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divendres, 7 d’abril del 2017

El Iniciado (II): gozo incondicional

Continuamos con otro fragmento del libro "El Iniciado, su pupilo" de Cyril Scott, que empezamos a comentar en el post Novela ocultista, "El Iniciado". En este fragmento se discursa sobre el gozo que proporciona el cultivo de la interioridad de la persona, en contraste con aquel que se obtiene mediante objetos externos. 

Conforme llegaban al jardín, vieron la figura de Aristion cruzando el césped. Les invitó a sentarse en un banco de piedra, entre dos pilares recubiertos de rosales, mientras él se situaba opuesto a ellos en otro banco, y reflexionó por un momento antes de empezar a hablar. Y entonces dijo, lentamente:
Si fuera posible disfrutar de todos los deleites de la tierra a la vez, y además desprovistos de toda complicación y defecto, así y todo el placer que nos proporcionarían no sería ni la milésima parte del que se obtiene del entrenamiento de la vida interior, de la conexión con nuestro Ser central, pues entonces tocamos el manantial mismo de todo goce, que está, como si fuera, dentro de la persona y no fuera.
En verdad, todo gozo que viene de fuera es condicional y temporal, y toda dicha que viene de dentro es incondicional y por tanto eternamente presente, lo sepamos o no. Además, incluso el gozo que viene de fuera lo hace solo en apariencia, pues ni la riqueza, ni la comida deliciosa, ni la vista de un paisaje bonito, contienen gozo en sí mismos, sino que solo sirven para evocar una porción diminuta del gozo que está latente y es intrínseco en el Ser.
Y es evidente que es así si lo razonamos un poco, viendo que a una persona le proporciona gran placer viajar y a otra no, que en cambio prefiere estar en casa y comer bien, pero una tercera persona prefiere los coches caros y la vida social, que no satisface a una cuarta persona, y así hasta el infinito. Pues si el gozo fuera inherente a todas estas cosas, en verdad que no habría diversidad de gustos, sino una completa uniformidad.
No, el gozo no proviene de nada externo, sino que los objetos externos son como golosinas de diversos sabores que provocan sensaciones en el paladar, y es la mente la que las interpreta. O en otro símil, es como la música producida por un saxofón, el gozo interior es como el aire que produce en último término el sonido, el músico es el que interpreta el instrumento, que sin su destreza y sin el aire, sería tan inútil para crear música como una piedra. Pues el aire es puesto en el instrumento por el que toca, siendo el instrumento un mero accesorio, no la música en sí, pues el instrumento sin el  músico nada produce, y en cambio el músico podría utilizar otros muchos instrumentos.

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