La educación "lenta"
El mes pasado leí un librito, Elogi de l’Educació lenta (Elogio de la educación lenta), del que escribí una reseña en mi bloc sobre Educación. La propuesta que hace es desacelerar la educación, ya que aprender es un proceso que lleva su tiempo, no se debería forzar el ritmo, y además hay que tener en cuenta que cada persona tiene su ritmo y sus intereses. Para ello propone sacar algo de importancia al factor competitivo en la Educación, al querer conseguir las mejores calificaciones, al querer tratar amplios currículos, como más amplios mejor.
Algunas recomendaciones del libro son:
- Recordar dar tiempo para que la creatividad pueda expresarse
- Dar sentido a las actividades, el alumnado debe ver su utilidad.
- Cultivar la paciencia y la perseverancia frente a los problemas y retos.
- Cultivar la positividad, incluso el sentido del humor, en clase.
- Enseñar (y también aprender) a disfrutar del momento, de la actividad que se está realizando, sin estar permanentemente condicionado por programaciones, pruebas de evaluación y resultados, evitando comparaciones entre el alumnado y / o entre grupos de alumnos / as.
- No ser demasiado ambicioso al fijar los objetivos para poder profundizar adecuadamente en ellos.
- No penalizar los errores, al contrario, considerarlos como una pieza clave del proceso de aprendizaje, y tratarlos como tales.
- Incluir tiempo para descansar y relajarse, para mover el cuerpo y desconectar del trabajo intelectual.
La educación que proporciona una sociedad está totalmente condicionada por esta, por sus constumbres y modos; por ello, una educación sin prisas, no competitiva, reflexiva, creativa, dificilmente puede darse en una sociedad que funciona exactamente al contrario, con prisas, de forma competitiva, irreflexiva, maquinal. Es un poco como el dilema del huevo y la gallina: educar sin prisas produciria ciudadanos sin prisas, que transformarian la sociedad, pero una sociedad acelerada no apoyará seguramente tal educación, y al revés, una sociedad que respeta los tiempos producirá seguramente una educación acorde, pero, ¿como se llega a tal sociedad tranquila, sin prisas?
Elogio de la vida simple
En otro orden de cosas, residí durante un tiempo en un pequeño piso antiguo; tenía en ese piso el mínimo de cosas, las imprescindibles, nada más. El edificio debe tener como 100 años, aunque el piso está reformado; me recuerda mucho al antiguo piso de mis suegros, en la calle Vallespir de Barcelona, por la distribución (¡al lavabo se accede directamente por el comedor!) y la sencillez, por los muebles de madera como los hacían antes, etc. La diferencia con mi vivienda habitual es grande: en ella hay dos salas de estar, diversas librerias atiborradas de libros, armarios de ropa de verano, de invierno, de ropa de deporte, tres bicicletas, una cinta de correr, tres televisores, ... mientras que en el pequeño y antiguo piso no hay televisor, ni calefacción, ni gas natural, ni librerias, ... ni nadie con quien conversar. Pero no resultó ser ningún problema, me acostumbré a tener pocas cosas, a leer más o escuchar la radio y ver aún menos la televisión de lo que la veía, a acudir a la biblioteca pública, a pasear ... y a estar solo, aprender a estar solo. Es importante aprender a estar solo, o sea, contigo mismo. Y a estar presente todo tu, en soledad, en el aquí-ahora.
Al tener pocas cosas aprendes a aprovecharlas más, a prestarles más atención. La percepción del tiempo también cambia, pues hay menos objetos de distracción. También hay más silencio. Y al poco tiempo conecté con el antiguo estilo de vida de nuestros abuelos, nunca los vi con prisas, no existia el estrés, cuando hacían algo, lo que sea, lo hacían con plena dedicación, se daban el tiempo necesario, y prestaban toda su atención. Y jamás los vi aburridos. Así que redescubrí el placer de ir andando a todas partes, de comer en silencio y frugalmente, de escuchar el silencio, de leer en una biblioteca, de escuchar atentamente la radio después de cenar, hasta tarde, de ese piso casi vacio, más bien fresco, pero immaculadamente limpio, de lo que me encargaba yo mismo, cada sábado por la mañana, una actividad manual, lenta, minuciosa y agradable.
Tensión-distensión, abundancia-parquedad
Pero no es necesario renunciar a la abundancia, ni siquiera a la velocidad, al hacer muchas cosas a la vez. Podemos tomarlo como el ciclo natural de tensar un músculo y después destensarlo para que se recupere; demasiada tensión es dañina, pero demasiada distensión debilita el músculo. Quizá es conveniente para nosotros no caer en los extremos, aprender a balancearnos entre ellos, sumergirnos en la actividad, en la tenencia y disfrute de multiples objetos, pero saber tambien desconectar de todo eso, pues no lo necesitamos para estar bien, recordar que podemos sentirnos muy bien a otro ritmo. Y no me refiero a cogerse unas vacaciones, me refiero a equilibrar nuestro dia a dia, de forma continuada. No se trata de ir a tope 11 meses del año, para descansar, más o menos, un mes, sino de saber vivir de las dos formas: en pleno trajín, y también lentamente, suavemente; en compañia, pero también en soledad; con multitud de pertenencias, con solo lo fundamental. Tanto en una situación como en la otra, nosotros somos los mismos, nuestra identidad no cambia, debemos tenerlo presente.
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