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dissabte, 17 d’octubre del 2015

Trascendiendo al animal humano

Este artículo se basa en algunas de las ideas de la Dra. Thérese Brosse, concretamente en su libro "Conciencia-Energía", a las que aporto mi visión personal.  Se desarrolla brevemente la siguiente argumentación: buena parte de la humanidad actual se comporta como “animales humanos”, más irracionales que racionales, muy sujetos a reacciones automáticas, instintivas, siendo por ello un peligro para ellos mismos, para la sociedad y para el planeta entero. No obstante, debajo de ese comportamiento defectuoso se esconden potencialidades insospechadas. ¿Cuál es el motivo del comportamiento destructivo? Tenemos dos motivos: la dualidad psíquica no resuelta y el ego psicológico. Primero veremos que la dualidad, como enfrentamiento entre extremos, tiene su origen en el cuerpo, y luego veremos que se extiende a la mente y a nuestro comportamiento social.

Dualidad fisiólogica y homeostasis
Fisiológicamente, los sistemas internos del cuerpo tienen la capacidad de ajustar rápidamente los desequilibrios producidos por variaciones del medio ambiente y mantener el equilibrio interno que el cuerpo necesita para asegurar su salud: cada célula, cada órgano y cada sistema del cuerpo necesita un ambiente estable para funcionar correctamente; este equilibrio fue nombrado como homeostasis en 1932 por el psicólogo estadounidense Walter Cannon. De este modo, la dualidad entre medio interno y medio externo es equilibrada eficazmente.

A nivel del sistema nervioso tenemos otra fuente de dualidad: aquí la homeostasis consiste en integrar la enorme cantidad de señales recibidas, generadas tanto internamente como por el exterior a través de los sentidos; todos estos datos, que pueden incluso ser contradictorios entre sí, recorren una jerarquía de planos de integración, desde la más ínfima de las terminaciones nerviosas, pasando por la espina dorsal, hasta las formaciones reticulares del pedúnculo cerebral, desde donde se conecta con el cerebro. Esta jerarquía de niveles integra todas las señales, eliminando dualidades y datos contradictorios, de forma que podríamos decir que la suma total de datos queda integrada en una unidad superior, algo así como: 1 + 1 + 1 + … + 1 = 1.

Dualidad psíquica no integrada
Por otro lado el estado psíquico, debido a que se genera en el cerebro, el cual tiene conexiones con todo el sistema nervioso, del cual dependen las señales de control para conseguir la homeostasis, es capaz generar alteraciones biológicas importantes, esto es, de alterar la homeostasis fisiológica, tal como estudia la medicina psicosomática. Ansiedades, frustraciones, represiones mantenidas en el tiempo pueden generar enfermedades como úlceras gástricas, hipertensión o diabetes. Esto no seria demasiado problemático si el estado psíquico gozara de un mecanismo homeostático tal como tiene el sistema fisiológico; pero el hecho es que no existe tal mecanismo.

Debido a esta falta de homeostasis psíquica, la tendencia es a oscilar permanentemente entre estados mentales contradictorios, y nuestra vida mental es en general más o menos inestable. Para conseguir el necesario equilibrio, recurrimos a condicionamientos sociales y familiares, ideologías, opiniones, etc. que no resuelven la dualidad, simplemente intentan ocultarla. Falta un mecanismo integrador de todos los estados psíquicos, a menudo contradictorios y por ello duales, de forma que recuperemos la unidad funcional de la que disfrutamos a nivel fisiológico y nervioso. 

Este mecanismo homeostático de la vida mental puede venir de, creemos, el desarrollo de la conciencia superior; un tipo más elevado de conciencia que la ordinaria que no es nueva, al contrario tenemos numerosos testimonios de su existencia en muchas culturas distintas desde hace miles de años. Cuando entramos en ese estado de conciencia, recuperamos la unidad perdida: según los que la han experimentado, todos los estados psíquicos quedan subordinados e integrados en esa unidad, la mente se aquieta y la conciencia se profundiza, resolviendo los conflictos a nivel mental, tal como sucede en el plano del sistema nervioso, y así se restablece el necesario equilibrio homeostático.

El ego psicológico
Además de la falta de homeostasis psíquica, hay un segundo factor que dificulta que funcionemos integrados: es el ego, esa construcción psíquica formada por un conjunto de ideas sobre nosotros mismos y el resto del mundo. Nace de nuestra propia imagen corporal, denominada “esquema corporal”: la representación que tenemos de nuestro propio cuerpo, construida en nuestra infancia, y alojada en nuestro cerebro (concretamente en las áreas del tálamo, diencéfalo y lóbulo parietal). Luego, se fortalece con la integración del individuo en la familia, en la sociedad, en grupos ideológicos, políticos, religiosos, que refuerzan la idea de “yo soy esto y esto y esto otro, y no soy eso ni aquello ni ...”. 

La identificación o no identificación con ideas conlleva su valoración como deseables o no deseables, la cual cosa puede fácilmente degenerar en discusiones sin fin, rencores, enfrentamientos e incluso asesinatos y guerras: lo no deseable, opuesto al ego, debe de ser sometido o exterminado. En muchas de estas ocasiones, un ego individual integrado en una sociedad no tiene margen de acción: debe escoger bando y ser un héroe o un traidor. Juzgar estas afirmaciones como exageradas puede ser peligroso: el ego ha producido desde rupturas familiares hasta grandes guerras, e incluso podría llevar a la extinción de la humanidad.

Cultivo de la Interioridad
Por tanto vemos que actualmente los problemas de la humanidad, tanto a nivel individual como colectivo, no tienen un origen externo al hombre, como puede parecerle a una mirada superficial, sino que se originan dentro de él, en su psiquismo. Por ello, la solución no puede ser externa; por muchas Naciones Unidas y ONGs que fundemos, sólo serán parches. La solución a nuestro mal funcionamiento ha de estar en el mismo lugar donde se origina el problema: en nuestra vida interior. 

Entonces el estudio de nuestra interioridad se revela como la más pragmática de las ciencias, realmente la necesitamos en nuestro presente estado de evolución. Ha quedado claro lo que puede aportar el progreso científico y tecnológico al bienestar de la humanidad a nivel externo, y también queda claro que ese progreso no ha resuelto nuestros problemas internos, incluso a veces parece que los aumenta: crisis financieras, armamento atómico, calentamiento global, etc.

Llegados a este punto, ya es hora de que el hombre explore su interioridad en profundidad con todos los mecanismos que ha perfeccionado: mente, ciencia e incluso tecnología. La ciencia descubre las leyes de la Naturaleza, pero ¿cuáles son las leyes de nuestra interioridad? Necesitamos una ciencia de la interioridad para recuperar el equilibrio perdido. En definitiva, volvemos al antiguo aforismo:


γνῶθι σεαυτόν
Conócete a ti mismo, inscripción del templo de Apolo en Delfos





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