Es frecuente, creo, oír decir a un/a niño/a "yo no me casaré nunca", y lo dicen sinceramente, con convencimiento, aunque el adulto que lo oye se lo toma de forma condescendiente, siendo consciente de que lo dice porque no sabe que en un futuro cambiará totalmente de mentalidad y verá las cosas de forma muy distinta; quizá sea cierto que nunca se casará, pero por motivos distintos a los que tiene ahora. También puede suceder que ese/a niño/a nos diga "siempre te querré" y, aunque sea bonito y emocionante escucharlo, sabemos que, por el mismo motivo del cambio personal inevitable que lo transformará en otra persona adulta, distinta, que eso no tiene porque ser cierto; ese mismo infante que nos promete amor eterno quizá será el mismo que nos ingrese en una residencia de ancianos y se olvide de ir a vernos porque estará muy ocupado.
No son mentiras esas afirmaciones, pero tampoco son ciertas, porque hablan del futuro, de cómo sentirá la persona en el futuro, pero desde el desconocimiento no puede saberse el futuro, ni en general, ni tampoco en el aspecto particular de lo que sentiremos, de lo que seremos. Si uno es consciente de su desconocimiento, entonces al menos ya no se arriesgará a decir tales afirmaciones, en todo caso se limitaría a decir "yo ahora no me casaría con nadie" o bien "yo ahora te estoy queriendo". Hemos puesto el ejemplo de una persona de corta edad, pero el principio es aplicable a cualquier edad, pues las personas no somos estáticas, sino dinámicas, cambiamos, la vida nos cambia, y lo hace de forma impredecible. Por ello, jurar amor y fidelidad eternas hacia alguien es como jurar que nunca cambiarás, la cual cosa es totalmente incierta, y muy arriesgada.
De hecho tales afirmaciones tienen otra fuente de imprecisión, que es la falta de auto-conocimiento, de auto-conciencia, de la persona; ya no es falta de información sobre el futuro, sino además falta de conocimiento sobre el presente, sobre quien es en realidad la propia persona, sobre el significado de lo que siente y piensa. En la práctica, esto significa que si alguien nos dice "te quiero" probablemente no sabe exactamente de lo que está hablando, ni siquiera sabe quien está hablando; puede ser que confunda amar con una emoción, con un "contigo me siento bien", con unas "necesidades" cubiertas, ... Por otra parte el "yo" implícito de la frase "(yo) te quiero" no se conoce bien a sí mismo, y mucho menos al otro, hay un conocimiento muy superficial, mezclado con ideas e imaginaciones. Al no tener el conocimiento, nuestro amor es forzosamente superficial, temporal, condicional, poco fiable. Frases típicas en reuniones familiares o en Navidades, como "os queremos", "es tiempo de paz y amor", etc. son pronunciadas sin saber que es amar y sin estar en paz.
Entonces, ¿se puede amar de verdad sin conocimiento, sin conciencia plena del significado de amar, de quienes somos, y de quienes son los demás? Tiene validez que digamos, o nos digan, que amamos, sin ser conscientes de que significa amar, ni de quienes somos en realidad? Desde luego que no, en todo caso, será un amor parcial, incompleto, inmaduro, infantil, inconstante, será como mirar a través de unos cristales empañados, no vemos con claridad. Es ese "amor" que puede debilitarse, incluso convertirse en odio cuando la persona cree que la han traicionado por no comportarse como esperaba. En ese estado de inconsciencia se pueden pronunciar palabras muy bellas, muy poéticas, muy emocionales, pero no habrá una base sólida para esas palabras, sólo creencias, parcialidad.
El amor es paciente, es bondadoso; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante; no se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido; no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Corintios 13:4-7
Este amor que se cita en la Biblia es bastante inusual en la realidad cotidiana pero es un concepto común a todas las tradiciones: en el sufismo se habla de "el amor que nunca cesa por ninguna causa o razón y que se sustenta a sí mismo sin consideraciones de recompensa o beneficio", el monje Zen Thich Nhat Hanh explica en este vídeo que el amor es bondad, alegría, compasión e inclusividad, si falta alguno de esos elementos entonces no estamos amando "de verdad". Amar así exige ser plenamente consciente de nuestra bondad intrínseca, de la unidad de todo lo que existe, sólo entonces trae consigo alegría y compasión incondicionales, y es inclusivo, deja de ser "amo a esa persona porque me complace", pasa a ser "yo amo", indistintamente. Y el amor, la bondad, la inclusividad y la alegría son uno, van juntos, son inseparables de por sí, excepto si nuestra mente, que es una especialista consumada en separar, cree que no es así; nuestras creencias son las que nos impiden verlo, vivirlo. Si yo creo firmemente que sólo puedo amar a quien me corresponde de la misma manera, me cierro a la realidad, me impido vivirla. Por ello, cultivar la conciencia plena, trascender nuestras creencias, conocernos a nosotros mismos en profundidad, es seguramente el único camino para llegar a la alegría y la bondad incondicional, al amor en sí, y a nosotros mismos en esencia.
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