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dissabte, 19 d’agost del 2017

Opinar sabiamente: conocimiento, conciencia plena y discernimiento

Opinar con buena intención, con corrección, incluso con razón, puede ser una mala idea

Hace pocos días, inmediatamente después del atentado terrorista en Barcelona del agosto-2017, leí uno de esos típicos textos motivadores que se utilizan como parche universal para aliviar el dolor, ya puede ser un atentado como un terremoto o un accidente de tráfico con muchas victimas; los típicos "hay que mirar adelante, hay que seguir, no nos atemoricemos, hay que vivir, etc etc", que están muy bien para ayudar a cerrar las heridas recientes, no cabe duda, pero que, tampoco cabe duda, no solucionan el problema de fondo. Cuando habían decenas de muertes en carretera cada fin de semana, estos parches emocionales también cumplían su función, pero además se cambiaron las leyes, se hicieron campañas publicitarias masivas para concienciar a los conductores, en definitiva se intentó ir a la raíz del problema, y se hizo con éxito, el número de accidentes descendió.

Teniendo este argumento en mente, relativo en este caso a las acciones terroristas, o sea que las frases estereotipadas, como calmantes para el dolor, están muy bien, pero que quizás hay que hacer algo más, y no sólo hablo de acción policial, que es necesaria, pero no va a la raíz del problema, lo comenté, muy brevemente y con tacto, al autor del parche emocional. Bien, como reacción, el autor primero se puso a la defensiva, y cuando insistí para explicar mi opinión, pasó a ponerse un punto agresivo, concretamente, dijo que "sus nervios estaban a flor de piel y que si me contestaba seguramente sería con malas palabras". Al principio me sorprendió esta reacción, viniendo de un tipo que predicaba paz, amor, no caer en el odio, seguir viviendo .. . en respuesta a una acción terrorista, en cambio se ponía violento cuando expresaba mi opinión respecto a hacer algo más. Reflexionando sobre ello, vi que me había equivocado en mi acción, en opinar, no siempre es adecuado opinar, aunque creamos que lo que vamos a decir es absolutamente positivo, aunque creamos que no vamos a ofender, las opiniones a menudo ofenden.

Ideas, opiniones, prejuicios, y egos, fuente de violencia

El autor del escrito evidentemente estaba disfrutando de los muchos comentarios positivos y de comparticiones cuando apareció mi comentario, ya que me contestó al minuto, indicando que estaba muy pendiente de las retroacciones de sus lectores (sólo contestó la mía, las positivas no tenían ningún comentario). Sus reacciones indican claramente su estado: primero, ponerse a la defensiva muestra que se sintió atacado, y eso a su vez indica que estaba totalmente identificado, personalmente identificado, con lo que había escrito, con su idea de cómo superar el atentado; segundo, ponerse agresivo, indica lo mismo, y seguramente también indica que, automáticamente, me etiquetó mentalmente como alguien de derechas, conservador, de los que dicen que hay que actuar contra los inmigrantes, mi "hacer algo más" seguramente lo interpretó así, sin informarse primero ni preguntar. Eso reforzó su reacción negativa: no sólo se estaba cuestionando su escrito, sino que además, creyó que era cuestionado por una de esas personas pertenecientes a una categoría que él ve como detestables; se mezclaron ahí sus ideas cuestionadas, su ego atacado en vez de ensalzado, y sus prejuicios, todo junto, una auténtica bomba emocional, no es extraño que reaccionara mal. Paradójicamente, no se daba cuenta, pero ese mecanismo automático que se puso en marcha en él, ese odio de baja intensidad al desconocido que no comulgaba con sus ideas, es el mismo mecanismo que impulsa al terrorista a atentar, a matar. Sólo cambia la intensidad, se comparte el querer destruir al que no está "en tu bando".

Cuando opinar lleva a discutir: diálogo de sordos, o de egos

Por mi parte pequé de falta de discernimiento al emitir mi opinión; por muy fundada que estuviera, por muy buena intención que tuviera, sabiendo como somos los seres humanos, fue arriesgado, y se consiguió lo contrario de lo esperado: en vez de reflexión, emociones negativas irreflexivas, en vez de diálogo, amenaza de "contestarte mal", en vez de exposición de ideas nuevas, cerrazón sobre ideas estereotipadas y prejuicios, que quedaron reforzados. 

A nuestra mente le encanta juzgar, etiquetar, crear ideas y atenerse a ellas, es muy buena en eso, es una de sus funciones principales. Mi mente también juzgó el escrito, y lo etiquetó como superficial, y por extensión, también al escritor; y el problema no es si me equivoqué en el juicio o no, pues de hecho el escritor resultó ser incluso más superficial, más inmaduro y emocional de lo que yo había supuesto, vista su reacción casi casi infantil. No es eso. El problema es que, junto con el juzgar, la mente está deseosa de expresar su juicio, y al hacerlo, se completa la acción de auto-afirmación: "Yo lo veo así, Yo lo expreso al mundo, Yo en frente al mundo lo he juzgado y he actuado conforme mi juicio", en última instancia, es de nuevo el ego que está actuando. El muy breve intercambio de frases que tuve con el escritor de textos motivadores de hecho fue un diálogo de egos.

La importancia de la conciencia plena y el discernimiento

Podemos preguntarnos, ¿cuándo convendrá realmente enjuiciar algo o alguien y expresar ese juicio? Para empezar, un requisito es que nuestro juicio vaya a ser de utilidad para los demás, no para nosotros, no para "quedarnos tranquilos soltándolo", ha de tener una utilidad para otras personas. Pero esto no es suficiente: normalmente, un juicio que no se ha pedido expresamente, una opinión que no ha sido solicitada, se vive como un ataque, de más o menos intensidad, a lo que creemos. Opinar sobre  algo personal, relativo o que afecte a otra persona, sin que nos lo pidan, es de una eficacia muy cuestionable, pues generalmente nuestra opinión no será escuchada con la mente abierta, dispuesta a ver nuevos enfoques, sino todo lo contrario, será recibida con una mente cerrada, a la defensiva de la posición personal; en esas condiciones, es casi imposible que nuestra opinión tenga otro efecto que iniciar una discusión, de la que no resultará nada positivo. 

Para no caer en el automatismo del juicio mental ni de su expresión, tenemos la herramienta  o habilidad personal de la conciencia plena (mindfulness), que nos permite estar alertas, constantemente, de nosotros mismos, de nuestra interioridad, momento a momento. En ese estado de alerta auto-observadora, nos damos plena cuenta de cuando la mente empieza a enjuiciar algo o alguien. En ese momento, podemos inhibir el proceso, o bien considerar si, en ese caso concreto, puede ser útil y efectivo dejar seguir el proceso y acabar exponiéndolo, evidentemente con toda nuestra empatía, compasión e inteligencia actuando para conseguir una expresión adecuada, útil, clara, efectiva. La herramienta o habilidad que nos ayuda a decidir si debemos opinar o no es el discernimiento o discriminación (viveka).  

Sabiduría = conocimiento + conciencia plena + discernimiento

La persona que disfruta de tener conocimiento (indispensable para enjuiciar cualquier cosa sin caer en error de base), estar plenamente consciente de sí mismo, y de tener discernimiento para decidir la línea concreta de actuación en cada caso concreto, es realmente una persona sabia. Si sólo tenemos conocimiento, pero nos falta la auto-conciencia plena y/o el discernimiento, meteremos la pata muy a menudo, y si hemos cultivado estas dos últimas habilidades pero nos falta conocimiento de la situación, nuestros juicios y opiniones serán incompletos, parciales, poco útiles. Los tres elementos han de estar presentes, si no los tenemos, mejor abstenerse de expresar juicios y opiniones, siempre que lo que queramos es que sean útiles; en cambio si lo queremos es discutir sin convencer a nadie, discutir por discutir, por reafirrmar nuestro ego, entonces adelante, eso es fácil, sólo hace falta saber hablar y escribir.


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