Este artículo se basa en algunas de las ideas de la Dra. Thérese Brosse, concretamente en su libro "Conciencia-Energía", a las que aporto mi visión personal. Se desarrolla brevemente la siguiente argumentación: buena parte de la humanidad actual se
comporta como “animales humanos”, más irracionales que racionales, muy sujetos a reacciones automáticas, instintivas, siendo por ello un peligro para ellos mismos, para la sociedad
y para el planeta entero. No obstante, debajo de ese comportamiento
defectuoso se esconden potencialidades insospechadas. ¿Cuál es el
motivo del comportamiento destructivo? Tenemos dos motivos: la
dualidad psíquica no resuelta y el ego psicológico. Primero veremos que la dualidad, como enfrentamiento entre extremos, tiene su origen en el cuerpo, y luego veremos que se extiende a la mente y a nuestro comportamiento social.
Dualidad
fisiólogica y homeostasis
Fisiológicamente, los sistemas
internos del cuerpo tienen la capacidad de ajustar rápidamente los
desequilibrios producidos por variaciones del medio ambiente y
mantener el equilibrio interno que el cuerpo necesita para
asegurar su salud: cada célula, cada órgano y cada sistema del
cuerpo necesita un ambiente estable para funcionar correctamente;
este equilibrio fue nombrado como homeostasis en 1932 por el
psicólogo estadounidense Walter Cannon. De este modo, la dualidad
entre medio interno y medio externo es equilibrada eficazmente.
A nivel del sistema nervioso
tenemos otra fuente de dualidad: aquí la homeostasis consiste en
integrar la enorme cantidad de señales recibidas, generadas tanto
internamente como por el exterior a través de los sentidos; todos
estos datos, que pueden incluso ser contradictorios entre sí,
recorren una jerarquía de planos de integración, desde la más
ínfima de las terminaciones nerviosas, pasando por la espina dorsal,
hasta las formaciones reticulares del pedúnculo cerebral, desde
donde se conecta con el cerebro. Esta jerarquía de niveles integra
todas las señales, eliminando dualidades y datos contradictorios, de
forma que podríamos decir que la suma total de datos queda integrada
en una unidad superior, algo así como:
1 + 1 + 1 + … + 1 = 1.
Dualidad
psíquica no integrada
Por otro lado el estado psíquico,
debido a que se genera en el cerebro, el cual tiene conexiones con
todo el sistema nervioso, del cual dependen las señales de control
para conseguir la homeostasis, es capaz generar alteraciones
biológicas importantes, esto es, de alterar la homeostasis
fisiológica, tal como estudia la medicina psicosomática.
Ansiedades, frustraciones, represiones mantenidas en el tiempo pueden
generar enfermedades como úlceras gástricas, hipertensión o
diabetes. Esto no seria demasiado problemático si el estado psíquico
gozara de un mecanismo homeostático tal como tiene el sistema
fisiológico; pero el hecho es que no existe tal mecanismo.
Debido a esta falta de homeostasis
psíquica, la tendencia es a oscilar permanentemente entre estados
mentales contradictorios, y nuestra vida mental es en general más o
menos inestable. Para conseguir el necesario equilibrio, recurrimos a
condicionamientos sociales y familiares, ideologías, opiniones, etc.
que no resuelven la dualidad, simplemente intentan ocultarla. Falta
un mecanismo integrador de todos los estados psíquicos, a menudo
contradictorios y por ello duales, de forma que recuperemos la unidad
funcional de la que disfrutamos a nivel fisiológico y nervioso.
Este
mecanismo homeostático de la vida mental puede venir de, creemos, el desarrollo de la
conciencia superior; un tipo más elevado de conciencia que la ordinaria que no es nueva, al contrario tenemos numerosos testimonios de su existencia en muchas culturas distintas desde hace miles de años. Cuando entramos en ese estado de
conciencia, recuperamos la unidad perdida: según los que la han experimentado, todos los estados psíquicos
quedan subordinados e integrados en esa unidad, la mente se aquieta y la conciencia se profundiza, resolviendo los conflictos a nivel mental, tal como sucede en el
plano del sistema nervioso, y así se restablece el necesario equilibrio
homeostático.
El
ego psicológico
Además de la falta de homeostasis
psíquica, hay un segundo factor que dificulta que funcionemos
integrados: es el ego, esa construcción psíquica formada por un
conjunto de ideas sobre nosotros mismos y el resto del mundo. Nace de
nuestra propia imagen corporal, denominada “esquema corporal”:
la representación que tenemos de nuestro propio cuerpo, construida
en nuestra infancia, y alojada en nuestro cerebro (concretamente en
las áreas del tálamo, diencéfalo y lóbulo parietal). Luego, se
fortalece con la integración del individuo en la familia, en la
sociedad, en grupos ideológicos, políticos, religiosos, que
refuerzan la idea de “yo soy esto y esto y esto otro, y no soy eso
ni aquello ni ...”.
La identificación o no identificación con
ideas conlleva su valoración como deseables o no deseables, la cual
cosa puede fácilmente degenerar en discusiones sin fin, rencores,
enfrentamientos e incluso asesinatos y guerras: lo no deseable,
opuesto al ego, debe de ser sometido o exterminado. En muchas de
estas ocasiones, un ego individual integrado en una sociedad no tiene
margen de acción: debe escoger bando y ser un héroe o un traidor.
Juzgar estas afirmaciones como exageradas puede ser peligroso: el ego
ha producido desde rupturas familiares hasta grandes guerras, e
incluso podría llevar a la extinción de la humanidad.
Cultivo de la Interioridad
Por tanto vemos que actualmente los problemas
de la humanidad, tanto a nivel individual como colectivo, no tienen
un origen externo al hombre, como puede parecerle a una mirada superficial, sino que se originan dentro de él, en
su psiquismo. Por ello, la solución no puede ser externa; por muchas
Naciones Unidas y ONGs que fundemos, sólo serán parches. La solución
a nuestro mal funcionamiento ha de estar en el mismo lugar donde se
origina el problema: en nuestra vida interior.
Entonces el estudio
de nuestra interioridad se revela como la más pragmática de las
ciencias, realmente la necesitamos en nuestro presente estado de
evolución. Ha quedado claro lo que puede aportar el progreso
científico y tecnológico al bienestar de la humanidad a nivel
externo, y también queda claro que ese progreso no ha resuelto
nuestros problemas internos, incluso a veces parece que los aumenta:
crisis financieras, armamento atómico, calentamiento global, etc.
Llegados a este punto, ya es hora de
que el hombre explore su interioridad en profundidad con todos los
mecanismos que ha perfeccionado: mente, ciencia e incluso tecnología.
La ciencia descubre las leyes de la Naturaleza, pero ¿cuáles son
las leyes de nuestra interioridad? Necesitamos una ciencia de la interioridad para recuperar el equilibrio perdido. En definitiva, volvemos al antiguo
aforismo:
γνῶθι
σεαυτόν
Conócete
a ti mismo, inscripción del templo de Apolo en Delfos
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