Cierro los ojos.
Llevo mi atención al cuerpo, relajo mi cuerpo.
Mantengo mi atención en el cuerpo, enfoco la sensación de relajación.
Es una sensación agradable, placentera.
Me doy cuenta de que ahora, justo ahora, no estoy pensando, me limito a percibir.
Me doy cuenta de que ahora estoy en silencio.
Llevo mi atención al silencio.
Es como un espacio interior, calmo.
Parece vacío, pero se experimenta como algo vivo.
A este estado se le llama silencio mental.
Es el paso previo necesario antes de poder profundizar en nuestra conciencia.
Desde el silencio mental, abro los ojos, observo mi entorno.
No veo separación, sino unión, continuidad, de todo lo que me rodea.
Incluso mi propio cuerpo es también parte del medio ambiente, es uno con él.
Y mis emociones están integradas con mi cuerpo, también son parte del ambiente.
Y mis pensamientos vienen de mi cerebro, son parte del cuerpo, son también parte del ambiente.
Sólo veo una realidad que lo abarca todo. Incluso a mi mismo. Todo.
Esta percepción se llama percepción no dual.
En ese estado no puedes sentir soledad. ¿Cómo podrías sentirlo?
Es imposible, porque uno se siente uno con todo.
Ahora profundizo mi atención, la llevo al fondo de mi mente, que en este momento es una mente muy tranquila, sin pensamientos, pero que está muy despierta, mirando, observando, percibiendo.
Y entonces, percibo en el fondo de la mente una presencia, tenue, pero clara.
Esta presencia se llama el sujeto último, o el yo profundo, o el yo superior.
Es distinto del yo psicológico, pues sólo se detecta en ausencia total de pensamientos.
Es necesaria cierta práctica para detectarlo; con el tiempo se percibe más fácilmente, y con más claridad. Llega a ser evidente.
Sólo ese sujeto último, el que observa, se siente separado de lo observado.
Hay un campo de percepción no-dual que comprende todo lo existente, y en el centro del campo está el observador, el sujeto que observa.
Pero ese sujeto no es nada en particular.
No es cuerpo, no es emociones, no es pensamientos. No es nada.
Todo esto es externo al sujeto último.
Y sin embargo, el sujeto es alguien. Se siente como alguien, pero sin ningún atributo.
Concentrando la atención en ese sujeto sutil, con la mente en profunda calma, experimento una presencia y una paz.
Experimento una especie de estabilidad absoluta.
El sujeto último se siente más allá de toda experiencia fenoménica, se siente estable, inalterable.
Te das cuenta de que siempre ha estado ahí, no observado hasta ahora.
Cuando la mente se establece
en profunda contemplación del sujeto último, estamos en el estado llamado realización del yo, o
auto-realización. También se le llama centramiento, porque la
atención se sitúa en el centro del campo de la conciencia, en el sujeto
que experimenta el campo.
Con la atención situada en el centro del campo de la conciencia, la mente queda en un estado de ecuanimidad, paz y gozo.
No hay problemas que resolver. Hay una visión de la vida como un todo, como un flujo de todo, una única vida no dual que abraza a todo. Hay aceptación de la realidad como es.
Tal estado se llama estado de atención plena, o mindfulness.
Silencio mental, percepción no dual, realización del sujeto último, y estado de paz, ecuanimidad y atención plena, son diferentes aspectos de lo mismo, de una realidad. Trabajando a fondo alguno de ellos, se consiguen los demás.
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