La conciencia puede verse como un foco que ilumina algo, y con ese algo establecemos una conexión muy viva: nos hacemos conscientes de él. Puede ser un un objeto externo, como un paisaje, una canción, la conversación de una persona, o interno, como las sensaciones de nuestro cuerpo, nuestras emociones o nuestros pensamientos.
Habitualmente, sobre todo en las sociedades avanzadas tecnológicamente, la mente de las personas está en actividad continua: pensando, planificando, recordando, vigilando, preocupándose ... siempre hay algo en lo que se ocupa, y si en un cierto instante no hay nada concreto, la mente busca alguna cosa por hacer, como distraerse, divertirse, o "matar el tiempo", da igual lo que sea, es una mente adicta al pensar, a la actividad, y no sabe parar.
El mindfulness o atención plena que se ha hecho famoso va directamente ahí: a liberar el foco de la atención de la actividad mental compulsiva; se descubre, con la práctica constante, que se puede estar muy atento, muy consciente, y al mismo tiempo con la mente en calma, sin pensamientos. Atiendes más, piensas menos. Escuchas más, juzgas menos. Vives intensamente el presente, y te preocupas menos (entendiendo el preocuparse como estar pensando en problemas no resueltos de forma improductiva, sin resolverlos).
Una vez hemos liberado el foco de la atención de los pensamientos involuntarios, automáticos, somos capaces de enfocarlo a voluntad donde nos convenga, y al hacerlo nos hacemos muy conscientes del objeto enfocado; podemos enfocar nuestras emociones, y hacerlo sin pensar en ellas, sólo observando, conectando, viendo. O nuestras sensaciones físicas. Ese enfocar sin pensar a menudo se describe como observar sin juzgar, pues juicio es un tipo de pensamiento que establece lo correcto e incorrecto, lo cual es siempre bastante relativo, y en todo caso al juzgar levantas una barrera entre tu y lo que observas, te diferencias, crees que ya sabes todo lo que necesitas saber, por eso emites un juicio. Al observar atentamente sin estar juzgando mientras observas, conectas mucho más con lo observado, y es cuando realmente puedes conocerlo. Veamos un ejemplo.
Todos nosotros tenemos la capacidad de ser plenamente conscientes, nuestro cerebro está preparado para adquirir esa capacidad, simplemente debemos desear tenerla, trabajar un poco en esa dirección, y en pocos meses nuestro cerebro se reajusta, reforzando ciertas áreas relacionadas con la atención, y soltando otras relacionadas con el pensar involuntario y el preocuparse. No hay ningún misterio en ello, es un regalo que nos corresponde como seres humanos, y está esperando que lo abramos.
Una vez hemos liberado el foco de la atención de los pensamientos involuntarios, automáticos, somos capaces de enfocarlo a voluntad donde nos convenga, y al hacerlo nos hacemos muy conscientes del objeto enfocado; podemos enfocar nuestras emociones, y hacerlo sin pensar en ellas, sólo observando, conectando, viendo. O nuestras sensaciones físicas. Ese enfocar sin pensar a menudo se describe como observar sin juzgar, pues juicio es un tipo de pensamiento que establece lo correcto e incorrecto, lo cual es siempre bastante relativo, y en todo caso al juzgar levantas una barrera entre tu y lo que observas, te diferencias, crees que ya sabes todo lo que necesitas saber, por eso emites un juicio. Al observar atentamente sin estar juzgando mientras observas, conectas mucho más con lo observado, y es cuando realmente puedes conocerlo. Veamos un ejemplo.
Haciendo zapping el otro día me encuentro con una película de 1967 que empezaba en ese momento, "El amor brujo", una historia pasional que transcurre en un campamento gitano. Aunque nunca me ha gustado el flamenco, ni interesado la cultura gitana, incluso reconociendo que, debido a algunos encuentros desagradables con jóvenes delincuentes gitanos cuando yo mismo era muy joven, incluso siento cierto rechazo, esta vez no sigo saltando de cadena, y decido mirar un rato la cinta. Es festivo, estoy tranquilo, estoy muy consciente y atento, relajado. A los pocos minutos algún pensamiento negativo invade mi mente, al ver los barracones del campamento, las pilas de chatarra y neumáticos, el entorno en el que transcurrirá toda la cinta, pero no atiendo tales pensamientos, los ignoro, y sigo en cambio atendiendo a la película, con la mente abierta, amable, interesada. Observo atentamente la coreografía (es casi casi una película musical), me parece muy bien realizada, escucho los diálogos, las canciones, conecto con los personajes, cruza mi mente algún pensamiento-juicio sobre la inmadurez emocional de esos personajes, pero también dejo de atenderlo, y sigo observando, atendiendo sin juzgar. Me doy cuenta de que estoy disfrutando, y eso que a priori debería haber ocurrido lo contrario. Veo la cinta hasta el final. Ha sido una experiencia nueva, no sólo he disfrutado de la cinta, también he superado mis prejuicios sobre toda una cultura, un pueblo, una forma de vida. Y no digo que apruebe nada, ni apruebo ni desapruebo, lo dejo ser como es.Esta nueva forma de vivir la realidad, con plena conciencia, también afecta a como nos vivimos a nosotros mismos, a nuestro propio autoconcepto. Emerge un nuevo yo más profundo, que no está basado en juicios sobre nosotros mismos, ni ideas superficiales sobre nada, no es pensamiento, es vivencia directa, a través de la conciencia directa conectamos con nuestra identidad profunda, sin filtros mentales. Por tanto, no sólo nos permite conocer mejor lo observado a nivel externo, también a nivel interior, al nosotros mismos. Adquirimos una conciencia plena de ser, de simplemente existir, más allá de cualquier etiqueta o conceptualización.
He terminado el taller de relajación, me despido de la gente y subo al coche para volver a casa. Solía poner música o la radio, pero ahora prefiero el silencio. A medida que voy rodando, me conecto con la sensación de rodadura, es agradable, relajante. Atiendo a todas las sensaciones, la de rodar suavemente, mi cuerpo en el asiento, la calidez y comodidad, el paisaje que va desfilando, el silencio. Todas esas buenas sensaciones, las vivo plenamente. Mi mente queda contemplativa, durante los veinte minutos del trayecto ni un solo pensamiento me viene a la mente. Me siento como un punto central de identidad conectado y sensible con absolutamente todo lo que me rodea, conectado a través del foco de mi atención plena. Estoy muy presente en lo que sucede momento a momento, sin divagar mentalmente.Con la práctica, la atención plena independiente de los pensamientos, y la vivencia de tu identidad más allá de lo percibido, pasa a ser una actitud estable, o como suele decirse, un "estilo de vida". Deja de ser una práctica concreta, y pasa a ser tu vivir habitual. Piensas sólo cuando hay que pensar, y cuando lo haces, no es de forma compulsiva, automática, sino a conciencia, con un motivo claro, definido, lo cual te hace ser mucho más eficiente. Y cuando deja de ser necesario, dejas de pensar. Estás permanentemente consciente de tus sensaciones, conectado a todo lo que te rodea. Y lo haces con amabilidad, con una mente en paz.
Todos nosotros tenemos la capacidad de ser plenamente conscientes, nuestro cerebro está preparado para adquirir esa capacidad, simplemente debemos desear tenerla, trabajar un poco en esa dirección, y en pocos meses nuestro cerebro se reajusta, reforzando ciertas áreas relacionadas con la atención, y soltando otras relacionadas con el pensar involuntario y el preocuparse. No hay ningún misterio en ello, es un regalo que nos corresponde como seres humanos, y está esperando que lo abramos.
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