manera muy similar a como nuestro cuerpo también se va desarrollando desde la infancia hasta la edad adulta, con la gran diferencia de que el cuerpo con el tiempo deja de desarrollarse para empezar a degenerarse y finalmente enfermar y morir, mientras que el desarrollo espiritual no tiene ni límite ni degeneración. Expliquemos pues lo que puede ser la espiritualidad para nosotros usando la analogía de la edad: la edad espiritual, teniendo en cuenta que es sólo una analogía y no debe tomarse al pie de la letra, es sólo una forma de explicar mejor que entendemos por vida espiritual laica.

La infancia espiritual

La gran mayoría de la humanidad está todavía en esta etapa, incluso muchos están en la infancia temprana. La conciencia es estrecha, como lo es la mente, y la persona sólo puede tener una visión superficial de la vida: cree que todo lo que ve es lo único que existe. Está tan inmersa en el mundo exterior, en sus inacabables tareas, problemas a resolver, eventos, información que procesar, que acabamos confundiendo el ser con el hacer, e incluso el ser con el tener.

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Su comportamiento está dictado en gran medida por su mente inconsciente, sus decisiones son poco conscientes, y en cuanto a sus opiniones, simplemente se adhiere y sigue a ideologías que sean afines con su personalidad, en otras palabras, toma sus opiniones prestadas de los demás, pero si se le discuten esas opiniones las defiende a capa y espada como si fueran propias. No se plantea  que sentido tiene la vida ni ninguna otra de las grandes preguntas, simplemente no le interesan. En su tiempo libre procura "distraerse", que significa dejar que algún estímulo externo capture su atención para no aburrirse.

No actúas como creo que debes
Depende mucho de su entorno para estar bien: si las cosas no funcionan "como deberían", sufre.  Así, si se ama se depende mucho de la persona amada, si se corta la relación, se sufre intensamente; hay padres y madres que no se hablan con sus hijos o hijas porque no se comportan como ellos esperaban, hay personas con depresiones severas, o con trastornos de ansiedad causados por un entorno que ven como negativo u hostil, y sufrimos en nuestra moderna sociedad del bienestar una altísima tasa de suicidios, cercana a una de cada 10.000 personas al año (si al lector no acostumbrado a estadísticas le parece poco, que compare con la tasa de muertos en accidente de tráfico que es de unas seis personas de cada 10.000). La persona en la infancia espiritual a menudo hace sin saber porque lo hace, o con una idea vaga, difusa. Vemos a personas entrenando y sufriendo cada día para llegar a correr una maratón simplemente porque "les motiva" pero no tienen claro porque les motiva (los ejemplos de muerte súbita entre los participantes que se inscriben a estas pruebas están en aumento, en proporción a la popularidad que año tras año va ganando esta prueba: los peligros de las maratones). La persona se desconoce a sí misma, necesita el auxilio de un psicólogo para ello, y nunca pasa de la superficie, de la personalidad.

La pubertad espiritual

Activismo social
En esta etapa, en la que actualmente hay un número significativo y creciente de personas, el individuo ya se hace preguntas sobre el mundo y sobre sí mismo, se siente incómodo con "el sistema" y con la sociedad, ve los grandes problemas que tiene la humanidad y él mismo, y siente la incomodidad de no saber las respuestas. Hay una inquietud, aunque no se tiene claro exactamente el por qué, el origen de esa desazón. La persona busca ideologías "alternativas", o bien se hace activista de causas diversas, o practica yoga, u otras vías de escape de una realidad que no le convence; no acepta de buenas a primeras las tendencias sociales, al contrario, las cuestiona, puede ser muy crítico con ellas, y hacerse militante de movimientos progresistas, sobre todo en la juventud. Y se hace más consciente de su interioridad, de sus emociones, sentimientos y pensamientos. Se interesa por la inteligencia emocional, por la meditación, se interesa, pero no las trabaja a fondo, solo simpatiza y hace algunas cosas al respecto, como leer libros, sin comprometerse con la práctica.

Por ello, sigue en gran parte siendo dependiente del medio exterior en el sentido de desear y esperar que "las cosas le vayan bien". En el terreno sentimental, tampoco se depende totalmente del otro para expresar amor, ha contactado con sus propias emociones amorosas, con lo que siente en sí, y sabe que puede amar a mucha gente simplemente por el gozo de hacerlo, pero es un gozo emocional, es un gozar de amar como emoción y/o como actividad sexual, y en el fondo es un amar egoísta, pues ama para gozar ella, más que para dar, lo hace para recibir. 

La adolescencia espiritual

"La vida no tiene sentido,
todos acabamos muriendo."
Aquí según creo hay todavía un porcentaje bajo de la población. La inquietud y desazón de la pubertad aumentan hasta alcanzar una presión muy fuerte sobre la persona, que sufre por ello, y a veces empieza a tomarse seriamente el asunto del desarrollo de la conciencia y del control de la mente y las emociones. Es incapaz de eludir las grandes preguntas de la vida, ¿quien soy? ¿qué hago aquí? ¿que sentido tiene todo esto? ¿qué es el amor?... para las que no tiene respuesta precisa, todo son dudas acuciantes.

Hay un viejo chiste: dos mujeres mayores están en un hotel de alta montaña y una comenta, "¡Vaya, aquí la comida es realmente terrible!", y contesta la otra: "¡Y además las raciones son muy pequeñas!". Pues básicamente así es como me parece la vida, llena de soledad, histeria, sufrimiento, tristeza y, sin embargo, se acaba demasiado deprisa. Woody Allen: Annie Hall, 1977

Hay personas que llegan abruptamente a esta etapa después de sufrir un grave acontecimiento en sus vidas, como superar un cáncer, o la muerte de un ser querido. Esta inquietud, que es una inquietud espiritual pues busca trascender la realidad vivida hasta ese momento para acceder a una visión más amplia y sabia que proporcione las respuestas buscadas, puede ser el motor del cambio personal. Es una etapa de grandes dudas, y eso es bueno, porque si no hay dudas no se buscan las respuestas. Hay quien recurre a hacerse monje budista para encontrar el sentido, otras personas se hacen meditadores serios, practicando diariamente durante años, otras más intelectuales, como Woody Allen, se conforman con tomarse las cosas con humor y ciertas dosis de cinismo:
Primero se convierte en un asesino y ahora se hace cristiano. No sé qué es peor. ¿Qué he hecho yo para merecer un hijo así? Woody Allen: Café Society, 2016
La cuestión es: ¿he aprendido algo sobre la vida? Sólo esto: los seres humanos están divididos entre mente y cuerpo. La mente abarca todas las aspiraciones nobles, como la poesía y la filosofía, pero el cuerpo se lleva toda la diversión.Woody Allen: La última noche de Boris Grushenko, 1975

La edad adulta espiritual

En la madurez espiritual la inquietud llega a su fin y nos trae paz, una paz que se expande en nuestro interior, en nuestras emociones y nuestra mente. Empezamos a intuir las respuestas a las grandes preguntas. Aceptamos la vida tal como es, sin exigencias, sin quejas. Aprendemos que amar es simplemente una expresión gozosa de nuestro propio ser, no lo buscamos para gozar, simplemente ya es, nosotros lo somos, y lo expresamos siempre que las condiciones sean las adecuadas, no para nosotros, sino para los demás. Nos volvemos muy conscientes de nuestra interioridad, de cómo funcionamos y del porqué lo hacemos, y a partir de ahí nos volvemos más empáticos con los demás pues en el fondo son como nosotros, los entendemos por fin. 

Nos recogemos: buscamos voluntariamente un tiempo y un lugar para el silencio, para interiorizarnos, y nos damos cuenta de que en esos instantes simplemente somos, sin hacer nada. Por eso es importante aislarse en la soledad y el silencio de vez en cuando, para recuperar la visión real de nosotros mismos: somos, luego hacemos y tenemos. La acción necesita un sujeto que la realice, y la propiedad necesita un sujeto poseedor; ese sujeto es, siempre es, tanto si hace como si no hace, tanto si tiene como si no tiene. 

Eknath Easwaran
En esta fase puedes pasar a hacer una verdadera indagación sobre ti mismo: ¿cuando actúo, qué es lo que me motiva a hacerlo? ¿qué nos mueve a actuar? Antes de hacerte esa pregunta has tenido que recuperar la conciencia de simplemente ser, aunque sea parcialmente, pues si confundes tu ser con tu hacer, no tienes la perspectiva necesaria para preguntarte por tu hacer, pues lo crees parte de ti mismo. Cuando ves que son cosas distintas, entonces puedes mirar tu hacer desde tu ser, intentando comprenderlo. Vas descubriendo lo que la ciencia ya nos dice hace décadas: tu hacer es mayormente inconsciente, automático, reactivo; de hecho no sólo tu hacer en cuanto acción externa, también tu pensar, tus pensamientos, aparecen solos, sin desearlos, automáticamente.

Al ir descubriendo más y más tu ser, todo lo demás se va viendo como externo al ser, incluso los pensamientos, que antes de veían como algo muy interior, muy personal, se van viendo así también: el pensar desde el punto de vista del sólo ser, es también un hacer. Por eso podemos estar en silencio mental, porque paramos de hacer pensamientos. La persona llega a conocer y dirigir su propio mundo interior, contacte con su ser interno, y sabe que en última instancia es inteligencia, es bondad amorosa, y es energía; ese es el comienzo de la auténtica vida espiritual.






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