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dimarts, 20 de juny del 2017

Vivenciar el amor-felicidad: experimentarlo directamente

Nuestra mente suele funcionar, por así decirlo, en "modo objeto": todo, absolutamente todo lo percibido, lo asocia a algún objeto externo, de hecho a un objeto de conciencia, que suele estar relacionado directamente con un objeto externo. Por eso, la felicidad tiene que venir dada por la posesión y disfrute de objetos, como poseer alguna cosa deseada, una posición económica y social cómoda, un trabajo estupendo, una pareja ideal, etc.  También pueden haber objetos más mentales, no tan directamente relacionados con nada material, como puede ser una idea, una ideología, o una opinión. 

En este modo de funcionamiento, todo se conceptualiza:  si estamos disfrutando de un coche nuevo, o de la idea de comprar un coche nuevo, el objeto mental "coche" ha estado formado previamente, y el sujeto le ha asociado unas características, según sus gustos personales, lo ve desde su punto de vista personal, del "ego"; cualquier idea estará mezclada con la personalidad concreta, que no es más que otro conjunto de ideas y de memorias sobre la propia persona. Lo mismo con las relaciones interpersonales: cada persona con la que tratamos se conceptualiza: desde nuestra perspectiva personal le asignamos una lista de cualidades, defectos, propiedades, etiquetas; es buena persona, es enérgico, es tímida, etc.

Hay otro modo de funcionamiento de la mente en el cual no hay una conceptualización de los objetos percibidos, simplemente se perciben de forma más directa, sin filtros preconcebidos, sin etiquetar nada. Hay una observación, que al hacerse más profunda, sosteniendo la atención, puede llamarse contemplación de la cosa. Al no haber ideación, el ego no participa, no hay una mezcla de lo percibido con las ideas personales sobre uno mismo. Cuando permanecemos atentos a lo percibido y a la vez a la percepción en sí, o sea a los sentimientos, sensaciones, efectos que nos produce, sin pensamientos, tenemos una experiencia de percepción directa que se llama vivenciar la cosa: la vivimos, de forma directa, sin filtros ni etiquetas mentales. Una de las características de mindfulness (atención plena) es esta: observar sin juicio, simplemente contemplar y vivenciar. 

Veamos ahora una aplicación práctica al plano afectivo-amor-felicidad: supongamos que estamos disfrutando de la compañía de alguien querido, apreciado. En modo objeto, nuestra mente asocia nuestro estado afectivo con la persona que lo produce, mezclando un montón de conceptos: nuestra idea de la persona, los recuerdos, las expectativas de que reaccione del modo esperado, nuestra imagen de nosotros mismos, etc. Creemos que esa persona nos produce un estado agradable, y tenemos una explicación para ello: nos comprende, nos hacer reír, etc.  En cambio, si vivimos la experiencia en el modo contemplativo, no hay ninguna idea, sólo la vivencia afectiva. Al vivir la afectividad de forma directa, al darnos cuenta de nuestro estado afectivo, sin relacionarlo con ningún concepto previo, eventualmente nos daremos cuenta de que ese estado afectivo es nuestro, se genera en nosotros, desde el punto de vista vivencial, ese estado somos nosotros. La persona querida actúa sólo como activador del estado, que es nuestro, nos pertenece. 

Perseverando en la práctica del vivenciar directamente los estados afectivos, se llega a apoderarse de ellos: podemos evocar en cualquier momento un estado de alegría-amor-felicidad, ya que es nuestro, nadie nos lo da y nadie nos lo puede quitar. Como mucho, nos pueden ayudar a percibirlo, cuando todavía dependemos de la mente ligada a objetos externos, pero cuando adquirimos la visión contemplativa, y la afianzamos, nosotros somos alegría-amor-felicidad, independientemente de las circunstancias externas.

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