Idiomes | Idiomas | Languages

dimecres, 22 de novembre del 2017

El proceso de soltar los miedos

Miedos inconscientes
Ayer se dio la coincidencia de que mi vecino y yo salimos al mismo tiempo al rellano para ir al trabajo, después de comer. Me he vuelto bastante sensitivo a las emociones de los demás, así que noté inmediatamente su sensación de incomodidad, creo que hubiera preferido no coincidir con nadie, seguramente es de esas personas, bastante comunes, que cuando oyen que alguien sale a la escalera se esperan un minuto detrás de la puerta para no coincidir.  Es curioso ese comportamiento, pues es una persona que trabaja atendiendo a gente, también es buena persona, estará sobre los 50 años de edad, no es ningún inexperto de la vida, y hace diecisiete años (!) que somos vecinos, pero así y todo bajó conmigo dos tramos de escalera, unos dos minutos escasos, prácticamente sin hablar (yo si hablé, el sólo emitió algún gruñido de aprobación, supongo), sin un "que tal se presenta la tarde" o un "como está la familia", y sólo al llegar a la calle dijo un lacónico e impersonal "bueno, vamos a pasar la tarde". 


El miedo a ser manipulado, ofendido, puesto en duda, discutido, o dañado de alguna forma más bien inverosímil está muy presente en las sociedades desarrolladas, en las que, en teoría, se está más seguro y se vive mejor. Ese miedo indefinido es automático y bastante inconsciente: mi vecino negaría su incomodidad a coincidir con alguien en la escalera, pues "no queda bien" reconocerlo, otro miedo a quedar en evidencia añadido al miedo a ser invadido en su intimidad. El gran problema de ese miedo es que forma parte de nuestro ego, con el que estamos identificados, creemos que somos ese miedo, y eso lo hace difícil de ver y de calmar.

El origen del miedo
Se habla bastante acerca del dolor provocado con la identificación con el ego y sus miedos, y también acerca de la liberación de ese ego-miedo, pero no tanto sobre lo doloroso que es pasar de estar completamente vinculado a ese miedo a desvincularse, a soltarlo. El proceso de soltar los miedos con los que nos identificamos  requiere una gran valentía, porque básicamente estamos cambiando completamente nuestra forma de percibir la realidad, es como cambiar nuestro ADN; estamos deshaciendo un patrón de comportamiento que no es solo nuestro patrón personal, es el patrón humano: proyectamos en el mundo un trillón de posibilidades de mejorar nuestra situación y resolver nuestros problema.  Podemos tener dientes más blancos, un cuerpo más esbelto,  una vida sin conflictos, un mundo sin violencia. Incluso podemos vivir felices ... de vez en cuando. Este patrón nos mantiene permanentemente insatisfechos, buscando algo más, y eso nos causa sufrimiento inconsciente, aunque a veces se hace tan intenso que se vuelve consciente, y entonces buscamos ayuda.

Soltar los miedos ficticios
Pobre en posesiones, pero satisfecha y feliz
La meditación nos proporciona una forma de soltar los miedos: nos alienta a no juzgar lo que surja en nuestra mente. De hecho, nos alienta a no atender siquiera lo que surge en nuestra mente. Lo que generalmente llamamos bueno o malo simplemente lo reconocemos como pensamientos, sin todo el drama habitual que acompaña a "lo correcto y lo incorrecto". Nos entrenamos para dejar que los pensamientos aparezcan y se vayan sin retenerlos, los dejamos fluir.  Esta disciplina  nos prepara para dejar de temer y descubrir un estado de ser nuevo e imparcial.

La vivencia de ciertas emociones negativas puede parecer particularmente enredada con el deseo de resolución: ira, indignación, ansiedad... A menos que podamos relajarnos de estas emociones, es muy difícil permanecer neutral cuando las experimentamos. Queremos la victoria o la derrota, el elogio o la culpa. Por ejemplo, si alguien nos abandona, no queremos estar con esa incomodidad cruda, y quizá evocamos una identidad familiar de nosotros mismos como una víctima desventurada, o tal vez evitemos la crudeza actuando y diciéndole a la persona lo equivocado que está. Automáticamente queremos cubrir el dolor de una forma u otra, identificándonos con victoria o victimismo.

Describiremos cinco formas de soltar la compulsión del miedo a resultar dañados de alguna forma imaginaria: experimentar menos deseo, estar satisfecho, evitar actividades innecesarias, ser disciplinado y no buscar la seguridad en los propios pensamientos discursivos. 

Experimentar menos deseo
Buena parte de los pensamientos que nos vienen sin que los llamemos tienen como base deseos: de estar en otro sitio, de acabar con lo que estamos haciendo, de que llegue el fin de semana, de llamar a esa persona, ... Cada vez que los etiquetamos como "un pensamiento" y los dejamos pasar en lugar de atenderlos, estamos debilitando indirectamente los deseos que subyacen en esos pensamientos, liberándonos de ellos, al menos en parte. 
 
Estar satisfecho
En realidad no tenemos nada que perder, pero estamos programados para sentir que sí tenemos mucho que perder, una sensación enraizada en el miedo a la soledad, al cambio, a todo lo que no se puede resolver, a la inexistencia. Cuando prestamos plena atención al presente, al aquí y ahora, aceptando nuestra inquietud y temor con plena conciencia, algo sutil comienza a cambiar, y llegamos a estar contentos de estar simplemente aquí-ahora con un estado de ánimo estable y viviendo con aceptación lo que está sucediendo.

Evitar actividades innecesarias
Cuando nos sentimos solos, o empezamos a enfrentamos a nosotros mismos, buscamos algo que nos salve, buscamos una vía de escape, realizamos actividades simplemente para estar ocupados. Eso se llama actividad innecesaria. Es una manera de mantenernos ocupados para que no tengamos que sentir ningún dolor.
¿Podríamos dejar de tratar de escapar de estar a solas con nosotros mismos? ¿Qué tal el practicar no escapar cuando comenzamos a entrar en pánico? Relajarse en soledad, simplemente no haciendo nada en especial, es una ocupación muy digna. Como dice el poeta japonés Ryokan: "Si quieres encontrar el significado, deja de perseguir tantas cosas".

Ser disciplinado
Aquí, significa que en cada oportunidad, estemos dispuestos a regresar suavemente al momento presente. Podríamos incluso quedarnos quietos el tiempo suficiente para darnos cuenta de cómo son las cosas en realidad. Esto nos permite finalmente descubrir un estado de ser completamente inmaculado. Nuestras suposiciones habituales, todas nuestras ideas sobre cómo son las cosas, nos impiden ver cualquier la realidad de manera fresca y abierta. Diremos, "Oh, sí, ya lo sé". Pero realmente no lo sabemos. En última instancia, no sabemos nada. No hay certeza sobre nada. Esta verdad básica duele, y queremos huir de ella. Aceptar y relajarse con el fluir de la vida, con aceptación, es una buena disciplina para darnos cuenta de la profundidad de los momentos no resueltos de nuestras vidas.

No buscar la seguridad en los propios pensamientos discursivos
"No lo está haciendo bien", "tengo que resolver esto y lo otro", "voy a tener un día largo y pesado" ... Buscamos el compañerismo y la comprensión de nuestra propia conversación constante con nosotros mismos sobre cómo es y cómo no es, si es o no es, si debería o no debería, si puede o no puede ... Todo eso en meditación lo etiquetamos como "pensamientos": no tienen realidad objetiva. Se nos anima a "mirar" esa charla y dejarla pasar, sin hacerle caso. A ser profundamente nosotros mismos, sin charlas virtuales con otros sujetos imaginarios.

Artículo basado en Six Kinds ofLoneliness, by Pema Chödrön




 

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada