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divendres, 27 de juliol del 2018

No es lo mismo pensar que ser consciente. Aplicaciones prácticas.

Pensamiento compulsivo

Es sabido que la educación que hemos tenido las personas que hoy en día somos adultas ha sido preferentemente intelectual, racional, al menos desde que acabamos la educación infantil; teníamos que superar exámenes de asignaturas como matemáticas, historia, literatura, geografía, y otras que intentaban resumir todo el conocimiento de la humanidad parcelándola en temas separados, formando temarios a menudo bastante densos. La sociedad también funciona así, parcelada en profesiones, en especialidades, y además somete al ciudadano a presión continua parecida a los exámenes: hay que "ganarse la vida", hay que afrontar hipotecas, resolver problemas de todo tipo, familiares, personales, de la vivienda, de la comunidad de vecinos, del trabajo ... Todo este modo de vivir potencia al máximo el pensamiento racional, que está continuamente evaluando situaciones, analizando y buscando problemas y soluciones, hasta tal punto que llega un momento que ya no se sabe parar: incluso cuando no hay nada que hacer, cuando se puede descansar, la inercia del pensamiento sigue buscando problemas ... o recordando problemas pasados, nos hacemos adictos al pensar.

Consciencia y campo de conciencia

La conciencia no está bien definida como concepto, no se ha conseguido todavía, aunque todos tenemos una noción de lo que es.  Aquí nos referiremos a la capacidad de ser conscientes por un lado, y por otro a los contenidos de conciencia, o campo de conciencia. 

La capacidad de ser consciente equivale a la capacidad de darse cuenta, de percibir mentalmente; los sentidos, por ejemplo, proporcionan información sensorial, pero si no hay una capacidad de consciencia sensorial que se conecte con los sentidos, la información suministrada no sirve de nada, o de bien poco. Es importante notar el uso de la palabra ser en  la frase capacidad de ser consciente: lo somos o no lo somos.

El campo de conciencia está formado por todos los contenidos de la conciencia en un momento dado, incluidos los recuperados de la memoria cuando recordamos algo y lo traemos a la conciencia actual. ¿Cuáles son los contenidos habituales de nuestra conciencia? Para una persona con pensamiento compulsivo, la práctica totalidad de su campo de conciencia está condicionado por lo que piensa: si está solucionando un problema, su conciencia se llenará de los datos relativos a ese problema, si está preocupada, su campo de conciencia estará ocupado por su preocupación. Si alguna cosa de forma fortuita le llama la atención y entra en su campo de conciencia, no durará mucho ahí, pues su pensamiento compulsivo se encargará de volver a dirigir su atención de nuevo a sus cuitas, problemas y asuntos.

Es importante también señalar que para nosotros, en cada momento, sólo existe aquello de lo que somos conscientes, y todo lo demás no existe. Así, si nos están hablando pero nuestra conciencia está secuestrada por preocupaciones y otros pensamientos compulsivos, no le prestaremos suficiente atención, y lo que diga estará para nosotros como oculto por una niebla más o menos espesa, existirá, pero no con fuerza, claramente, sino débilmente, y como menos atención le prestemos, menos existirá, hasta el punto de poder llegar a no enterarnos de nada si estamos muy atrapados en nuestros pensamientos.

Ser consciente no es lo mismo que pensar

Nuestra conciencia y nuestro pensamiento son cosas distintas, aunque muy a menudo se puedan confundir. Se hace evidente cuando un día nos damos cuenta claramente de que estamos pensando, lo observamos, y nos hacemos conscientes de nuestro propio proceso de pensar.  También puede ocurrir lo contrario, que estemos pensando sin darnos cuenta de que lo hacemos, que es precisamente lo que ocurre cuando pensamos de forma compulsiva, automática. Así, el darse cuenta es hacer claramente consciente alguna cosa. Cuando nos damos cuenta de que pensamos, nuestro campo de  conciencia incluye al proceso de estar pensando, que deja de ser automático: el pensamiento compulsivo se detiene al ser observado atentamente, de forma consciente y despierta. Y al contrario: cuando nos dejamos llevar por el pensamiento automático, caemos en un estado de semi-inconsciencia: el pensamiento compulsivo es inconsciente.

Ser consciente con plena presencia

También nos puede suceder quedar absortos contemplando un paisaje, o una obra de arte, o escuchando música ... esos instantes en los ques estamos plenamente conscientes de aquello, pero no pensamos nada, sólo percibimos, observamos, escuchamos atentamente: estamos presentes. Habitualmente nuestro campo de conciencia está supeditado a nuestro pensamiento, pero la capacidad de ser consciente no está limitada a lo que pensamos. Por ello, es posible mover el foco de la conciencia fuera del pensamiento. Hay un punto importante pero sutil: la presencia implica un alguien consciente que está presente; fijémonos que ese alguien no puede ser el pensamiento, pues cuando observamos el pensamiento, ese alguien, que por supuesto somos nosotros, es el observador de los pensamientos; incluso puede suceder que al observarlo, se detengan, y así y todo el observador sigue estando presente, despierto y alerta, sin pensar: es el estado de silencio mental. Así pues, descubrimos que nosotros no somos nuestros pensamientos.

Aplicaciones prácticas

Resumamos los puntos importantes que hemos ido desplegando, y veamos de que nos pueden servir para la vida cotidiana, pues si no buscamos esta aplicación práctica, todo lo anterior por muy interesante que pueda ser se quedaría en el terreno teórico; nos quedan siete puntos:

  1. Las personas de las actuales sociedades avanzadas a menudo se han hecho adictas al pensar compulsivo.
  2. Una persona con pensamiento compulsivo, tiene sus contenidos de conciencia  condicionados por lo que piensa.  
  3. En cada momento, sólo existe aquello de lo que somos conscientes, y todo lo demás no existe para nosotros, o está difuminado, desdibujado. 
  4. Para la persona fuertemente condicionada por sus pensamientos, sólo existe algo en la medida que piensa en ese algo, y si no piensa en ello, no existe, o tiene para ella una existencia difusa, poco clara, y poco o nada importante. Todo lo que existe para esa persona es su pensamiento y nada más.
  5. Nuestra conciencia y nuestro pensamiento son cosas distintas: el pensamiento compulsivo se detiene al ser observado atentamente, y entonces queda el estado de presencia sin pensamiento, o de silencio mental.
  6. El darse cuenta es hacer claramente consciente alguna cosa, y no tiene porque ser pensando en ello, puede ser por contacto directo con la cosa, por ejemplo, por contacto sensorial, o por intuición.
  7. La presencia implica un alguien plenamente consciente que está presente, libre de pensamiento automático, compulsivo, pues éste lleva a la persona a un estado de semi-inconsciencia, y por tanto de falta de presencia.

¿Para qué nos puede servir todo esto? Veamos algunas situaciones muy habituales de nuestra sociedad a la luz de los puntos anteriores.

  • Problemas psicológicos de inseguridad, angustia: estas personas tienen en su interior todo un mundo de deseos y de temores que inevitablemente afecta a su capacidad de ver la realidad de forma objetiva, y les produce un estado de insatisfacción más o menos permanente. Para solucionar la insatisfacción, esas personas buscan la satisfacción en cosas exteriores, a las que les imponen unas exigencias que muy a menudo no se cumplen. No se dan cuenta de que la insatisfacción les viene de dentro, de que no se están viviendo a sí mismas con plena conciencia. Tienen unas ideas aceptadas de forma inconsciente que son negativas, de miedos, y hasta que no las miren directamente, con presencia, no se disolverán. En el momento que se reconozcan a sí mismas como aparte de sus miedos, de sus esquemas mentales que les producen insatisfacción, todas las angustias se disolverán, dejaran de existir al no prestarles atención, saldrán del campo de la conciencia de la persona.
  • Falta de autoestima, relaciones afectivas insatisfactorias: son debidas a no vivir con plena consciencia la propia afectividad; de nuevo, hay unas ideas establecidas y aceptadas en la mente que te dicen que el afecto te tiene que venir del exterior, y te tiene que venir de una cierta forma, con un "formato" y unas exigencias precisas, sino, ya no te valen, o no te llenan lo que crees que necesitas. Se trata de creencias sobre la afectividad, o sea, estamos en el punto 4: pensamos nuestra afectividad en el sentido de creer que ha de venir de cierta forma concreta, nos hacemos dependientes de esa forma de ver la afectividad. La afectividad hay que vivirla, no pensarla, no desearla y condicionarla, y esa vivencia directa sólo puede darse si estamos despiertos, si nuestra conciencia es capaz de dejar atrás nuestros pensamientos y enfocarse directamente en nuestra afectividad interior, sin condicionamientos mentales. Cuando la persona consigue eso, todos los problemas afectivos personales quedan solucionados de raíz, aunque pueden todavía seguir habiendo problemas de pareja si la otra persona está aún inconsciente y sigue pensando compulsivamente. 
  • Comportamientos violentos, antisociales: La violencia es una defensa de la persona que a menudo se toma como una afirmación de uno mismo contra un medio ambiente hostil que no se quiere aceptar. La persona cree que se está defendiendo de un ataque personal. También puede haber violencia como medio de obtener algo que se desea, y en este caso es más primitiva e irracional, aunque pueda no parecerlo así, pero de hecho en el comportamiento violento se involucran unas estructuras del sistema  nervioso central muy primitivas, las mismas que compartimos con el reino animal y que sirven básicamente para comer y evitar ser comido. En las personas, de nuevo los pensamientos no observados, aceptados de forma inconsciente, pueden originar violencia cuando son contradecidos, pues la persona se identifica con ellos, y al negarse sus ideas la persona se siente negada y por ello necesita defenderse. Esto se ve claramente en las discusiones acaloradas entre seguidores de clubs deportivos, o de política, y muy especialmente en los nacionalismos extremistas, que no aceptan nada que se salga del guión que tienen asumido. También la exclusión social puede producir ese sentimiento de negación personal que produce brotes de violencia. De nuevo, cuando la persona se hace más consciente de sus propias ideas, cuando las mira con plena presencia, deja de depender de ellas, todo el tinglado que tenia montado en la cabeza se cae, su identidad se fortalece y deja de tener la necesidad de defenderse: se vuelve menos vulnerable, y por tanto no necesita reaccionar violentamente.

Hemos visto los conceptos clave del trabajo personal en uno mismo, en la interioridad personal, y algunas aplicaciones prácticas importantes. El cómo hacerlo es un asunto de modos de entrenamiento de la conciencia y del auto-conocimiento, y hay muchos modos. Pero el entender el por qué esos entrenamientos funcionan y cómo aplicarlos a la vida práctica es básico para no ir a ciegas, practicando ejercicios de Yoga, de Mindfulness, de meditación ... si saber exactamente dónde estamos yendo y por qué.




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