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diumenge, 6 d’agost del 2023

El "mal" es una creación de la mente humana?

"En vez de juzgarlo todo, y casi siempre como incorrecto y malo, considera que todo está bien, y espera y verás los resultados en ti.

El iniciado. Cyril Scott

Juzgar

Una de las funciones principales de nuestra mente es juzgar, o discernir entre lo correcto e incorrecto, lo moral y lo inmoral, lo ético y lo no ético, lo bueno y lo malo, etc. Se trata de una función heredada de nuestros antepasados en la evolución de las especies, en un cerebro primitivo se trata de discernir entre lo sano y lo insano para no ingerir alimento tóxico, o entre lo seguro y lo inseguro para no ser cazado. Es por tanto una función de supervivencia que se ha desarrollado en los seres humanos hasta límites increíbles.

Consideremos el bien y el mal en general como conceptos que nuestra función de discernir se supone que es capaz de identificar. De entrada veremos que no son conceptos absolutos sino relativos, pues lo que una persona considera no siempre coincide con otra persona, además hay también diferencias entre culturas y entre épocas. Comparemos con la mente básica de un ser menos evolucionado pero inteligente como un perro, ¿distingue este los conceptos de bien y mal? No, sólo tiene la función de distinción en términos de supervivencia, no de crítica a comportamientos, no puede considerar un comportamiento como incorrecto.

En cambio hay personas que desarrollan demasiado la función de crítica, de censura de aquello que ven como incorrecto; siendo además que el ser humano en el presente estado de evolución es en gran medida un ser mental, esto es que se identifica a sí mismo con lo que piensa, ya tenemos el lío montado: tenemos personas que todo lo juzgan como correcto o incorrecto, y además se identifican personalmente con sus juicios, que son siempre parciales por necesidad.

La mirada  celestial

La cita del principio de este texto corresponde a una de las historia del libro El Iniciado en la cual el protagonista conoce a un párroco de pueblo extremadamente juzgador, todo lo pasa por la criba de su particular fe, de su interpretación religiosa. Como consecuencia en casi todo ve faltas, pecados, inmoralidades, etc. Ese constante criticarlo todo ocupa tanto su mente que esta está llena de críticas negativas, y por tanto en un estado de negatividad constante: es una persona infeliz por definición, pues quien tiene la mente llena de negatividad sea por los motivos que sea, cierra la puerta a que entre la felicidad en ella. De ahí el consejo del iniciado, de soltar todos esos juicios negativos y verlo todo como fundamentalmente correcto, y esperar a ver los efectos en él mismo, que no serán otros que sentir la felicidad intrínseca que está dentro, que está en el Ser interior de todos nosotros.

Aquí fundamentalmente se refiere a la visión absoluta, pues desde la visión relativa, superficial, ya sabemos que no todo es correcto, dependerá de muchas cosas humanas, de nuestra educación, creencias, de nuestra sociedad, de nuestra época... pero prescindiendo de todas esas capas, yendo a la Realidad total,  global, eterna, no encontraremos nada que está mal en sí mismo, siempre necesitaremos relativizar la realidad para juzgar como malo lo que sea. No se trata de situarse siempre en ese nivel por supuesto, vivimos en la realidad con minúscula mientras seamos seres encarnados, de lo que se trata es de no olvidar que todos esos juicios humanos son relativos, no confundirlos con lo que es absoluto, tener una mirada amplia para con todo, una mirada que en la película de animación El príncipe de Egipto denomina la mirada celestial (ver vídeo). Aunque en esta película tal mirada se refiera al valor de las cosas y de la propia vida de la persona, se aplica perfectamente al juicio parcial e imperfecto que hacemos sobre todas las cosas y personas. 

 

En el otro extremo, la mirada del mal puede crear demonios

Tal como aquel párroco de El Iniciado de tanto juzgar a los demás se estaba convirtiendo en un personaje negativo y casi amargado, tenemos otra película de animación, El Jorobado de Notre Dame, en la que el archidiácono de la catedral de Notre-Dame de París, un en teoría hombre de Dios de hecho más bien es un hombre del demonio, torturado por su ideología personal que califica como inmoral prácticamente todo pero al mismo tiempo atraído por la hermosa gitana.


Así, lo que otra persona interpretaría como amor, deseo natural, atracción por la belleza, el religioso fundamentalista lo interpreta como el mal que le puede llevar al infierno (en el que en realidad ya está sin saberlo) y acaba creyendo que la gitana es la encarnación de mal pues le genera esas tentaciones maléficas, y por tanto nace en él el deseo de matarla. Su realidad es ver el mal por sistema, y al hacerlo así crea su propio infierno personal y él mismo se convierte en el demonio que intenta evitar.

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