En la vida, ¿qué cosas son realmente las básicas, las importantes, y cuáles no? Para el hombre prehistórico lo básico y primordial era claramente sobrevivir. El desarrollo de las sociedades tuvo como objetivo facilitar la supervivencia, repartiendo tareas, especializando las personas en oficios específicos, y estableciendo reglas para evitar que nos dañáramos entre nosotros; con las primeras civilizaciones, viene el comercio y el dinero, pero también la guerra, una especie de lucha por la supervivencia entre miembros de la misma especie. Con el paso del tiempo, milenios, las sociedades se vuelven más y más complejas, ofreciendo cada vez más servicios, facilidades, comodidades, absorbiendo la vida de la persona casi totalmente, de forma que llega un momento en el que ya no tiene sentido la vida si no es vivida en el seno de una sociedad.
Así en una sociedad moderna desarrollada tenemos más lujos que nunca anteriormente, pero hay que reconocer que nuestro mundo es el más complicado también; cantidades ingentes de información nos rodean. Los cambios se producen a gran velocidad, constantemente. En tal situación llegar a ser necesario tener una habilidad intemporal llamada discriminación: la capacidad de reconocer, de distinguir, de separar, lo valioso de lo que no lo es. Esta palabra, últimamente, se ha usado casi exclusivamente en sentido negativo, en referencia a la discriminación de personas y a su consecuencia, el trato desigual, pero aquí hablamos del significado original de la palabra, que se refiere a una habilidad importantísima, y más aún en la era de la información y el conocimiento, en la que vivimos.
Creo que nuestro tiempo carece de esta discriminación; desde la infancia se nos entrena para ser hábiles en la manipulación del mundo fuera de nosotros, olvidando el mundo interior. Sin embargo, es el mundo interior el que nos puede dar la discriminación, la habilidad de distinguir, en los infinitos objetos exteriores, los valiosos de los que no lo son. Sólo en la interioridad podemos encontrar el significado, el propósito, el valor de la vida.
En el Jnana Yoga, una forma de iluminación que nos impulsa a desarrollar la percepción intuitiva del Ser Supremo, uno de los cuatro medios que propone para conseguirlo se llama Viveka, que es un tipo de discriminación: la capacidad de distinguir entre lo real y lo irreal, entre lo permanente y lo transitorio, entre el Yo profundo y lo demás, la capacidad de ver cuáles son las opciones y los valores que nos mueven en la dirección de la unidad de la vida. Incluso para las personas que no están interesados en la espiritualidad, es necesaria esta discriminación para que nuestro mundo funcione correctamente.
Cuando desarrollamos viveka, las cosas que antes parecían de la máxima importancia para mí, como por ejemplo el trabajo, la política, los debates intelectuales, pierden peso, se ven con otra perspectiva, pasan a parecer "asuntos domésticos"; tienen su importancia práctica, claro está, pero dejan de ser cuestiones básicas, pasan a ser secundarias. Es parecido al monje que ha de trabajar a diario en las tareas que le han asignado, y lo hace todo lo bien que es capaz, pero su objetivo es principalmente el espíritu, y todas las otras cosas son secundarias, y eso siempre lo tiene bien presente, sabe discriminar entre sus tareas. Además las tareas domésticas se ven con otra óptica: son un servicio a la comunidad.
En nuestra sociedad encontramos constantemente muestras claras de falta de discriminación entre lo fundamental y lo secundario, lo "doméstico"; ¿cuánto tiempo y esfuerzo dedicamos al trabajo, a la casa, a "distraernos", y cuanto tiempo a nuestro desarrollo como personas, a nuestras personas queridas, a los demás? Si observamos con una mirada discriminatoria veremos que las personas famosas suelen de hecho, por lo general, aportar bien poco a la sociedad; habrá muchas más personas dispuestas a pagar 200€ por ver un partido de fútbol que por invertirlas en pasar un fin de semana de meditación, y por supuesto, ¡aún será más difícil que los done a una ONG! La importancia de la hora y tres cuartos de diversión es, con mucho, la más importante para el individuo. Esta falta de discriminación es de hecho la señal de identidad de la infancia, que por falta de madurez no sabe distinguir entre lo importante y lo accesorio, así como también el egoísmo es propio de la infancia. Y es normal que así suceda en el niño, pero cuando una sociedad entera muestra ese infantilismo, es el momento de dar la señal de alerta, y de empezar a madurar.
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