De gimnasios, salud, estética y egos
Llevo unos años acudiendo al gimnasio para cuidar la salud del cuerpo; es un gimnasio de pesas libres y máquinas de pesas. Al principio con media hora quedaba dolorido por días, actualmente dedico una hora y sólo me queda un ligero dolor al día siguiente. En cada ejercicio estoy concentrado en lo que estoy haciendo, y entre ejercicios suelo mirar el móvil para distraerme, ya que para mi el gimnasio es aburrido, no tengo la motivación que veo en otros para ir a más, para superarse levantando pesas cada vez mayores. Hay una pared de unos 15 metros de largo totalmente recubierta de espejo, y frecuentemente ves a la gente, mayoritariamente hombres, mirarse largo y tendido, observando sus propios músculos, en muchos de ellos claramente hipertrofiados; se miran de frente, se giran ligeramente para ver el torso, los brazos. Yo ya tengo una edad, y recuerdo que en los gimnasios de los años 80 esto de los espejos se hubiera considerado ridículo, pero en la actualidad es normal. En mi caso nunca me miro en el espejo, de hecho sólo utilizo el espejo para peinarme y para afeitarme, soy así de anticuado.
El ego herido
En la sesión de ayer me sentí más en forma que otros días, podía levantar más peso y con menos esfuerzo; es una sensación agradable ver que ahora puedes hacer lo que hace una semana era imposible. Ya hacia el final de la sesión llegaron al gimnasio tres chavales que parecían muy jóvenes, sobre unos 18 años, altos, y extraordinariamente delgados. No les presté mayor atención y seguí con mis ejercicios. Cuando terminé, me dirigí a coger mi mochila para irme, cuando vi que uno de los chavales estaba levantando una pesa con la que yo tendría que esforzarme al máximo, y la estaba moviendo con gran facilidad. Primero sentí sorpresa, ¿cómo era posible que con ese aspecto frágil, y siendo tan joven, pudiera mover eso sin esfuerzo? Casi de inmediato la sorpresa se convirtió en una emoción negativa, no me gustaba lo que estaba viendo, sentí una decepción, que rápidamente se convirtió en ira de baja intensidad, que se traducía en ganas de criticar, de atacar. Este proceso emocional fue muy rápido y muy breve: sólo unos segundos. En cuanto "me di cuenta" de mi estado se detuvo la generación de emociones negativas ... aunque por poco surge otra, la decepción conmigo mismo por sentir eso; menos mal que ya he aprendido a ser compasivo conmigo mismo, de forma que esa nueva emoción negativa no duró más que un instante.
Identificación inconsciente con ideas
Más tarde, reflexionando sobre ello, como tengo por costumbre hacer, "vi" que todo el carrusel de emociones negativas se había producido gracias a mi estado de baja consciencia en el gimnasio; sobre como nuestra nivel de conciencia va cambiando continuamente ya escribí en el artículo conciencia plena continuada. Creo que el aburrimiento que me supone estar una hora en el gimnasio de máquina en máquina, el "distraerme" con el móvil entre ejercicios, me induce a un nivel de conciencia más bajo que el habitual en mi. En ese estado, los pensamientos que tuve del estilo de "hoy estoy levantando un gran peso peso y con más facilidad que nunca anteriormente" se toman como algo personal ("!¡vaya! no está mal, no está mal"), te identificas con ellos de forma automática, o sea, inconscientemente. Es un proceso natural, automático: si no estas muy consciente, lo que piensas crees que eres tu, y tu te crees que eres lo que piensas, al menos hasta cierto punto. Por eso, cuando vi al chaval ese tan delgado levantar con más facilidad que yo un gran peso, sentí que mi idea de que estaba progresando quedaba sin valor (si incluso ese crío delgaducho me supera... entonces es que lo que he logrado no tiene ningún valor, y por tanto yo, yo mismo, tampoco), y automáticamente, la negación del yo produce el carrusel de emociones negativas. Este proceso de identificación con pensamientos es lo que se conoce por "ego", y seguramente es necesario para que el individuo se constituya psicológicamente como tal. No obstante, puede y debe de ser trascendido. En este sentido las emociones negativas son muy valiosas, pues nos marcan claramente cuando tenemos el ego activado; si estamos suficientemente conscientes para darnos cuenta de cuando surgen, sabremos en que situaciones nuestro nivel de conciencia es bajo, y podremos mejorarlo.
Trascender el ego
Hay muchos que opinan que no se puede vivir sin ego, y es cierto hasta cierto punto, pues el ego es necesario si nuestro nivel de conciencia no es elevado. Cuando practicamos la atención plena - mindfulness - ya estamos activando un nivel de conciencia sin juicios que permite la aceptación de lo que es y la práctica de la compasión. En esa práctica formal, usamos las características más avanzadas de nuestro cerebro - en términos evolutivos -, para auto-observarnos y darnos cuenta de nuestros automatismos; cuando "miramos" lo que es inconsciente, lo hacemos consciente, y deja de ser automático, se detiene el automatismo. De ahí los múltiples beneficios de la práctica de la atención plena, pues nos lleva a un estado en que el proceso egoico de identificación queda detenido, o muy limitado, con lo cual la producción de estados emocionales negativos también se detiene.
Pero la Naturaleza nos impulsa a la individualidad, a ser alguien; por ello, cuando el ego psicológico se debilita, algo debe de ocupar su lugar, nos tenemos que identificar con otra cosa. La identificación es un proceso mental, y dependiendo de nuestro aprendizaje previo y de nuestras características personales tenderemos a dejar atrás el ego por caminos distintos. Dos grandes corrientes se conocen desde hace mucho:
- somos la conciencia en sí: la vía del Vedanta en general, también del Budismo, quizá con otros nombres, como el "vacío", o la mente profunda;
- somos una identidad pura, esencialmente divina, más allá de cualquier concepto: la vía del Yoga (el Atman), también del Cristianismo (el Alma).
En cualquier caso, la próxima vez que acuda al gimnasio no voy a "distraerme" más, estaré más consciente, para evitar sentir emociones negativas ni siquiera por unos segundos, no son necesarias, así que mejor prescindir de ellas.
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