Sentirse traicionado es uno de los sentimientos más negativos que podemos experimentar. Habíamos depositado nuestra confianza en alguien, nos habíamos confiado a ella, no teníamos ninguna duda acerca de su comportamiento con nosotros, pero así y todo nos ha fallado. Cuando sucede, sentimos primero desconcierto, después rabia, ira, no sólo hacia la persona que nos falla, sino incluso contra nosotros mismos por haber sido unos ilusos, por habernos dejado engañar, por tontos. Después, esa rabia va bajando de intensidad conforme empezamos a asimilar que nos habíamos equivocado, y acaba convirtiéndose en rencor, o en una animadversión más o menos intensa, más o menos duradera, estable.
Pero toda emoción negativa ha de ser gestionada y resuelta; lo que no nos debemos permitir es que la negatividad, cualquier negatividad, se aloje en nosotros de forma permanente, haciéndonos daño, de hecho cuando antes se disipe mucho mejor. Una idea básica en gestión emocional es que las emociones negativas nos traen información muy valiosa sobre nosotros mismos y nuestras relaciones con el mundo, y esa información emocional debe usarse para crecer como personas, y no para ir acumulando negatividad que nos impide crecer. Y cuanto antes realicemos este proceso de asimilación y crecimiento, tanto mejor para nosotros y para los demás, pues les ahorraremos nuestra negatividad.
Cuando nos sentimos traicionados quizá es más difícil realizar este proceso de asimilación; cuando creemos que la otra persona ha obrado mal, de forma indigna, injusta, etc, esta creencia puede alimentar el rencor durante mucho tiempo, pues creemos que debemos mantener la animadversión pues es lo que se merece. Creemos que hacemos lo correcto manteniendo nuestro rencor, y por eso dejamos que se nutra, que siga vivo, que no se apague. Nos reafirmamos que tenemos razón para sentirnos así respecto a esa persona. Esta creencia mantiene viva la animadversión durante mucho tiempo. ¿Cómo "soltar" esta creencia para poder superar el estado negativo que alimenta? Quizá el lector no conozca esta situación de primera mano, o quizá sí. Puede suceder entre compañeros de trabajo, entre amistades, y por supuesto, entre familiares y entre parejas.
Si miramos con plena conciencia ese sentimiento de animadversión "correcta", "merecida", seremos capaces de discriminar entre lo que es por una parte juzgar una acción como correcta o incorrecta, y lo que por otra parte es traicionar nuestra confianza: son cosas distintas. Veamos.
Que nosotros consideremos, a nuestro juicio, una acción como correcta o incorrecta evidentemente es muy parcial. Hay acciones que evidentemente pueden ser calificadas como de poco éticas, o quizá de mala educación, u otros calificativos. El grado de incorrección también es subjetivo; habrá quien le de mucha importancia, habrá quien le reste importancia. Este juzgar lo hacemos constantemente, tanto si la acción que juzgamos nos afecta o nos importa personalmente como si no. Es una función cognitiva natural relacionada con el instinto de supervivencia, el distinguir lo que es bueno y favorable de lo que es malo y desfavorable. Que por cierto sabemos que es una actividad que puede ser regulada conscientemente, con numerosos beneficios. De hecho, la actitud mindfulness-conciencia plena es una de aceptación de lo que ocurre sin juicio.
Por otro lado, si nuestra confianza es traicionada por alguien, tenemos que ser capaces de ver que, de hecho, esa persona y sus acciones no son la verdadera fuente de nuestro sufrimiento, sino la aparente. Sufrimos por que la idea que teníamos, más aún, que queríamos tener de esa persona resulta ser falsa. Lo que nos hace sufrir no es la acción en sí, sino la negación de nuestra idea, una idea confortable, que nos daba seguridad, el poder confiar en el comportamiento favorable para nosotros de esa persona. Hay que mirar esto con atención, con calma, para irse dando cuenta de que es así. Cuando nos damos cuenta, vemos que el sufrimiento ha sido causado por nuestro error de percepción, repetimos, nuestro error. Independientemente de si las acciones de esa persona pueden ser juzgadas como correctas o incorrectas. De hecho sucede a menudo que se sienten traiciones y desengaños como resultado de acciones que difícilmente pueden juzgarse como incorrectas. Simplemente ha habido un desengaño, esto es un des-engaño, un salir del engaño.
Cuando vemos claramente este hecho, seremos capaces de ver también que no tiene sentido prolongar el sufrimiento del desengaño, del topar de bruces con la realidad, juzgando negativamente las acciones de esa persona, creándonos una imagen negativa de ella, para justificar nuestro error de percepción. Lo inteligente es parar de juzgar, tanto si hay motivos para ello como si no, para afrontar nuestro error y asumirlo. Cuando asumimos, entendemos, crecemos, y dejamos de sufrir. Y entonces, si lo creemos conveniente, podemos mantener el juicio sobre lo ocurrido que creamos conveniente, si es que realmente nos aporta algo ese enjuiciar.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada